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Cuando integrar es la clave

sábado, 11 de agosto de 2018

Texto, Jimena Silva Cubillos.
Reportaje
El Mercurio

Instalado el debate en torno a la construcción de viviendas económicas y a la vez de alto estándar en el país, y también la necesidad de vivir más integrados socialmente, analizamos variados proyectos habitacionales en el extranjero, que podrían servir como referente para favorecer la convivencia, evitar la segregación y construir ciudades mixtas.



Vauban, en Friburgo, al suroeste de Alemania, es una céntrica urbanización de vivienda social integrada, un barrio surgido de un activo proceso de participación ciudadana, que por lo demás cumple con altos estándares medioambientales. Ejemplo de sostenibilidad en el mundo, sus calles son territorio casi exclusivo de peatones y ciclistas, pues el tránsito de autos está muy restringido. Los pocos que tienen uno lo estacionan fuera del desarrollo habitacional, en un sector que se paga, y caro. Todo es más fácil porque en la avenida principal pasa el tranvía.

Surgió a partir de la reconversión de una base militar nazi que data de 1936, confiscada por el ejército francés al final de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1992, cuando tras la reunificación de Alemania el cuartel quedó abandonado. Pronto, algunas de las casernas fueron tomadas por okupas, despertando inicialmente la desconfianza de la comunidad. El municipio de Friburgo resolvió el conflicto permitiéndoles promover actividades comunitarias en cuatro de las veinte naves, entregándoles a los okupas la responsabilidad de liderar el incipiente proyecto habitacional.

Así nació Vauban, localidad con 5.500 habitantes, distribuidos en bloques de viviendas pasivas o energéticamente eficientes (hechas con materiales sostenibles, sistema de reutilización de las aguas grises y de recuperación y tratamiento de aguas lluvias, bajo consumo energético y que se calefaccionan a partir de una planta de cogeneración que funciona con astillas de madera y gas natural). Por si fuera poco, además de áreas y corredores verdes, cuenta con comercio y equipamientos de cercanía -tiendas variadas, una escuela, guarderías, mercado-, que generan cerca de 600 puestos de trabajo.

-Tanto Vauban como Rieselfeld, en la zona suburbana de Friburgo, son proyectos de integración social. Modelos de una misma operación, uno de origen público y el otro privado, pero con la misma lógica: crear un barrio integrado social y funcionalmente -afirma el arquitecto, urbanista y director del Laboratorio Ciudad y Territorio de la UDP, Genaro Cuadros.

Lo que los origina no es solo un paño de terreno bien localizado, que se pudo lotear y edificar; la clave está en la disponibilidad del sistema de transporte público. "Sin movilidad no hay residencias; no sacas nada sin transporte. Resuelto eso, cómo llegar y salir de un lugar, todo lo demás es posible", afirma.

Otro ejemplo reciente de políticas de integración social es uno de viviendas asequibles y de tenencia mixta desarrollado por Sergison Bates Architects, en una calle caracterizada por grandes villas victorianas, en el límite de Finsbury Park, en el norte de Londres. La obra, que involucró la remodelación de un sitio, donde se demolió un hotel y otras dependencias de baja calidad, consta de tres nuevas villas urbanas organizadas alrededor de un espacio compartido. Cada inmueble es de diferente altura y escala, pero están conectados en su forma y materialidad: ladrillo y hormigón. No solo incluye departamentos de alquiler social y propiedades de clase media, sino que cumplen con los estándares de Lifetime Homes, es decir, se ajustan a una serie de criterios de diseño inclusivo, que proporcionan un modelo para construir viviendas asequibles y adaptables. Fuera de eso, tiene la certificación EcoHome Very Good.

Asimismo, el sociólogo y planificador urbano Francisco Sabatini señala que otro caso fue el que se dio en el municipio de Yonkers (Nueva York), donde, a través de un programa de reducción de la segregación residencial, el gobierno federal ordenó construir viviendas sociales para integrar a afroamericanos en distritos de clase media poblados principalmente por blancos. "Pese a la conflictividad que despertó esta medida, pronto los mismos vecinos descartaron efectos sociales negativos en sus barrios", dice este académico del Instituto de Estudios Urbanos UC y de la Universidad del Bío-Bío.

¿Construir (en) Venecia?

A partir del siglo XII se comenzó a edificar el barrio de Giudecca, isla ubicada al sur de Venecia, que con el tiempo integró fábricas textiles y astilleros a su paisaje, pero entrada la Segunda Guerra Mundial la industria decayó, y la isla volvió a ser un lugar tranquilo, constituyéndose en una zona residencial donde aún se vive a un ritmo ajeno al turismo.

Desde la década de 1970, arquitectos anónimos y reconocidos han diseñado modernos conjuntos residenciales que mantienen una cierta sinergia con las tradiciones constructivas existentes en Venecia. Uno de los proyectos insignia de esa transformación comenzó en 1983, cuando se decidió demoler un número considerable de antiguos edificios habitacionales muy degradados, situados en el extremo oriente de la isla, y en su reemplazo crear un complejo de viviendas sociales nuevo, ordenado y orgánico.

Así, a partir de un concurso internacional, se gestó Campo di Marte, urbanización concebida por el arquitecto portugués Álvaro Siza que, a pesar de encontrarse aún en desarrollo, cuenta con edificios firmados por Aldo Rossi, Carlo Aymonino y el propio Siza, quien todavía espera retomar la construcción de uno de los dos cuerpos longitudinales que conformarían un volumen en L, que debido a la crisis financiera de 2008 quedó a medio terminar. Entre los años 1984-1986 sí se completó un conjunto de viviendas públicas de alta densidad proyectado en ladrillos por Gino Valle, que también quedó muy bien integrado al entorno.

Dichosamente, el plan de viviendas subvencionadas y el rediseño urbano de la Giudecca continuó en la parte central, donde entre 1993 y 2003 se desarrollaron cinco edificios ideados por el arquitecto Cino Zucchi, en la zona de la ex fábrica de relojes Junghans, abandonada desde los años 70. Cada uno con un estilo en particular, representan distintas operaciones de "microcirugía", alternando obras de remodelación de volúmenes existentes y nuevos edificios habitacionales, que de un modo contemporáneo vinculan la tradición, la arquitectura local y los elementos más singulares del paisaje urbano de Venecia: desde sus canales a sus patios, sus pasarelas y hasta una chimenea de ladrillo existente son parte de esta propuesta que homenajea la antigua vocación industrial de la Giudecca.

Anna Braghini, arquitecta veneciana, hoy docente de la USS y estudiante del doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la PUC, comenta: "Hace poco estuve ahí y quedé sorprendida porque se están dando dos fenómenos diferentes: por un lado hay extranjeros comprando propiedades como inversión, y por otro, mucha gente de 30 a 35 años, que ha ido a estudiar a Venecia, se está quedando en la Giudecca porque es un sector más barato, que ha mantenido su onda sencilla, menos turística. Junto con ello, están apareciendo algunas iniciativas culturales como la Librería MarcoPolo o la fundación privada Tre Oci, que hace exposiciones de fotografía, espacios que, en contra de todo lo que se dice de Venecia -que el turismo la está matando-, decidió apostar por la Giudecca y crear nuevos servicios pensados para sus habitantes".

"EN EUROPA, GRANDES ARQUITECTOS PARTICIPAN EN PROYECTOS DE VIVIENDA INTEGRADA PORQUE EL ESTADO LOS ENCARGA", DICE CUADROS.

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