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cine

Los oportunistas

sábado, 04 de agosto de 2018

Por Ascanio Cavallo
Agenda
El Mercurio




Vaya Dios a saber por qué en el Cono Sur esta película ha sido denominada Los oportunistas, con esa fea e inadecuada calificación de los protagonistas que va implicada. Incluso el italianísimo Paolo Genovese prefirió evitar ese cazabobos titulándola con el nombre del café en que transcurre, The Place, aunque es posible que este anglicismo sea también un pequeño guiño a su fuente de inspiración, la serie televisiva The booth at the end, que estuvo al aire entre el 2010 y el 2012.


La historia es sencilla, con algunos lados enigmáticos. Un hombre se sienta día y noche en la última mesa del café The Place y recibe allí a distintas personas que vienen a pedirle algún deseo dramático: la sanación de un hijo con cáncer, la recuperación de la fe, la mejoría de un marido con alzhéimer, una noche con la mujer deseada, dinero, belleza. Siempre es lo mismo. El hombre consulta un cuaderno inmenso y asigna misiones horrendas, como matar a una niña, violar a una mujer, poner una bomba.


El hombre no es un insensible. Es, como se define en algún momento, "un intermediario", que trabaja sobre la premisa de que "siempre alguien está dispuesto", una idea sombría y nihilista acerca de la condición humana. Una idea, digamos, del diablo. O quizá de antes que este, porque la película nunca muestra los potenciales crímenes. La cámara no sale de los alrededores del café The Place y el hombre no se mueve de su silla. El movimiento del relato consiste en los informes que cada tanto llevan los clientes al hombre de la última mesa. Los informes son siempre peticiones, dudas, arrepentimientos, furias, vacilaciones. ¿Es el diablo o más bien su contrario?


En total, los personajes que requieren sus servicios son nueve, nueve historias que están en desarrollo. El ingenio del guion de Genovese es que a partir de cierto punto empieza a entrecruzarlas: uno se convierte en antagonista de otro, aquella podría matar a aquel, este se cruzaría con esa; en fin, una dinámica ya largamente practicada en los relatos, pero que siempre adquiere un aire de juego de azar, casi de travesura, aunque por detrás se presenta el agón entre la predestinación y el libre albedrío. La película no pretende resolver estos dilemas ancestrales, ni siquiera a explicitarlos: solo los pone en movimiento, como ruedas que pueden desbocarse.


Genovese es un guionista y cineasta que ha conseguido sus mayores éxitos con películas colectivas (Perfectos desconocidos es un caso) y que depende mucho más de sus guiones que de sus soluciones fílmicas. Por eso sus buenas ideas adquieren también un lado ñoño, convencional y previsible. Lo raro es que funcionan. Hasta por ahí.

The Place.

Dirección: Paolo Genovese. Con: Valerio Mastandrea, Marco Giallini, Alessandro Borghi, Silvio Muccino, Alba Rohrwacher, Vittoria Puccini, Sabrini Ferilli.

95 minutos.

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