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Frutas y hortalizas amplían el agro mapuche

lunes, 16 de julio de 2018

Eduardo Moraga Vásquez/ Región de La Araucanía
Campo
El Mercurio

A través de ellas, comunidades indígenas de la Región de La Araucanía cambian su realidad económica y productiva. Con cerezas, arándanos, uva vinífera, berries, betarragas y lechugas, entre otros, logran obtener un mayor valor agregado a la hectárea de tierra que con cultivos como el trigo.



U na decena de jóvenes ocupa como cuartel central una sede de la Comunidad Antonio Canío en el sector de Natre, en la comuna de Vilcún. Tienen entre 22 y 30 años. En el camino de entrada, dos filas de camionetas, a ambos lados de la calzada, esperan por sus dueños.

En la última semana, la lluvia no ha dado tregua a la Región de La Araucanía, y la tracción cuatro por cuatro de los vehículos se agradece. Los caminos de tierra abundan en Vilcún. También las comunidades mapuches, como la de Antonio Canío.

La vida en la comunidad de Vilcún es una muestra de lo que ocurre en la Región de La Araucanía. Mientras que en Chile el promedio de personas consideradas como pobres llega al 11,7%, en la región sube a 23,6%. Una parte desproporcionada de esa carga la soportaban las comunidades indígenas.

-Acá, cada familia tiene una hectárea o menos. ¿Qué puedes hacer con eso? Una hectárea de trigo, si todo sale bien, da 200 mil pesos en un año. No da para vivir. Por eso no tiene sentido romper la tierra, es mejor irse a la ciudad a trabajar en la construcción u otro oficio- argumenta Sergio Riquelme, joven miembro de la comunidad Antonio Canío.

Riquelme habla sobre las dificultades que debió enfrentar su generación. Su relato es seguido con atención por los jóvenes mapuches, sentados en círculo al centro de la amplia sede social. La mayoría trabajó como temporeros en predios frutícolas de la zona central. El dinero conseguido en podas y cosechas era una inyección de recursos para sus familias.

Decir que venían de Vilcún, además, no era bien visto. La comunidad Antonio Canío vive en medio de una zona con algunos de los hitos más simbólicos del conflicto de La Araucanía. A menos de siete minutos en automóvil se llega al predio donde en 2013 se cometió el crimen en contra del matrimonio Luchsinger-Mackay. Casi a la misma distancia está el punto en donde murió Matías Catrileo por disparos de la policía, cinco años antes.

Contra la pobreza y la fama de Vilcún, los jóvenes de la Antonio Canío empezaron una batalla hace un lustro. El que marcó el camino fue Ramón Canío. Su arma: lechugas.

El comunero usó un paño de terreno familiar para tener sus hortalizas. Sin maquinaria y casi sin conocimiento, Canío partió con las lechugas. Su ventaja es que requieren superficies menores a las del trigo y tienen una rentabilidad hasta cinco veces mayor. Se dio cuenta de que con una buena demanda esto podría resultar, porque la oferta proveniente de la zona central era bastante más cara que la suya. El menor costo del transporte le abrió oportunidades de vender en Temuco. Rápidamente la nueva generación de la comunidad decidió copiar la idea de Román Canío. En vez de seguir un camino individual, decidieron asociarse en la Cooperativa Natre para comercializar en conjunto. Comenzaron a compartir el escaso conocimiento en hortalizas -parte de él conseguido viendo videos en YouTube-, semillas y apoyo financiero.

A pesar de la unión, el camino no fue fácil.

-Movíamos nuestras lechugas en triciclo. Cuando conseguíamos flete para vender en Temuco, llegábamos en la tarde a la Feria Pinto y teníamos que esperar despiertos hasta que amaneciera y partiera la primera micro para Vilcún. Decíamos "cuándo será el día en que tengamos una camioneta" -recuerda Sergio Riquelme.

En los cinco años siguientes vendría una sucesión de cambios.

La cooperativa Natre se ganó fama de buena proveedora. Comenzaron a abastecer a clientes institucionales, como hoteles y restaurantes, en la zona sur. Diversificaron su oferta, sumando productos como acelgas o betarragas, lo que les permitió aumentar el volumen de ventas y extender la cantidad de semanas en que pueden ofrecer sus productos. En ese proceso fueron apoyados en momentos clave por el Indap.

La apuesta les resultó. Hoy manejan, en conjunto, 60 hectáreas de hortalizas.

-Acá, en el territorio, los jóvenes quieren hacer lo mismo que nosotros. Nos ven en las camionetas y quieren ser como nosotros. Somos abiertos para contarles lo que estamos haciendo -explica Luis Ramón, presidente de la Cooperativa Natre.

Los emprendedores mapuches pretenden llegar a las 200 hectáreas en el mediano plazo, además de construir una central de procesamiento y guarda de las hortalizas.

-Nos gustaría meternos también en la fruticultura. La conocemos al haber trabajado como temporeros, y está creciendo en la Región de La Araucanía -remata Luis Ramón.

Ejemplos como los de la Cooperativa Natre surgen esporádicamente en las tierras del Toltén y el Imperial.

En solitario, con apoyo estatal o con la transferencia tecnológica de grandes empresas agrícolas, comunidades mapuches se están lanzando a emprendimientos agrícolas no tradicionales.

Gobierno ajusta plan

La oficina de Luis Mayol tiene una sola ventana y da a la plaza Aníbal Pinto, la principal de Temuco. Desde marzo, el abogado y ministro de Agricultura de la primera administración de Sebastián Piñera es intendente de la Región de La Araucanía. Frente a su escritorio y a un costado de la ventana tiene pegado un mapa regional. No uno cualquiera. Muestra las zonas de desarrollo indígena. Mayol sabe que se juega buena parte de su evaluación si los emprendimientos agrícolas como la Cooperativa Natre se multiplican.

-En la zona central vivimos una situación similar hace décadas. Los cultivos anuales dieron el paso a la fruticultura y la horticultura moderna. En una hectárea de frambuesas puedes lograr ingresos 50 veces superiores a los que obtienes en el trigo. El cambio climático, los cambios en las tecnologías de producción y la demanda de los mercados internacionales están empujando la fruticultura hacia el sur.

El intendente trabaja contra reloj para entregar una propuesta al Presidente Piñera, para mejorar las condiciones de vida en su región. El plan se llama Impulso Araucanía y se lanzará en cuatro semanas más. La agricultura, junto al turismo y la generación de energías renovables son los tres ejes para mejorar la economía regional.

Mayol ya ha tenido dos reuniones con Piñera para discutir el avance del proyecto. Aunque la versión final deberá ser visada por el Presidente a mediados de agosto, ya hay luces sobre las metas. Con un horizonte de cuatro años se espera pasar de las actuales 11 mil hectáreas regadas a 20.520 hectáreas en cuatro años.

Para 2026, el objetivo es cerrar con 23.680 hectáreas bajo riego. Este punto es central, pues la fruticultura y las hortalizas necesariamente requieren de riego para funcionar.

El intendente apuesta, además, a replicar la política de alianzas productivas que aplicó el Indap durante su paso por el Minagri. Afirma que conectaron a 106 empresas con 8.000 familias.

-Cuando una empresa que sabe procesar y comercializar apoya el desarrollo de los agricultores, se genera un círculo virtuoso -señala la autoridad.

Mayol pone como ejemplo el trabajo de Frutícola Olmué, propiedad de Juan Sutil, que se asoció con comunidades mapuches de Ercilla y Vilcún para plantar berries. La empresa entrega apoyo técnico, además de facilitar el acceso a plantas y actuar como poder comprador de la fruta.

A fines de mayo, Mayol le pidió a Ricardo Ariztía, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, que reuniera a empresarios para mostrarles el potencial de negocios agrícolas que tiene La Araucanía. Llegaron 90. Uno de los temas que se discutió fue la violencia rural. El intendente argumentó que se trata de sectores puntuales de la región y que se está trabajando para resolverlo.

-En La Araucanía hay un potencial enorme, y el Estado tiene que mostrarlo. Siempre hay inversionistas buscando oportunidades.

Un ejemplo reciente es el trabajo de la comunidad Buchahueico, en Purén, con la viña San Pedro.

Este año, los comuneros cosecharon por primera vez cinco hectáreas de pinot noir plantadas en 2015 con el apoyo financiero y técnico de la empresa vitivinícola. Los agricultores reciben un dólar por kilo de uvas, un precio alto para Chile, monto del que se va descontando el aporte inicial de San Pedro.

-Ha sido un gran cambio. Antes no existían muchas alternativas: trabajar cortando árboles o criar animales. El trigo ya no daba para vivir -reconoce Pedro Curín Chicahual.

Curín explica que el proyecto ha tenido un impacto fuera de su entorno inmediato.

-Gente de otras comunidades nos ha venido a visitar para conocer las viñas. Les llama la atención, porque los ingresos son mucho más altos que con otras alternativas.

Mayol afirma que las 10 hectáreas en Buchahueico debe ser solo el comienzo. Si no es San Pedro el que crezca en la zona, pueden ser otras viñas que lleguen desde la zona central.

El plan que presentará el Gobierno tendrá asociado herramientas de Corfo, diseñadas específicamente para La Araucanía, que apoyen la reconversión hacia la fruticultura, viticultura y producción hortalicera moderna. Uno de los puntos clave es apoyar el acceso de los agricultores -mapuches y no mapuches- al financiamiento bancario. El detalle de las medidas sería anunciado por Piñera en agosto.

René Araneda, seremi de Agricultura, explica que la actual administración pondrá énfasis en la asociatividad.

-Los pequeños productores tienen que enfrentar los mercados en forma conjunta, porque solos no tienen ningún destino. En el plan Impulso Araucanía vamos a tener un capítulo especial de fortalecimiento de las cooperativas u otras organizaciones similares -sostiene Araneda.

El seremi enfatiza que, sobre todo en las etapas iniciales, el cooperativismo facilita la transmisión de conocimiento, una variable clave si se piensa introducir nuevos rubros en la región. "Además, la riqueza que se crea queda en el mismo territorio", agrega.

Cerezas y We Tripantu

-Algunos vecinos estaban asustados al principio. Sin embargo, cuando conocieron como éramos nos hicimos cercanos. Cuando nos falta agua, ellos la facilitan. Si ellos requieren de una maquinaria, se la prestamos -explica María Rapimán, presidenta de la Cooperativa Antonio Rapimán.

En 2015, la Conadi les entregó un campo con 124 hectáreas de manzanos en la zona de Perquenco, a poco más de 43 kilómetros al norte de Temuco. La comunidad que dio origen a la cooperativa homónima está compuesta por 48 personas y se ubica en la zona de Padre Las Casas. Con los recursos generados por las manzanas, más apoyo estatal, tienen planificado construir un villorrio dentro del predio para trasladarse definitivamente. En los alrededores son la única presencia de población mapuche.

Aunque no tenían experiencia en fruticultura, se metieron de cabeza a trabajar y aprender. Sus dos principales comercializadores son las exportadoras Copefrut y San Clemente.

Luis Chadwick, presidente de San Clemente, explica que la Comunidad Antonio Rapimán es responsable de algunas de las mejores manzanas que exporta. De hecho, ha podido colocarlas en tiendas de alto estándar en Europa.

-A la comunidad le hemos traspasado conocimiento de cómo manejar el campo y ellos han cumplido al 100% -explica el empresario.

No se trata solo de palabras de buena crianza. Chadwick y los Rapimán acordaron plantar 10 hectáreas de cerezas el próximo año. El costo de las plantas será descontado parceladamente del ingreso que generan las manzanas.

Chadwick, además, quiere explorar la posibilidad de crear un vivero para plantas de maqui en la zona.

Los socios de la cooperativa exploran también la posibilidad de comercializar su propio jugo; ya tienen el prototipo, usando las manzanas como base. Además tienen agendado un viaje a Estados Unidos para estudiar la factibilidad de asociarse con inversionistas extranjeros, para producir energía a partir de los desechos biológicos que se generan en la producción de las manzanas.

Los Rapimán planifican y trabajan en grande. En temporada alta, llegan a tener cerca de 180 trabajadores en el predio. Las manos de su comunidad no dan abasto y han debido contratar a afuerinos, incluso trabajadores de otros países.

-Cuando se quema un camión en La Araucanía, sale altiro en la televisión. Todos piensan que es una zona roja. Sin embargo, no se muestra a la gente que trabaja todos los días, como nosotros. Estamos orgullosos de ser mapuches y de ser fruticultores. Todo nos ha costado, es una lucha de generaciones, porque se nos reconocieran nuestros derechos. En nuestra empresa, sean mapuches o no, todos celebran el We Tripantu -el año nuevo indígena- como un día feriado y organizamos celebraciones -explica María Rapimán.

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