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sábado, 05 de mayo de 2018

por Rodrigo Munizaga foto sergio alfonso lópez dirección de arte MAnuel Godoy
Crónica
El Mercurio

Bajó siete kilos, tomó clases diarias de boxeo y estuvo un año encerrado para interpretar a Martín Vargas en la miniserie que Mega estrena este lunes. El actor de El reemplazante y Sitiados, considerado uno de los mejores de su generación, nació y creció en una población de San Joaquín, estudió electricidad como su padre y trabajó en el Homecenter, pero estaba obsesionado con el teatro. "Quiero ganarme un Oscar, ese es mi objetivo", dice.



Cuando Gastón Salgado (33) terminó de grabar la miniserie Martín, el hombre y la leyenda, en julio de 2016, se quedó sin un peso. Estaba cesante, le robaron su moto y tuvo que dejar su casa en Peñalolén para volver a la de sus papás, en la población Juan Planas, de San Joaquín.

 

-Fue sentarme en la cuneta, donde empezó todo en la población, y partir de nuevo -recuerda el actor, considerado uno de los mejores de su generación y quien interpretó a un narcotraficante en El reemplazante, a un mapuche en Sitiados y a un carabinero en Juana Brava antes de ponerse en la piel de Martín Vargas. Una ficción de cuatro capítulos, inspirada en la vida del boxeador, y cuyo estreno se ha ido posponiendo, hasta que finalmente la exhibirá Mega a partir del próximo lunes 7, desde las 23:30.
-No tenía pega y todos creían que me estaba yendo increíble. Pero fue bueno, lo veo como un aprendizaje, porque quizá no estaba tan preparado. Estaba muy loco, me creía Martín. No fue solo que lo interpretara: yo ERA Martín.


Salgado era un adolescente y pasaba encerrado en la pieza de su casa, viendo películas. Desde Rocky y Rambo hasta Terminator, sus favoritas eras las cintas de acción. Su sueño era ser protagonista de una de ellas. Pero veía televisión y ese sueño se disipaba. 

 

-La TV distorsiona la realidad y los cabros se frustran, porque genera conductas y percepciones. Me pasaba eso que con este sueño de ser actor, miraba la tele y decía: "No tengo ninguna posibilidad, todos son rubios, yo soy moreno, negro, chico". Era pobre, ser actor era un sueño, no una realidad -cuenta el actor, sentado en un café de Lastarria, a pasos de su nuevo departamento-. Él lleva el mismo nombre de su padre, un electricista que miraba con desconfianza el sueño de su hijo. Siguiendo su ejemplo, estudió electricidad en el Liceo industrial de San Miguel Agustín Edwards Ross.

 

-Estudié eso porque no tenía nada más que hacer. En el colegio me iba mal, era flojo, y la población era tranquila, pero igual había delincuencia y drogas. Yo vivía al lado de un potrero, que ahora es un parque. Mis papás me sobreprotegían harto, no dejaban que saliera. Tenía pocos amigos, porque siempre he sido muy miedoso. Por eso la actuación me ha ayudado harto, ha sido una manera de sobrevivir -dice Salgado.


Hasta que convenció a sus padres de apoyarlo para estudiar teatro en la Universidad de Las Américas, gracias a un crédito. Pero tras un año tuvo que salirse por problemas económicos. Trabajó dos años como vendedor en Homecenter, en el departamento de electricidad, hasta que juntó plata y entró al Instituto Arcos para seguir con la carrera, que alternaba con el trabajo.


-Mi papá me hacía ver la realidad, que viera a los actores que había, que no tenía por dónde. Pero soy obsesivo. Miro lo que he hecho, siempre he sido como un caballo de carrera, enfocado, y en el camino he perdido amigos y minas, porque he estado obsesionado con esto -reconoce.
Tras estudiar en el Arcos, tomó talleres en la Escuela de Actores Roberto Matus, perfeccionando su técnica.


-Gastón es uno de nuestros orgullos, uno de los mejores actores -dice Matus. Tiene mucho compromiso con lo que hace y ha sido muy determinado en optar por el cine y las series por sobre las telenovelas.
En esa escuela conoció al director Nicolás Acuña. Él lo llevó a El reemplazante -un rol con el que obtuvo elogios y figuración- y luego a Sitiados, papel para el que el actor subió ocho kilos, aun cuando todavía no había sido seleccionado, porque FOX -coproductor de la serie junto a TVN- no estaba convencido de su elección.


-Lo encontraban débil, físicamente -cuenta Acuña. Querían un cuerpo más fuerte y parecido a un leñador que a alguien de gimnasio, y Gastón lo entendió perfectamente. Su cambio fue bien impresionante, y tiene que ver con que en su vida, la actuación tiene un rol muy preponderante.
Para Salgado, trabajar en una superproducción fue una experiencia. También recuerda cómo fue compartir set con Benjamín Vicuña:


-El "Benja" bien, pero es raro trabajar con él, porque finalmente está en otra. Me acuerdo que, al mismo tiempo, él también estaba grabando otra serie y comerciales; entonces está, pero no está.


Para Martín, el hombre y la leyenda, Salgado siempre fue la primera opción del director Juan Francisco Olea y el productor Cristóbal Zapata. Cuando estudiaban, ellos en el Uniacc y él en el Arcos, hicieron juntos un ejercicio de escuela y luego la cinta El cordero, aunque sus escenas quedaron en la mesa montaje. La revancha vino con la miniserie de Martín Vargas, primero con un teaser que recibió fondos del Consejo Nacional de Televisión y luego con la grabación de los cuatro capítulos. Apoyada por Mega, inicialmente el canal no estuvo convencido de tener a Salgado y propusieron a Fernando Godoy. Para el rol de la esposa del boxeador, María Gracia Omegna y Luciana Echeverría figuraron como opciones, aunque el papel recayó en Francisca Lewin.

 

-En la miniserie, Martín es un héroe. Es bueno reivindicar su imagen, que es muy importante para los jóvenes. El principio por la dignidad, de hacer algo por tu país, por tu familia, marca un modelo. Luego transformaron al ídolo en un borracho, y no quita que era bueno para el copete, pero como muchos. Es el roto que la hace -sintetiza sobre el tono de la ficción.

 

Para interpretar a Martín Vargas, el actor decidió hacer una rutina extrema. Bajó siete kilos, empezó a tener un plan diario de ejercicios con un personal trainer y clases de boxeo con Christian Farías, el mismo que ha entrenado a actores como Gonzalo Valenzuela o Simón Pesutic, aunque Salgado no sabía nada de boxeo. Lo más radical fue arrendarle a un amigo una casa en la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Ahí se encerró, durante un año, solo junto a tres perros.

 

-Pensé: aquí voy a estar lejos de todo. Aislado de lo que me hacía ser Gastón: mis amigos, mi familia. Necesitaba borrarme y ser otra persona. Todos me decían que estaba loco. Me creía boxeador, hacía abdominales, salía a correr a las 3 de la mañana, con lluvia, me creí el cuento. Fue la manera de hacer el personaje, me obsesioné con Martín Vargas, experimenté lo que era ser un profesional, comer huevos, tomar las proteínas, que te duelan las manos, sentir el agotamiento y la rabia.
-¿Por qué necesitaba de esa rabia para actuar? 


-Para pelear tienes que tener una justificación y la mayoría de los boxeadores son cabros pobres. Y a mí se me hizo el link con mi vida; vengo de San Joaquín, de una vida compleja, nunca me faltó comida ni estudios, pero igual de familia humilde. Para grabar una serie como protagonista, he estado mentalizado toda mi vida para lograrlo. Por eso lo hice al chancho. Luchar por la pobreza, por tu familia; me acordaba de mi vida, lo que me había costado. Todo eso fue material para subirme al ring con boxeadores de verdad. Después que terminaron las grabaciones, fue complicado. ¿Cómo te sales del personaje? ¿Cómo vuelves a ser tú?

-¿Y cómo volvió a ser usted?

-Ha sido un proceso hasta ahora. Pero soy otra persona, sigo entrenando boxeo tres veces por semana. Fue como un luto terminar el personaje.


En Martín..., Salgado luce rasgos similares a los de Martín Vargas -especialmente cuando llega a los 40 años- y lo interpreta desde que tiene su primera pelea profesional y se casa con Mireya (Francisca Lewin) hasta que cae en la decadencia, luego de disputar (y perder) cuatro títulos mundiales, y su hijo Martín (Lucas Bolvarán) lo incentiva a volver al boxeo.


 
-Tiene una versatilidad admirable -dice Rodrigo Cuevas, guionista y productor ejecutivo de la miniserie, sobre Salgado-. Que haya crecido en San Joaquín hace que llegue con un bagaje que solo aporta a su trabajo y a nuestro medio, donde la mayoría de los actores pertenecen al sector oriente de Santiago. Y él trae consigo un talento que enriquece a la industria. No solo es uno de los mejores actores de su generación, sino de Chile.


Pero la mayor fuente de inspiración para Salgado fue el propio Martín Vargas: fue a verlo al Estadio Nacional, donde entrena a niños, y a la casa del ex pugilista durante cuatro meses. El boxeador, la primera vez que lo vio, solo atinó a decir: "Vos erís mucho más alto que yo".
-Nos hicimos amigos altiro, cuenta historias, sabe lo que le hicieron los periodistas, la época en la que estuvo él como boxeador, que fue un tapadero de luces. Vas el segundo día y te cuenta las mismas historias, el tercer día, lo mismo. Los mismos gestos. Es una persona fácil de imitar. Lo difícil fue entrar en el ser humano, porque construyó un personaje de sí mismo y por eso habla en tercera persona.


Hace unos días, Salgado se instaló en Puerto Montt para filmar la película Algunas bestias, junto a Andrew Bargsted, Paulina García y Alfredo Castro y en junio grabará una serie ganadora de fondos del CNTV, Héroes invisibles, dirigida por Alicia Scherson sobre unos diplomáticos finlandeses que dieron asilo durante el golpe militar y que tiene en su elenco a Néstor Cantillana, Marcial Tagle  y Cristián Carvajal. En paralelo, en junio montará un monólogo en el Teatro del Puente, basado en un texto de Roberto Cayuqueo, sobre el primer presidente mapuche, Nahuelpán. Una rareza en su carrera, porque ha hecho pocas obras.

 

-Al contrario de la mayoría, ha hecho poco teatro. ¿Por qué?
-Es que mi idea es ser actor de cine. Quiero ganarme un Oscar, ese es mi objetivo. Irme afuera, hacer películas. Soy reticente al teatro, porque es un mundo más de la cultura y nunca me he sentido partícipe de eso. Un mundo más intelectual, de élite, donde no me siento cómodo. Como actor de cine no debo pertenecer a nada, tengo que actuar en películas, nomás. No tengo que ser intelectual, sino actuar con la verdad y no engrupirme.


-¿Alguna vez quiso encajar en el mundo del teatro?
-Sí, cuando era más chico intenté pertenecer al mundo del arte, pero nunca voy a ser parte de eso, porque tiene que ver con familias. Finalmente, ahí están los actores y sus hijos, todos conectados entre ellos. Me sentí incómodo, no tengo temas de conversación para ellos, no voy a los lugares donde van de vacaciones. Y no es de resentido, solo que no me siento cómodo. Ahí no me interesa actuar, porque ya lo hago todo el día. Quiero ser yo.

 

-Tampoco ha actuado en telenovelas.
-Es que no me llaman de las teleseries, porque ¿qué personaje puedo hacer? ¿Al delincuente? ¿Al narco? ¿Al psicópata? Me llamaron para estar en la de TVN, Dime quién fue, pero al final me salí. Iba a interpretar a un psicópata, el guardaespaldas de Amparo Noguera. Pero ya no me interesa hacer esos personajes, puedo hacer otros y no necesariamente al flaite.

 

 La mayoría de los actores con los que me relaciono son más viejos y están en otra parada, no conozco a los protagonistas de la tele, no tengo nada en común con ellos. Siento que las teleseries es un hacer por hacer, te da lucas, estabilidad económica y exposición, pero nada de eso me interesa.

 

Junto a los proyectos por hacer, hoy espera el estreno de Alto Hospicio, la serie dirigida por Juan Ignacio Sabatini que se inspira en el caso de Julio Pérez Silva, el psicópata que fue condenado por violar y matar a 14 jóvenes y que Mega emitiría el segundo semestre.

 

-Fue intenso, estuvimos un mes en Alto Hospicio para ambientarme, y las escenas en el desierto eran hardcore. Es un tema complejo cómo la gente, aunque se trata de una ficción, le conflictuaba. Muchas veces pararon la grabación, porque decían "esto es mentira, encuentren a las niñas, los pacos están metidos". La versión que manejan allá es que había tráfico de órganos y no un psicópata, que él fue parte de la construcción de los medios. Eso fue difícil para grabar.

 

-Ha estado en varias series con fondos del CNTV, que tienen bajo rating, ¿cómo ve ese escenario?
-No marcan nada. La tele murió como plataforma. La gente la consume por otro lado y no se da el tiempo de ver una serie en TV abierta. La misma miniserie de Martín, dos años he tenido que esperar para salir al aire, un trabajo al que literalmente entregué mi vida. O las mismas series de TVN que da los sábados con bajo rating. No sé si me volvería a involucrarme así con una serie, ¿para que no salga nunca? No es una retribución económica, lo mío es porque actúo, pero me da rabia, estoy decepcionado.

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