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nueva integrante de la academia de Hollywood:

Andrea Chignoli

martes, 17 de julio de 2018

Por María Cristina Jurado. Fotografía: Carla danneMann.
Crónica
El Mercurio

"En Chile hay una incubadora de muchos talentos"



La tarde en que Andrea Chignoli se equivocó de academia, no la olvidará jamás. Fue en junio cuando esta montajista, quien ha participado en las principales producciones cinematográficas de los últimos diez años y trabajado con los cineastas nacionales más relevantes, recibió un WhatsApp.

-Una ex alumna mía me felicitaba por mi nombramiento en la academia. Tres días antes, con un grupito pequeño, habíamos creado la Academia Chilena de Artes Cinematográficas, y yo pensé que se trataba de eso.

Chignoli y su amiga chatearon un buen rato, cada una pensando que la otra entendía de qué academia hablaban. Y no fue hasta una hora después que la montajista de "Violeta se fue a los cielos", "No" y "Joven y Alocada", comprendió su error.

-Hablé con la Maite Alberdi y, al parecer, la Academia de Hollywood, que había invitado este año a diez profesionales del audiovisual chileno a integrarla, entre ellos yo, nos había mandado la invitación por email. Y esta se había ido al spam. La Maite la encontró y me contó.

Andrea Chignoli se enteró por la prensa del honor. Supo que este año su talento y su arte fueron reconocidos oficialmente por Hollywood y, junto a las actrices Paulina García y Daniela Vega, el guionista Gonzalo Maza, la directora Alicia Scherson y la documentalista Maite Alberdi, entre otros creadores, participará en las votaciones por el Oscar.

A los 46 años y madre de una niña de seis, Chignoli proyecta frescura cuando avanza por Providencia bajo la lluvia. Esta es una audiovisualista que supo desde muy joven lo que quería, quien trazó gran parte de su destino a mano alzada y lo ha cumplido. Su discurso no tiene preámbulos, modula cada palabra con intención: Chignoli irradia seguridad y sencillez.

-Mi padre, Roberto Chignoli, era director de publicidad. Yo, desde muy chica, tenía acceso a una moviola. Desde niña aprendí a montar, a jugar con la moviola (ya no trabajamos con moviola, sino que con computador), y desde muy pequeña ya jugaba con los descartes, siempre me pareció fascinante. Tenía once, doce años. Me parecía fascinante esto de construir historias a partir de fragmentos. De darle un nuevo sentido a los materiales, a partir de cómo tú vas yuxtaponiendo los distintos elementos. Era como un puzle. Por eso siempre digo: 'A mí me pagan por hacer puzles. Estoy todo el día jugando'.

De cómo esta audiovisualista, montajista habitual de los hermanos Larraín, de Marialy Rivas, de Matías Lira y Andrés Wood, cruzó los años de su infancia hasta convertirse en montajista estrella, es una historia que nació aparejada con el cine.

-Crecí en una familia de cinéfilos, empecé a ver cine desde muy chica. Mis padres son argentinos y se vinieron a Chile porque mi papá era muy amigo de Raúl Ruiz. Él participó como asistente de dirección en la primera película de Ruiz, "Tres tristes tigres". Y fue por esa película que se terminaron quedando en Chile y yo terminé siendo chilena. Mi historia está directamente relacionada con el cine.

-¿Nunca quiso dirigir?

-Siempre fui muy reflexiva y estudiosa, por temperamento. Y creo que el montaje de cine requiere de mucha paciencia y mucha reflexión. Soy paciente y ordenada, y eso es importante: tener un orden mental para poder ir armando las piezas. Como un puzle: te tienes que acordar que esa pieza está por allá y debes tener capacidad para relacionar los elementos. Exige buena memoria, concentración. Todo lo que se arma en el montaje tiene que ver con las relaciones entre plano y plano, escena y escena, secuencia y secuencia.

-Usted tuvo una vocación temprana.

-Nunca me interesó la dirección. Yo partí autodidacta y luego me gané una beca Fullbright (en 2000) para estudiar un máster en la Universidad de Columbia. Ahí me tocó hacer ejercicios de dirección porque en el plan común nos hacían dirigir y escribir. Y dirigir era claramente lo que no me gustaba. Horroroso. Lo pasaba pésimo, me cargaba trabajar con actores.

-¿Qué le entrega el montaje?

-A mí lo que más me gusta es tener esa distancia que uno tiene, ver ese material con el cual uno no tiene ningún apego. Porque uno muchas veces no conoce a los actores, ni siquiera tiene apego con la historia porque uno no la escribió. Y así puedo convertirme en el primer espectador para evaluar la película con distancia. Yo siento que cuando eres director, no tiene distancia alguna.

Hay cineastas que hacen de todo, incluso intervenir en el montaje, dice Andrea Chignoli. Y algunos con pasión, como Andrés Wood, quien está terminando de filmar su nueva película, "Araña", que ella monta desde que debutaron en el set. "Hoy me llamó desde Buenos Aires y me dijo que solo quería llegar a trabajar en el montaje conmigo".

La óptica de esta experta audiovisual deja traslucir su oficio como espacio privilegiado de reflexión, muy lejos de quienes la visualizan como solo una técnica. Su pasada por Columbia le abrió los ojos. Estuvo cinco años en Nueva York, donde no solo sacó su máster, sino también restauró películas de Alejandro Jodorowsky.

-¿Siente un montajista la soledad de los escritores?

-A mí me es mucho más cómodo trabajar sola o en grupos mínimos, como el director y yo, que en equipos grandes. Mi capacidad de atención y de reflexión florece en espacios contenidos y solitarios. Y también hago clases, ese es un contrapeso. Yo disfruto mucho la soledad y el montaje, por sobre todas las cosas, me entretiene mucho. Montar para mí es ganarme la vida jugando con imágenes. No lo comparo con la soledad del escritor. Me tocó en Columbia escribir guiones y yo encontraba que era una pesadilla estar frente a la página en blanco. Pero acá no estoy en una página en blanco. Estoy con imágenes que ya están vivas y una película es una historia viva.

Andrea Chignoli trabaja diariamente con el ensayo y error. Son palabras recurrentes en ella al hablar de su profesión.

-¿Cuánto ensayo y error cuesta una buena película?

-¡Uf! Lo que te puedo decir es que para "Violeta se fue a los cielos" (de Andrés Wood), nosotros llegamos a tener alrededor de unas 35 versiones solo del inicio. Las dos películas más desafiantes que he montado fueron "No" (de Pablo Larraín), por la cantidad de material que teníamos: 500 horas solo de material de archivo. ¡Y algunas escenas se habían filmado a cuatro o cinco cámaras! Y la otra compleja fue "Violeta se fue a los cielos", con una propuesta de un montaje no lineal, si no completamente anacrónica, donde los tiempos se entrelazaban. Otra película muy desafiante fue "Joven y Alocada". Con la Marialy Rivas nos hicimos amigas trabajando y somos amigas hasta hoy. Me encantan los temas que trae a la escena. La Marialy es feminista. Y su exploración no es solo ideológica o temática, sino que viene siempre acompañada de una exploración formal. En "Joven y Alocada", ella trató de retratar el mundo virtual en que vivía la protagonista, el del blog, el del Messenger. Fue súper interesante, porque estábamos inventando en la medida que íbamos montando.

frente a Wall Street

Chignoli, quien ha dedicado su vida adulta a estudiar el cine, identifica solo a dos cineastas mujeres que trabajaron en Hollywood entre los años 30 y los 50. Dorothy Arzner e Ida Lupino fueron las únicas sobrevivientes detrás de un sillón de dirección cinematográfico en el período del brutal cambio que significó el paso de un cine silente a un cine sonoro. Esa transformación, que dejó sin creadoras a la industria en Estados Unidos, fue, más que un cambio creativo, un cambio económico. Y las mujeres salieron perdiendo.

-Históricamente, en Hollywood, durante la época silente, el 50 por ciento de las personas que trabajaban en cine, incluido guion y dirección, eran mujeres. Cuando, a partir de 1927, surge el sonido, filmar se vuelve mucho más caro. Se necesitaron estudios insonorizados y cámaras blindadas porque los micrófonos eran muy básicos en ese tiempo. Y ahí entra Wall Street y el cine se convierte en una industria, entra a haber dinero. Y todas las mujeres fueron expulsadas de Hollywood. Quedaron solo dos realizadoras. Así, entre los años 30 y los 50 solo hubo dos mujeres que dirigieron películas.

Pero algo sucedió en la sala de montaje, dice Andrea Chignoli. La moviola se convirtió en el refugio de las que querían seguir produciendo material cinematográfico. Un lugar semioculto, silencioso y anónimo que les permitió florecer.

-Creo que las mujeres mantuvimos tácticamente este lugar en el montaje, porque, aparentemente, necesitábamos destreza manual en la época de la moviola. Pero fue nuestra trinchera. Eso creo yo: el lugar donde nos parapetamos. Donde había poder de decisión aunque estábamos alejadas de las luces, de la alfombra roja y de cualquer tipo de gratificación. Piensa que Hitchcock trabajó siempre con su mujer y ella fue su gran asesora. Era su montajista.

Chignoli recuerda que Alma Reville, la mujer de Hitchcock, ha sido reconocida como el poder en las sombras: quien nunca brilló, pero fue capital en el éxito de su marido cineasta. "La sala de montaje es un espacio de mucha toma de decisiones, en conjunto con el director, por supuesto".

-La revista Variety dijo en 2017 que veía a Chile como el país N° 1 de la cinematografía latinoamericana. ¿Cómo interpreta esta frase?

-Yo diría que, desde el 2007 en adelante, ha habido un movimiento en que el cine chileno empezó a tratar historias de un modo muy original. Y tenemos un porcentaje enorme de películas que quedan en Festivales Clase A: en Cannes, Berlín, San Sebastián, Venecia. Y hemos tenido mucha presencia en el Festival de Sundance. Hubo tres nominaciones al Oscar: por "No", "Una mujer fantástica" y el cortometraje de animación, "Historia de un Oso", además de que estas últimos ¡lo ganaron! Estamos muy bien posicionados para la producción tan pequeña que tenemos. Lo que nos falta todavía -creo que es un problema no solo chileno, sino de América Latina-, es generar atención en las audiencias.

-Hay quienes sostienen que las audiencias son menores porque el cine chileno es muy críptico.

-No. Creo que el cine chileno está tocando temas, como en "Una mujer fantástica", que son universales. "Una mujer fantástica" por algo ganó el premio que ganó, porque está tocando un tema que es muy contingente y que muchas sociedades discuten. No siento para nada que hoy sea ese cine, que sí hubo en una época, que era críptico. Se ha sofisticado. Pero la gran masa en Chile está acostumbrada a ver televisión y busca contenidos livianos y de comedia. Eso explica por qué los autores de comedia han sido los que más público han llevado al cine.

Chignoli menciona a "Sexo con amor" y las películas de Kramer, a sus ojos, "el mayor éxito de audiencias que ha habido nunca. Hay un gran apego a la comedia, el drama es un gusto adquirido. Y falta ejercitarlo".

-El cine chileno está haciendo historia. Ya el Oscar no es un sueño. ¿Cuáles son los nuevos desafíos?

-Creo que todos nos hemos ido profesionalizando y hemos también mirado al mundo. Yo estoy, desde hace varios años, trabajando no solo para Chile. He montado varias películas en Latinoamérica y este verano estuve montando mi primera película de Hollywood, con Susan Sarandon y Edie Falco, dirigida por Maryam Keshavarz. Se llama "Vulture Club", el Club de los Buitres. Me gusta la forma en que se trabaja en Chile. Tenemos una enorme libertad. Hay menos recursos, pero eso también hace que haya más ingenio. Con un amigo decimos: "Contar más con menos, versus un cine que cuenta poco teniendo mucho".

-Como profesora, ¿cómo ve los movimientos de las mujeres en Chile, las tomas y paros universitarios de este año?

-Yo personalmente aliento mucho a mis estudiantes que estuvieron en esta toma, que hicieron con un gran respeto en Casa Central de la UC. Y lograron en muy poco tiempo muchas cosas, no solo para ellas: también para las trabajadoras tercerizadas de la UC, y para el estudiantado trans, para que sea reconocido por su nombre social.

-¿Y a nivel país?

-¡Encuentro que es tan necesario! Y esta nueva generación nos está ayudando a nosotras, las más viejas, a darnos cuenta cómo muchas actitudes, comportamientos, hábitos que estaban naturalizados no son para nada normales. (...) He escuchado a varios hombres decir que están asustados. Yo creo que este movimiento se va a ir decantando y suavizando.

-¿Usted se considera feminista?

-Sí. De toda la vida. Y no tengo miedo de decir la palabra. Porque yo considero que ser feminista es creer en la igualdad de derechos. A mí me gusta lo que está pasando en Chile. Me parece muy esperanzador. Veo que hay nuevas generaciones con propuestas muy interesantes. Hay directores jóvenes que pronto van a empezar a florecer y que son muy interesantes. Yo siento que en Chile hay una incubadora de muchos talentos. Hay mucho talento. Y eso ya lo reconoció Variety: ya lo vieron. *

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