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Las lealtades de la izquierda

jueves, 12 de julio de 2018


Opinión
El Mercurio




Señor Director:

En tiempos de modernización capitalista, la izquierda chilena no solo tiene que hacer frente a los profundos cambios que han tenido lugar en la sociedad de nuestro país en las últimas décadas, cuyos rasgos la tienen con el pie cambiado -justo cuando parecía que el capitalismo tambaleaba después de la crisis de 2008-, sino que debe arrastrar el peso muerto de su compromiso con los proyectos políticos que sus pares latinoamericanos impulsaron hasta no hace mucho, con poco éxito y en algunos casos con efectos desastrosos. Al contrario de lo que algunos han querido creer, todo indica que la imagen de "Chilezuela" fue un factor relevante que jugó en contra de Alejandro Guillier en la última elección presidencial. La más tenue permisividad con los descalabros que ocurren en el vecindario tiene efectos políticos en un país como el nuestro, cuya clase media no tiene la menor disponibilidad para ver interrumpidas sus aspiraciones de movilidad social y prosperidad.

Cabe preguntarse, entonces, las razones de semejante proceder. Solidarizar con proyectos políticos de izquierda que han fracasado, despreciando la democracia y los derechos humanos, ha sido la tónica de la izquierda a lo largo de los años, a sabiendas del apreciable costo político que importa. En los últimos años se ha añadido la corrupción, practicada a gran escala por algunos de esos gobiernos "amigos", como factor que incrementa un costo que ya no es despreciable y que en Chile afecta su rendimiento en las elecciones. ¿Cómo puede entenderse esta postura? ¿Lealtades personales o quizás un cierto oportunismo que no siempre logran apreciar los legos? La respuesta es otra: se trata de una convicción política profunda, que pasa por sobre las evidencias, en algunos casos abrumadoras, y que relativiza las penurias que viven millones de latinoamericanos. Así las cosas, no deberían esperarse de parte del sector respuestas o iniciativas distintas a las que hemos conocido hasta aquí.

El problema es que para progresar en el siglo XXI las naciones necesitan de izquierdas y derechas modernas que se distancien con toda claridad de sus peores versiones, especialmente cuando están cerca de nosotros, poniendo el bienestar de los ciudadanos como el fin último de la política.

Claudio Hohmann

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