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Encuentro de familias

sábado, 23 de junio de 2018


Arquitectura
El Mercurio

El arquitecto Cristián Roco diseñó la casa de veraneo para la familia de su hermano. En el mismo sector donde crecieron, ahora convertidos en profesional y mandante, levantaron un espacio que reúne todos los requisitos que ambos exigían para disfrutar la vida de campo junto al lago Colbún. Lo mejor es que todos quedaron contentos.



E n El Colorado, en la ribera norte del lago Colbún, y a no más de 50 metros del agua, es el lugar donde, por pura casualidad, quedó ubicada la casa de veraneo de Arturo Roco y su mujer, Bernardita Jorquera. El destino quiso que al visitar a un amigo se entusiasmaran con el sector -cercano al campo de avellanas europeas que cultivan- y que terminaran por olvidar el proyecto de construir en la playa. Más encima, había un terreno de 5.000 m {+2} a la venta, que aunque no era el más tentador, por lo sucio -un bosque de moras y botadero para los escombros de todos los demás sitios-, se podía limpiar con los tractores y la retroexcavadora de sus faenas agrícolas.

"¡Benditos escombros!", dice hoy Arturo. Muchos de ellos, según le contaron después, quedaron de la construcción de la antigua central de la represa Colbún, y lo que más apareció fue gravilla, maicillo y arena.

-En dos meses tuvimos todo limpio. Dejamos el bosque: algunos nogales, litres, pinos y cipreses que había. El maicillo lo usamos para las fundaciones; y el ripio y la arena, para la mezcla. Sembramos pasto y Bernardita empezó con el jardín.

El arquitecto también había empezado su parte. Cristián Roco, hermano del dueño de casa, supo conciliar sus propuestas con los requisitos de la familia que, desde el principio, le pidió una gran sala y una enorme cocina integrada, porque "la vida cuando vas al campo con hijos y amigos se hace ahí; todo era transable, menos eso", dice el hermano-mandante. Además, le pidió incorporar un "concepto gringo" que le parece muy cómodo y poco frecuente en Chile: garaje con conexión directa a la cocina. "Eso de estacionar bajo techo y entrar directo, es genial".

Lo primero que vio el arquitecto fue cómo orientarse en el sitio. Desde el principio buscaron mirar al lago, pero terminaron asumiendo que la vista solo se obtenía rara vez, cuando había cota máxima, así que optaron por darle la espalda y disfrutar el bosque del fondo.

Sin ostentación desde el camino, la casa se percibe como una línea en el terreno, dejando la vida privada -con quincho, piscina y una amplia superficie de pasto- a resguardo.

-Surgió esta casa larga con un gran pasillo por el centro, que la recorre como una columna vertebral y separa los dos volúmenes horizontales que la forman. A simple vista, parece una construcción de dos aguas, pero se trata de dos cuerpos separados por este pasillo, y cada uno tiene techo de un agua; el efecto es como si estuvieran unidos.

Otra curiosidad -cuenta Cristián- es que la construcción desde su frente pareciera tener dos pisos, por la línea de ventanas en el nivel superior. Estas tienen por finalidad capturar la luminosidad poniente, que acaba temprano por la presencia de cerros; y llevar luz al interior, evitando, además, el sol directo. "Siempre trato de diseñar dando mucha luz, lo único que puede pasar con su exceso es tener que bajar una cortina; mucho peor es vivir en la oscuridad", dice el arquitecto como declaración de principios.

En la vivienda, inevitablemente, hay guiños a su casa de origen. La cocina mirando a la calle, "como se acostumbra en el campo, para saber quién se acerca", o la cantidad de nichos y estantes que se dispusieron en el corredor central para instalar recuerdos y adornos familiares. Buscaron emular en madera la firmeza de los muros de adobe, y para ello usaron doble estructura de pino y fierro, con amarra de acero a las vigas. Una casa firme, sólida. "Las vigas son estructurales, en raulí; nada es meramente decorativo", aunque cada madera fue seleccionada de forma especial. "Son chapas de raulí y roble traídas de Curacautín; lo mismo que las molduras de las ventanas, maderas nativas a las que solo les aplicamos impregnante natural". Y en el exterior, un tono preparado especialmente para que armonice con su entorno.

"MIS TRES HIJOS, DE ENTRE 23 Y 27 AÑOS, VIENEN EN INVIERNO Y VERANO; COCINAN, TRAEN AMIGOS, LA DISFRUTAN MUCHO".

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