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El premio es una fuente energética barata y limpia:

La carrera por aprovechar la fusión nuclear obtendría sus primeros frutos en una década

lunes, 16 de julio de 2018

Richard García
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Empresa británica asegura que en 2025 ya estaría en condiciones de producir energía de esa fuente en forma industrial. Si este u otro privado lo consigue, sería un duro golpe para el consorcio internacional que construye el megarreactor ITER en Francia.



Más caliente que el centro del Sol era el plasma (un gas cargado eléctricamente) que obtuvo la empresa privada Tokamak Energy el mes pasado en Inglaterra. Lo consiguió al calentar hidrógeno a una temperatura de 15 millones de grados dentro de un reactor experimental.

Fue un paso más en la carrera por domar una miniestrella artificial para conseguir ordeñar su energía. El concepto detrás se conoce como fusión nuclear y, a diferencia de la fisión nuclear -que obtiene energía pulverizando átomos y generando residuos que permanecen por décadas-, aquí lo que se consigue con la alta temperatura es unir los núcleos de dos átomos para formar uno diferente, lo que implica liberar calor, tal como ocurre dentro del Sol. Su materia prima (hidrógeno) es barata y los desechos radiactivos duran menos tiempo.

El proyecto británico quiere tomar ventaja a ITER, el megarreactor experimental que construye, desde hace una década, un consorcio internacional liderado por la Unión Europea en Cadarache, en medio de la campiña francesa. El ITER estará terminado en 2025, cuando se espera que genere su primer plasma, pero se estima que recién en 10 años más sería capaz de producir energía en forma eficiente.

Escudo de contención

Un camino parecido en cuanto a plazos siguen 10 programas de investigación nacionales en Estados Unidos, Corea, China y el Reino Unido, cada uno con un presupuesto que bordea los 100 millones de dólares y que, en mayor o menor grado, ya han logrado sus pequeños soles artificiales e incluso generar energía, pero ínfima.

Pero tal como parece ocurrir en la carrera espacial a Marte, los privados podrían adelantárseles en varios años. Contando Tokamak Energy, al menos 20 compañías privadas están desarrollando sus propios proyectos en forma reservada y solo se sabe de ellas cuando obtienen resultados favorables. "Esto no quiere decir que lo que hagan no sea de calidad, solo que no tenemos información suficiente para saberlo", reconoce el físico de la U. de Chile Leopoldo Soto.

Si bien las fusiones se han logrado conseguir a nivel experimental desde hace más de 50 años, otra cosa es que sean lo suficientemente prolongadas en el tiempo como para poder aprovecharse, reconoce Soto. Para eso es necesario conseguir temperaturas cercanas a los 100 millones de grados, 10 veces la del núcleo del Sol. A esa temperatura el plasma sería lo suficientemente estable, de modo que se pueda producir una cantidad suficiente de reacciones nucleares que den como resultado un monto de energía mayor al inyectado.

En Tokamak Energy aseguran que podrían obtener un plasma de 100 millones de grados tan pronto como el próximo año. Si se cumple tal meta, la compañía proyecta producir energía a escala industrial para 2025, cuando ITER recién iniciará sus experimentos, lo que sería un fuerte golpe para el consorcio internacional. "Nuestro objetivo es hacer la energía de fusión una realidad comercial para 2030", asegura Jonathan Carling, CEO de Tokamak Energy.

Pero no basta con alcanzar altas temperaturas. Otra traba para una fusión estable es que todavía no existen los materiales que resistan el daño al que estarán sometidas las paredes del experimento al contener el plasma del que está formado el sol artificial, dice Soto, quien en la Comisión Chilena Nuclear ha desarrollado con éxito fusiones a una mínima escala (ver recuadro).

Para que el plasma pueda ser domado, una de las opciones es que esté contenido dentro de una especie de prisión magnética.

En el caso del ITER, ya está construido el primero de los 18 imanes que formarán este escudo. Para tener una idea de las dimensiones del experimento, cada imán mide de largo el equivalente a un edificio de cuatro pisos y pesa más que un Boeing 747. El plasma queda confinado adquiriendo la forma de un picarón, pero transfiere su calor a las paredes. Cuanto más tiempo contenido, más eficiente será el proceso y menos daño correrá el reactor.

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