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Nuevas marchas aumentan la tensión en Nicaragua:

Ortega no aplaca la rebelión

martes, 24 de abril de 2018

J. Palou
Internacional
El Mercurio

Ahora el foco de los manifestantes es el fin de la represión y la falta de contrapesos democráticos. EE.UU. ya ordenó la salida de su personal.



Una nueva marcha contra el gobierno de Daniel Ortega, la denominada "caminata por la paz", confirmó ayer lo que ya se intuía: los manifestantes -muchos de ellos estudiantes- ya no solo protestan por la impopular reforma al sistema de Seguridad Social, que el Presidente nicaragüense revocó rápidamente en un intento de aplacar el descontento, sino que ahora han ampliado sus exigencias para pedir la restitución de los contrapesos democráticos en el país. Por primera vez en 11 años consecutivos en el poder, el ex guerrillero y líder histórico del sandinismo enfrenta una rebelión generalizada en su contra, a lo que se suma una creciente presión internacional para que enmiende el rumbo dictatorial y la represión de su gobierno, en medio de una crisis que ya ha dejado al menos 27 muertos.

Pese a que Ortega derogó el domingo las resoluciones que aumentaban el aporte de las personas y las empresas a la Seguridad Social, el Consejo Superior de la Empresa Privada, que hasta ahora había sido aliado del Mandatario, realizó anoche la "gran marcha nacional".

Los estudiantes, por su parte, continuaron atrincherados en la Universidad Politécnica. Mientras las universidades y colegios suspendieron indefinidamente las clases en todo el país, numerosos comercios decidieron cerrar sus puertas.

En medio de esta tensión, el gobierno de EE.UU. ordenó ayer la salida de Nicaragua de los familiares del personal de su embajada en Managua y autorizó la partida voluntaria de sus funcionarios. Un grupo de congresistas republicanos también se refirió a la crisis, señalando que los nicaragüenses están diciendo "basta ya" a la "dictadura" de Ortega. "Él cree que estará en el gobierno de por vida, como en Cuba o China", criticó Ileana Ros-Lehtinen.

Ortega, quien volvió al poder en 2007, luego de tres candidaturas fallidas en 17 años, ha sido reelegido en dos ocasiones (2011 y 2016) tras eliminar un artículo constitucional que le impedía repostularse. Nunca en todo este tiempo enfrentó una oposición real, gracias a un esquema cada vez más totalitario sostenido en el apoyo financiero venezolano y a su "alianza estratégica" con el capital privado local, a quienes benefició con exoneraciones fiscales.

"Pero ahora hay una resistencia que puede volcar el régimen al suelo", dice Manuel Orozco, experto de Diálogo Interamericano, quien ve que está "aumentando la intolerancia y el rechazo al orteguismo": "La paradoja de la democracia en Nicaragua es que Ortega tiene el monopolio de la autoridad y la ley a su favor", explica el analista, citando el control del Poder Legislativo (el FSLN tiene 71 de 92 escaños), su dominio del Poder Judicial (11 de 16 magistrados de la Corte Suprema son sandinistas), el dominio de los medios mediante la censura y la "intimidación de la protesta con fuerzas de choque conocidas como 'turbas'".

"Más de 20 muertos después la resistencia sigue su curso. Sin embargo, la defensa del régimen es muy fuerte y su anuencia a someterse a reformas, muy limitada. El orteguismo quiere comprar tiempo para recuperar su espacio perdido y mantener su poder casi absoluto", concluye Orozco.

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