Dólar Obs: $ 954,58 | 0,40% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.237,20
IPC: 0,40%


Ser allegado en Las Condes

sábado, 28 de julio de 2018

por ERNESTO GARRATT VIÑES fotos sergio lópez isla
Reportaje
El Mercurio

Muchas familias que hoy viven en "condición de allegamiento" en Las Condes sueñan con cambiarse a una de las 85 viviendas sociales anunciadas por el alcalde Joaquín Lavín en la rotonda de Atenas. El periodista Ernesto Garratt -autor de la novela Allegados y quien vivió en esa condición durante los 80- entró en la intimidad y escuchó las historias de tres familias que a veces sienten que sobran en una de las comunas más ricas de Chile.



En una fría mañana de julio, Claudia Alarcón apaga un cigarrillo cuando abre la reja de la vivienda que queda en la calle Chesterton, a pocos metros de avenida Apoquindo y 1,6 kilómetros de la rotonda de Atenas, donde el alcalde de Las Condes Joaquín Lavín proyecta construir un edificio "social" con 85 departamentos.

La casa de Chesterton donde Claudia me invita a entrar, sólida y de ladrillos rojos, no es su hogar. Atravesamos rápido el living y la cocina hacia al patio donde está realmente la casa de Claudia: una mediagua de madera, de 3 por 6 metros, donde ella, su marido y dos niñas, de 3 y 6 años, viven de allegados.

La casa principal es el domicilio de su madre y una hermana de Claudia, más un tío y su hijo.

Claudia y su núcleo familiar directo, en tanto, habita esta construcción precaria: un espacio reducido donde se concentran una cocina, un lavaplatos, una pequeña mesa plegable, dos sillas, un pequeño baño y algunas divisiones que separan un dormitorio de los pequeños camarotes de las niñas.

-Tengo que estar abriendo todo para que se vaya el olor cuando cocino acá, y en esta época es horrible por el frío.

A pesar de lo comprimido que puede verse este interior, hay orden y limpieza en la disposición de sus elementos. Cajoneras contienen ropas de los adultos y las niñas, y las prendas que no alcanzan a caber están en un armario en el patio, tapado con un enorme plástico para evitar que se moje con las lluvias de estos meses.

La escena completa, la vida misma moviéndose en una precariedad llevada con la máxima dignidad posible, me conecta de inmediato con mis propias vivencias de allegado en los años 80 en la Villa Frei de Ñuñoa: la independencia forzada que llevábamos mi madre anciana y enferma y yo, aún adolescente, en una pieza apretada donde preparábamos alimentos, comíamos -sin mesa por lo demás, solo encima de las camas- y usábamos de dormitorio, todo para evitar roces con los dueños de casa. Con tal de evitar la expulsión.

Las pequeñas revolotean alrededor de la mediagua, son vacaciones de invierno y están en casa. Entonces, Claudia Alarcón sonríe amable y dice:

-Es difícil decir que uno es allegado y vive en Las Condes. No te creen porque ven a Las Condes como una burbuja donde viven puros cuicos.

Alarcón, con estudios de técnico en turismo, tuvo antes de su segundo embarazo un trabajo en una línea aérea en el aeropuerto de Santiago. Allí sus colegas tampoco le creían que vivía como allegada en una de las comunas más ricas de Chile.

-A veces me molestaban porque hablaba mejor que mis compañeros, porque, por ejemplo, "Chile" lo decía con la "tch" y reaccionaban diciendo "ah, claro porque vives en Las Condes".

Ella se crió en esta casa que era de sus abuelos. Pero cuando se casó y tuvo a sus hijas, encontrar una casa propia resultó complicado y tras vivir de allegada con su suegra, volvió aquí para acomodarse en la diminuta pieza de madera que había en el patio trasero. Es lo que había antes de que ella recibiera ayuda de la Municipalidad de Las Condes para conseguir la mediagua donde ahora vive con su familia.

-Durante los cuatro meses en que montamos la mediagua, desde diciembre pasado, vivimos en la casa (principal), y veíamos cómo cada uno se encerraba en sus dormitorios y que, al salir, cerraban con llave las puertas para que uno no se metiera... Y eso que somos familia. Esas cosas chocan.

El frío se siente dentro de la mediagua y Claudia decide prender un pequeño calefactor eléctrico para temperar a sus hijas.

-A veces se corta la luz si prendo este calefactor porque quizá allá (dentro de la casa principal) encienden por ejemplo el microondas. Nos ha pasado un montón de veces. No me gritan nada eso sí, menos mal, pero sí nos reclaman desde la casa -recuerda antes de detallar más problemas domésticos-. Antes compartíamos todos internet, pero cuando se enojaron, mi tío fue y lo sacó. Y como mi marido está estudiando online, tuvimos que volver a poner el servicio, pero compartido entre mi mamá y yo nomás.

Los roces de convivencia en este sentido son parte de la rutina de ser allegados, me explica Claudia y yo la entiendo. Hay que evitar hacer ruido. Pasar inadvertido. Ser casi invisible. Esa es una de las claves de supervivencia al ser allegado. Pero eso cuesta cuando hay niños de por medio:

-A veces mi tío quiere dormir porque salió tarde del trabajo o mi primo que trabaja en una pizzería puede llegar a las cinco de la madrugada. Y las niñas en algunas oportunidades ya están gritando a las nueve de la mañana.

Ella es una mujer que proyecta optimismo y asegura que no le gusta anclarse en zonas tristes ni deprimentes. Que debe sacar adelante a sus hijas y familia, porque no quiere que ellas pasen lo mismo que ella ha vivido.

-Tengo 35 años. Yo siempre fui allegada -dice, esbozando una sonrisa parca al recordar que algunos vecinos de la comuna hayan protestado hace unos días, con cacerolazos y globos negros, porque gente como ella y su familia, en condición de "vulnerables" y "allegados", postulen a vivir en el edificio social y de integración planificado por el municipio en la rotonda de Atenas.

-La gente que está en contra porque dice que somos rotos no se da cuenta de que hemos convivido toda la vida con ellos. ¿Y no tenían idea de la realidad que se vive en Las Condes?, ¿están tan metidos en la burbuja que solo creen que acá vive gente de la sociedad alta? No es así. No somos drogadictos, no somos personas que van a venir a ensuciar el lugar, somos gente igual que los demás, solo que con menos recursos.


Según la última encuesta Casen 2015, en Chile hay cerca de un millón trescientos mil hogares con algún tipo de allegamiento (hogar de allegados o núcleos de allegamiento).

En Las Condes, en tanto, de acuerdo a cifras municipales, son 9.812 las familias que viven en esa condición. La comuna es la segunda con mejor calidad de vida en Chile, según el Índice de Calidad de Vida Urbana 2018 (ICVU) y la tercera con el más alto gasto municipal anual per cápita: 714 mil pesos.


Andrea Molina dice que siempre la gente se confunde debido al alcance de nombres con la exdiputada y figura de televisión:

-Como que se decepcionan cuando digo que no hablan con esa Andrea Molina, cuando me toca hablar por teléfono.

Andrea Molina, estilista del local Alta Peluquería que funciona en las llamadas Torres de Tomás Moro, en Las Condes, vive allegada junto a sus tres hijas adolescentes en uno de los departamentos del piso 14 de estos mismos edificios.

La dueña de casa es su madre, quien también vive con una hermana de Andrea y su hijo. Mientras le tiñe el pelo a una clienta que escucha atenta sus deseos de tener una casa propia, Andrea recuerda cuando postuló sin éxito a una vivienda social en Las Condes, pero sí le resultó para una vivienda en Puente Alto. Sin embargo, no quiso dejar la comuna de toda su vida.

Más tarde, en una pausa de su trabajo, recapitula sobre su vida personal y recuerda su primer matrimonio y los dos hijos que tuvo, "que ahora viven con su papá".

-Siempre vivimos de allegados -cuenta sobre sus traslados por casas de familiares a falta de un techo propio.

Luego, en una segunda relación de pareja, nacieron tres hijas: mellizas de 15 años y la menor de 13 hoy, con quienes vive en una pieza del departamento de su madre.

-Duermo en una cama de dos plazas con las tres niñas. Mi mamá duerme con mi hermana en otro dormitorio con camas separadas, y mi sobrino en otro dormitorio, porque es varoncito y ya tiene 11 años.

Solo funciona un baño y cada mañana hay un estricto cronograma establecido para que cada niño y adultos lo usen en el menor tiempo posible. Las comidas también se preparan por separado, y a veces los conflictos estallan porque sus hijas juegan y meten ruido, o porque una de ellas puede tomar un alimento del refrigerador reservado para el hijo de su hermana.

-Es súper estresante. Esto ha sido varios años, por eso necesito un espacio, mis hijas también, porque se estresan [...]. He tenido depresiones durante mi vida. De hecho, estuve hospitalizada en 2014 por una depresión severa, y hasta hoy tengo que tomar medicamentos para estabilizarme. Me ha tocado duro. Me atiendo en el Centro de Salud Mental (Cosam) de Las Condes, porque necesito de contención.

Lo que más le molesta de su situación de allegada, dice Molina emocionada, es la falta de empatía frente a las necesidades de los más débiles.

-Me acuerdo cuando nacieron mis hijas, las mellizas. Fueron prematuras y llegué acá con las niñas, y con los prematuros no puedes tener gérmenes en la casa. Pero mi hermana fumaba en su pieza, y yo con mis hijas con problemas pulmonares. Entonces, pucha, psicológicamente uno está mal porque no entiendes por qué no te comprenden, por qué la falta de empatía.

Frente a la posibilidad de obtener un cupo en las viviendas sociales anunciadas en la rotonda de Atenas, se lamenta de haber tenido que sacar por una emergencia los ahorros de su cuenta para la vivienda, aunque dice que espera llegar con los fondos suficientes para postular.

-Tenía tres millones, pero los tuve que sacar por una emergencia médica de una de mis hijas, y entonces no pude trabajar. Creo que también todo esto ha sido por estrés, por la forma de vivir. Imagínate, ahora mi hija no está yendo al colegio y tengo que ir a trabajar con ella todos los días para que no moleste en el departamento. Además, tampoco recibo ayuda del papá de las niñas. Problemas económicos, psicológicos, problemas aquí, problemas allá: es una bomba de tiempo.

Finalmente, sobre los cacerolazos del 8 de julio pasado, convocado por los vecinos de la rotonda de Atenas que se oponen a la construcción de viviendas sociales en el sector, Andrea Molina dice:

-Me causó indignación. No somos delincuentes, como nos decían en Twitter. El segundo sentimiento que tuve fue pena por la discriminación. Después me vino otro sentimiento y me dije: "Por qué tengo que aguantar esto, voy a luchar y voy a demostrar que no somos rotos ni traficantes".


El Concejo Municipal de Las Condes estableció que 60% de los departamentos del proyecto de la rotonda de Atenas serán para familias de sectores medios y 40% para familias vulnerables. Para acceder a un departamento hay que acreditar 15 años de residencia en la comuna. Los postulantes vulnerables deberán tener un ahorro de 70 UF, mientras que aquellos de sectores medios deberán contar con un fondo de entre 80 y 150 UF, unos 2,3 y 4,3 millones de pesos.

De los 85 departamentos que se construirán, cinco serán entregados al Ministerio de Vivienda para que sean destinados a personas de otras comunas, pero que trabajen en Las Condes desde hace cinco años.

Los integrantes de las familias postulantes no deberán tener antecedentes penales.


Susan Alvear, 26 años, es la administradora y creadora de la página de Facebook Subsidio Social Las Condes, grupo abierto de la red social dedicado a promover información sobre las postulaciones a viviendas sociales en la comuna. Últimamente, sus integrantes han aumentado debido a las recientes noticias en torno al proyecto inmobiliario que el municipio promueve en la rotonda de Atenas.

-Hay muchas personas que quieren saber sobre esto y que quieren mejorar su condición de vida en la comuna -dice esta activista que ha aparecido en medios de comunicación, como Radio Agricultura y algunos canales de televisión, debatiendo a favor de los allegados y personas vulnerables de la comuna que buscan adjudicarse uno de esos 85 departamentos.

Madre de tres niñas, de 4, 6 y 9 años, Alvear ha vivido en carne propia los vaivenes del allegamiento en Las Condes y no poder pagar por falta de medios económicos un techo propio.

-Soy criada acá en Las Condes, he vivido acá toda mi vida, estudié acá y casi siempre estuve de allegada. Imagínate que mi papá se quedó solo con nosotras, con mi hermana. Después se le hizo más difícil y yo quedé embarazada de mi primera hija. Me tuve que ir de ahí, porque discutí con mi padre y luego estuve viviendo de allegada en la casa del papá de mis hijas. Siempre ha sido así, como peloteando de un lado a otro.

Cuenta que desde que se separó y divorció del padre de sus hijas, las cosas se complicaron más en su vida. Sin techo para ellas, aceptó la invitación de su hermana para vivir allí de allegada.

-Pero todo se hizo más difícil porque mi hermana tiene su familia, sus hijos y su marido, sus problemas y yo llegué con mis tres hijas a una casa muy chiquitita. Fue difícil, difícil para todos, tanto para ellos como para nosotras, muchos problemas de convivencia. Nosotros vivíamos en una pieza. Ellos dormían mal, nosotros dormíamos mal, todo mal. Entonces, un día, cerca de las dos de la mañana, nos pusimos a discutir y me tuve que ir de la casa... Era el día después de Año Nuevo: ¿qué hacía sin tener a nadie más a quién pedirle ayuda?

Eso lo recuerda hoy en su actual domicilio: una vivienda sencilla, de unos 40 metros cuadrados, que arrienda en la calle Descabezado Grande. Sus dos hijas mayores juegan en la puerta de entrada con un cachorro, y su hija menor, de 4 años, Georgina, se ríe mientras come en una silla para guaguas. Alvear está pendiente de la niña y su actual pareja, Ignacio, juega con la pequeña y la alimenta de manera intravenosa, ya que Georgina padece de una enfermedad neuronal que no le permite moverse con normalidad.

-Tiene polimicrogiria lateral: una malformación del cerebro, pero está entre la categoría de una parálisis cerebral. Eso significa que necesita una asistencia mía 24/7 -dice Susan con una lágrima asomándose por su mejilla cuando piensa en el futuro de su hija menor.

-Yo quiero tener algo, más que para mis hijas grande, para ella -dice apuntando a Georgina-. Porque las más grandes van a poder valerse por ellas mismas, van a poder trabajar, estudiar, lograr sus cosas de otra forma. Pero ella no, a ella le va a costar mucho más. Y si a mí me llega a pasar algo, ella va a tener dónde quedarse.

Cuando le preguntan por qué no vive en otra comuna menos cara para vivir, ella responde que aquí es donde se crió, que ella y los suyos tienen derecho a vivir donde siempre han estado. Además, reconoce que tiene esperanzas de concretar el sueño de la casa propia en el paraíso que se está convirtiendo el proyecto de la rotonda de Atenas.

-Tengo ahorro para la vivienda, vamos bien. Pero las unidades de fomento exigidas dependen de la ficha de protección social. Y nosotros somos del grupo menos vulnerable, porque el papá de las niñas las tiene inscritas en una isapre. Entonces tengo que demostrar que yo no estoy con él, que soy divorciada y que soy más vulnerable.

De hecho, en pocos días más abandonará su actual domicilio por falta de dinero.

-Ya no puedo pagar esto -dice, mostrando su casa-. Son cuatrocientos mil pesos que ya no tengo. Me resulta súper difícil conseguir trabajo y hemos visto donde irnos a un lugar más chiquitito.

Todo sea por evitar ser allegado de nuevo, dice:

-Yo creo que ser allegado es tan incómodo, uno se siente indigno, como que no existe -dice Susan Alvear-. Mientras tú no te des un valor, mientras no te descubras a ti mismo, no le puedes enseñar a un hijo a valorarse, a que su valor sea respetado y que de verdad crea que se merece cosas buenas en la vida.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia