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Facundo Manes, neurólogo argentino:

"No creo en una inteligencia artificial que supere o iguale a la humana"

martes, 18 de septiembre de 2018

Ilustración Francisco Javier Olea.
Entrevista
El Mercurio

¿Estaremos los seres humanos al borde de un salto evolutivo, ad portas de una superinteligencia post-humana? Desde Buenos Aires, el neurólogo argentino Facundo Manes -autor del libro



E ra 1982 cuando el cineasta Ridley Scott planteaba en la película "Blade Runner" la posibilidad de que hubiera máquinas tan perfectas que pudieran confundirse con seres humanos, emociones incluidas. Dos años más tarde, James Cameron exploró con "El Exterminador" (The Terminator) la idea de que algún día la tecnología podría dominarnos por la fuerza. Y en 1999, "The Matrix" abordó un eventual dominio de la inteligencia artificial.

No hay duda: a la hora de imaginar el futuro y, específicamente, la relación entre nuestro cerebro y lo que este es capaz de crear, la ciencia ficción ha sido más bien fatalista. Pero el neurólogo y neurocientífico argentino Facundo Manes, premiado por la American Neuropsychiatric Association por sus investigaciones y doctorado en ciencias en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, no está de acuerdo con este escenario apocalíptico. Junto al lingüista Mateo Niro, ha escrito los libros "Usar el cerebro" (2014), "El cerebro argentino" (2016) y ahora "El cerebro del futuro. ¿Cambiará la vida moderna nuestra esencia?" (Planeta, 2018), donde explora el conocimiento disponible sobre este órgano fundamental para el ser humano y responde con optimismo sobre lo que viene.

-No creo en una inteligencia artificial que supere o iguale la inteligencia humana (...) Nuestra complejidad es imposible de reproducir en su totalidad -escribe, por correo electrónico, desde su consulta en el Instituto de Neurología Cognitiva de Buenos Aires. -No hay computadora humana que pueda reproducir aspectos como la creatividad, el humor y la ironía, la empatía y la solidaridad, la intuición, los juicios morales, entre muchas otras características que nos hacen únicos (¡y humanos!) y que a su vez hacen que el cerebro, el órgano responsable de todo lo que hacemos, sea tan complejo que, aunque se ha logrado un gran avance en su conocimiento, todavía resulte un misterio para nosotros.

Con el lenguaje simple y cercano que lo caracteriza, pero sin dejar de lado el respaldo que otorga la evidencia científica más compleja, pone un ejemplo claro sobre los límites que, a su juicio, definen el alcance de la tecnología:

-La inteligencia humana es mucho más que velocidad de procesamiento de información (...) Puedo imaginarme, por ejemplo, que un cirujano, a la hora de realizar una operación, va a poder tener la ayuda de una computadora que busque en toda la historia de la medicina las mejores maneras de resolver el caso que se le está presentando y que todo eso suceda en segundos. Pero él va a ser el que tendrá que decidir a partir de eso -dice.

Para el neurólogo, la pregunta por el alcance de las nuevas tecnologías es importante porque da cuenta de lo que los seres humanos podemos crear, pero también porque se hace cargo de una interrogante más profunda: la posibilidad de que sean las tecnologías, y su relación con el cerebro humano, las que marquen un nuevo salto evolutivo. Esto ha llevado a algunos a pensar que, al potenciar los límites del cuerpo con ayuda de la tecnología -por ejemplo, logrando tener visión nocturna o de 360 grados- podamos producir una superinteligencia que nos haga entrar en una era post-humana. Pasaríamos de Homo sapiens a Homo cyberneticus .

El cerebro de hoy, explica Manes, funciona igual que el de nuestros ancestros y, en términos anatómicos, no cambiará en siglos. Pero se ha adaptado a un mundo diferente, con reglas diferentes; un mundo hiperconectado, muy veloz, con "avances tecnológicos que de tan asombrosos ya no asombran", y tecnologías que pueden interactuar con el cuerpo -como en las prótesis que se controlan desde la mente- porque hablan dialectos de la misma lengua que el cerebro: la electroquímica. Este ambiente, explica Manes, influye en la expresión genética del cerebro para permitirle que se adapte al entorno, generando cambios genéticos que pueden persistir a través de las generaciones.

"Quizás el siguiente paso para nuestro cerebro pueda no ser una evolución natural, sino que se relacione con la influencia de la ingeniería genética y la biotecnología para expandir las capacidades. Hay autores que sostienen que la evolución, en términos de selección natural (como la modificación genética en respuesta a factores ambientales y supervivencia del más fuerte) ya no es tan relevante para los humanos modernos en el mundo cultural y tecnológico en el que nos desarrollamos", escribe.

En este contexto, el neurólogo reflexiona en torno a las problemáticas que preocupan hoy al hombre. Y se pregunta sobre las respuestas que el cerebro humano les podrá dar.

1 Los niños y la exposición a pantallas

Centrar la discusión en torno a la cantidad de horas que los menores deben o no exponerse a teléfonos inteligentes, computadores o consolas de juego no es relevante para Manes. No es tema de una, dos o tres horas diarias, asegura: a su juicio, lo central es que los padres conversen con sus hijos sobre los contenidos a los que se están enfrentando y en qué contexto lo hacen, además de ofrecer alternativas para el uso del tiempo libre que sean sanas y estimulantes para lo cognitivo y lo afectivo.

"Las recomendaciones de limitar el tiempo frente a las pantallas asumen que el uso de dispositivos tecnológicos estaría reemplazando otras actividades positivas, como la lectura de libros, el juego imaginativo o las interacciones sociales, lo cual no siempre es cierto", apunta. Además, asegura que aún es demasiado pronto para saber cómo esto puede afectar el desarrollo del cerebro en la infancia y en la adolescencia, porque estas tecnologías no solo son recientes, sino que además están cambiando todo el tiempo. "Aunque muchos estudios encuentren relaciones entre el uso de la tecnología y problemas cognitivos o de salud física y mental, no es posible demostrar cuál es la causa y cuál la consecuencia", afirma en su libro.

2 La distracción

Algunos estudiosos han llamado a estos tiempos como "la era de la distracción": describen un ser humano cada vez más desconcentrado, distraído ante un exceso de estímulos. Para Manes, esta visión es un poco exagerada. A su juicio, la dispersión mental no tiene que ver en primera instancia con algún tipo de problema en el funcionamiento del cerebro. "La crisis de atención tiene que ver más bien con la incertidumbre sobre lo que pensamos que realmente importa", acota. Esta incertidumbre sería la responsable de que experimentemos dificultades para filtrar lo importante de lo que no lo es.

3 Sesgos ideológicos

Este es un tema que cobra especial relevancia en la era de las fake news y la llamada posverdad. Para Manes, los sesgos cognitivos se producen cuando los hechos objetivos "son secundarios con relación a las emociones y a la creencia personal previa". El escenario actual los acrecienta, porque las nuevas tecnologías (redes sociales e internet) permiten que siempre se pueda encontrar evidencia "a favor de cualquier cosa que queramos creer y en contra de lo que no". Y esto puede hacer que tomemos decisiones erradas, basadas en prejuicios.

-En situaciones de mucha ansiedad, por ejemplo, los sesgos pueden llevarnos a maximizar los peligros, suponer escenarios terribles, aun cuando la información existente no justifica esas conclusiones. Esto hace que las personas se pongan desconfiadas -comenta por correo electrónico. Pero los sesgos en sí, precisa, no son negativos. Al revés: son necesarios para procesar la información y dar respuesta a situaciones que se deben enfrentar de manera rápida.

-Son atajos mentales, estructuras de pensamiento que nos permiten interpretar la información proveniente de nuestro alrededor. Son "moldes" a partir de los cuales formamos una interpretación de nosotros mismos, de los otros y del mundo -explica, y luego revela cuál es su estrategia personal para desactivar los sesgos negativos:

-El pensamiento reflexivo es el camino para revertir, hasta cierto punto, los sesgos y regular nuestras emociones. Cuando podemos distanciarnos de las situaciones y analizar toda la información existente, nos volvemos conscientes de los sesgos y podemos intentar desentrañarlos. Por eso trato de hablar con personas que tienen posturas diferentes a las mías sin descalificarlas, sino prestándoles atención desde la empatía; también intento entrar en contacto con personas que tienen experiencias, historias o culturas diferentes. Buscar y creer que pueda haber verdad en lo que el otro piensa y dice es una buena estrategia.

4 Alzhéimer, demencia y otras enfermedades mentales

La complejización de la vida diaria y su alargamiento han incidido en el aumento de las enfermedades mentales a nivel mundial. Pero en esto Manes es optimista. Cree que, a futuro, el tratamiento de algunos de estos trastornos podría tratarse no con fármacos, como se hace hoy en la mayoría de los casos, sino con tecnologías revolucionarias, como la optogenética, técnica que permite activar o silenciar las neuronas deseadas a través del manejo de luces con diferentes longitudes de onda.

-Esta técnica permite manipular la actividad cerebral, es decir, activar o inhibir un conjunto de neuronas específicas, para observar cómo da lugar a un patrón de conductas, pensamientos o emociones en particular. Abre múltiples posibilidades de investigación y tratamiento -explica desde su consulta en Buenos Aires. En el caso de enfermedades que no tienen cura, como la demencia, estima que a futuro se podrán abordar mediante la regeneración del tejido que compone el cerebro: ya se están desarrollando tejidos artificiales, como piel construida a partir de plástico, y dispositivos como retinas artificiales o implantes cocleares, y todo indica que a futuro esto podrá hacerse también con el tejido neuronal.

La manipulación genética también es un camino posible para enfermedades asociadas con la longevidad. "Actualmente somos capaces de manipular genes mediante selección artificial y modificar rasgos biológicos. Estudios recientes sugieren que ciertos aspectos del envejecimiento están programados genéticamente, lo cual abre la posibilidad de pensar en su manipulación", asegura.

5 Drogas inteligentes

Esto es una realidad hoy: ya se conocen drogas que podrían ser usadas con el fin de potenciar el funcionamiento cognitivo en personas sanas. Se sabe que ciertos componentes químicos, por ejemplo, "tienen el efecto de potenciar habilidades sensoriales, la memoria, el estado de alerta, la atención y el control inhibitorio, por lo que han recibido la denominación genérica de "drogas inteligentes". Lo fundamental, para Manes, es preguntarnos sobre los alcances éticos vinculados con su uso, porque se trata de "desarrollos que requieren más investigaciones sobre la seguridad y potenciales efectos secundarios a largo plazo".

Pese a su mirada optimista, Manes asegura que aún no sabemos si nuestro cerebro podrá sostener la multiplicidad de tareas y la constante estimulación que enfrenta de manera creciente. Esto está convirtiendo a las nuevas tecnologías en la herramienta más útil y trascendente que hasta ahora se ha creado. Pero la ciencia del cerebro, dice, "debe ser guiada por preguntas relevantes, no por la tecnología disponible". Lo más importante, para Manes, es que esta esté al servicio de una sociedad en la que el bienestar sea general. "Los avances en las neurociencias impactan en todas las disciplinas, porque todo lo que hacemos lo hacemos con el cerebro, y sin duda, también generan disyuntivas relacionadas con nuestra privacidad, moral, identidad, seguridad, espiritualidad, libertad y personalidad", escribe el neurólogo, convencido de que es necesario preguntarse por los límites entre lo técnicamente viable y lo éticamente aceptable.

En esta línea, advierte sobre los alcances que pueda tener lo que llama "neuromarketing": el uso de investigación científica para estimular el consumo de productos y bienes.

-Se utiliza el prestigio de la ciencia para vender -acota. -Es imprescindible dar a conocer los hallazgos en el estudio del cerebro, sus limitaciones, posibles implicancias y aplicaciones. Así, la sociedad va a contar con mecanismos de evaluación cada vez más elaborados para seleccionar, probar o desaprobar a instituciones, empresas o personas que quieran explicar, en nombre de las neurociencias pero con una evidencia científica pobre o nula, los presuntos secretos del consumo.

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