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¿Estamos innovando en nosotros mismos?

lunes, 20 de agosto de 2018

Economía y Negocios Online


Paulina Yazigi Gerente de Inversiones en Inversiones Nogaleda

La innovación empieza por casa. Sin duda el país necesita fomentar la innovación (y la I+D en los privados) para incrementar la productividad y crecer. Las compañías necesitan innovar para crear valor. Los emprendedores lo llevan en la sangre, quieren cambiar el mundo, y por qué no, pagar las cuentas. Pero no podemos hacer bien nada de lo anterior si no partimos innovando en nosotros mismos.

No es algo sólo de hoy, pero hoy estamos más urgidos. Vemos en el diario, los seminarios, los últimos “best-sellers”, hasta en las series de Netflix que el mundo está obsesionado con el tema de la innovación. Como si innovar fuera algo de hoy. Pero en culturas milenarias, como la de los egipcios o los chinos, vemos evidencia de tremendos inventos y avances siglos atrás. Lo que pasa es que hoy internet, la digitalización, la inteligencia artificial, etc. hacen que la velocidad de estos avances sea cosa de días versus décadas o siglos. Y esto nos genera motivación, pero también ansiedad y presión. Sin embargo, debemos partir del punto correcto, no de afuera, sino de adentro.

Innovar no es sólo el último gadget. Por los mismos avances tecnológicos, es que muchos entendemos erróneamente el concepto de innovar. Este tiene que ver con mirar las cosas desde otros puntos de vista, abrir la mente. Como dijo Einstein, si esperas resultados diferentes, no puedes seguir haciendo las cosas de la misma forma una y otra vez. Entonces no se trata solamente de poseer el último smartphone, ni usar la última app, sino que ir renovándonos en todo sentido. Por ejemplo, innovar en nuestro ambiente laboral, modificando la forma de organizar físicamente el espacio de trabajo o aplicar efectivamente la flexibilidad laboral, acabar con la “reunionitis” y hacer más eficientes los procesos de toma de decisiones. También debemos innovar en nuestra forma de pensar, abrir la mente sobre todo en un país tan lleno de tradiciones como el nuestro, a temas sociales y sociológicos importantes, como por ejemplo las consecuencias de la inmigración. El concepto kaizen de los japoneses se asoció con las empresas, pero es literalmente una automejora, en todo sentido.

Innovar implica invertir en tu principal capital: tu capital humano. Hasta hace poco volver de EE.UU. con un MBA parecía el último trofeo. Y con eso la carrera profesional estaba dada y el MBA “se pagaba”. Pero eso no es suficiente. Pensamos que seguir estudiando implica ser un genio con un post doctorado. Pero la verdad es que todos debemos seguir estudiando continuamente, sobre todo en este mundo tan cambiante. El llamado no es a realizar estudios de doctorado, pero basta con ser un poco más curiosos, y seguir siempre aprendiendo cosas nuevas, sea de forma certificada o no.

Innovar para no quedar atrás. Aquí quizás el punto más ácido para el lector interesado (que estimo la mediana debe estar en torno a los 40 años): si no innovamos no sólo no crecemos, nos achicamos. El acertado concepto de Hippos de McAfee en su último libro “Machine, Platform, Crowd” dice relación con la supremacía que tenían las personas mejor pagadas de una organización, y cómo éstas han comenzado a ser superadas con creces por las máquinas, y los jóvenes (o masa de personas, normalmente jóvenes) que las desarrollan. Y la evidencia es muy amplia. El mismo Elon Musk, que está muy de moda hoy por sus innovaciones en autos, energía y en sus tweets, ha sido aún más agudo: no se llega a CEO pasando por la gerencia de finanzas ni por marketing, sino que desde la ingeniería y el diseño. Y nuevamente, el llamado no es a aprender a programar, pero ir al menos familiarizándonos con los nuevos “idiomas”.

Abrámosles las puertas a las generaciones más jóvenes. Probablemente la manera más rápida de ir inyectándole aires nuevos a las organizaciones, es contratando a las nuevas generaciones. Sin embargo, el desempleo juvenil va en aumento en los últimos años en Chile (y en el mundo). Ciertamente, los más afectados son los menos calificados, pero hay de todo. El empresariado tradicional debe ir adaptándose al nuevo estilo de la generación Z, y aprovechar los atributos de ella, como, por ejemplo, que son “digitally fluent”. No olvidemos que se estima que hoy un niño de 8 años ha estado expuesto en su corta vida a más información que una persona de 80 años en toda su vida. Debemos innovar en entender que quizás tenemos nosotros que aprender más de ellos, que ellos de nosotros (al menos en algunos aspectos).

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