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Los papás muy reconocidos socialmente pueden tener más dificultades para conectarse con sus hijos

lunes, 23 de abril de 2018

A. T.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

A raíz de las declaraciones de Barraco Parra sobre su padre Nicanor, psicólogos expertos en familia y apego analizan las posibles consecuencias en la crianza de un progenitor distante y con mucho ego.



"Mi papá no solo era poeta, era más viejo que todos los padres y más vivo también. Y ya se perfilaba como un rockstar". "Mi papá lo quería todo, el Nobel, los premios, las casas, las mujeres, sus ansias eran infinitas". "Cuando tu padre vive convertido en una figura pop idolatrada es fácil que termine creyéndosela. Y todo se trataba de él. Eso se volvió agotador. Yo necesitaba un padre, no a Mick Jagger".

Las declaraciones son parte de la entrevista que Juan de Dios Parra, más conocido como Barraco, dio a la revista SML y en la que habla de su padre, Nicanor. En ella, Barraco -quien ha reconocido haber vendido cuadernos del antipoeta- refleja una relación distante. Sin embargo, según los especialistas, no es raro que un padre que vive con mucho reconocimiento social tenga problemas para conectar con sus hijos.

"Es un poco más difícil para esos padres, pero se puede (tener una relación buena)", dice la académica de la Escuela de Psicología UC y subdirectora del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad, Midap, e investigadora de apego, María Pía Santelices.

Todo depende, explica, del vínculo que esos padres -que son valorados por el resto de la sociedad o que tienen una presencia pública importante- logren crear con sus hijos. "Hay personas muy famosas que han mantenido un vínculo afectivo privilegiado con sus hijos", asegura.

Según la psicóloga Daniela Becerra, terapeuta familiar del Instituto Chileno de Terapia Familiar, si bien los hijos pueden sentirse orgullosos del reconocimiento social de sus progenitores, "lo que primará en su desarrollo serán las experiencias que ellos tengan con sus padres, el tipo de afecto que reciban, de las enseñanzas que aprendan desde las conductas que observen y lo que recuerden emocionalmente del día a día. Por lo tanto, una paternidad centrada en el ego, sostenida por y para la imagen pública, probablemente sea percibida por el hijo como tal y esto genere sentimientos de rabia, frustración o desamor, dependiendo del caso".

Eso sí, Becerra también recuerda que si esta imagen de padre fuerte es equilibrada por actitudes amorosas, de contención y respeto, "no debería afectar el desarrollo e identidad del hijo".

No ver al otro

El problema ocurre cuando el padre está más centrado en sí que en el hijo, dice Santelices. "El niño lo que necesita es que el padre lo mire como un ser distinto de sí mismo, no una prolongación suya, y que se tenga mucha empatía con él, con su mundo interno. Entonces podría pasar que a ese padre le cuesta ver al hijo con su individualidad".

Y agrega: "En general, sucede que las personas con mucho poder o presencia social no tienen mucha empatía. Y en esos casos (de poca empatía), el niño puede resentir que su aporte no es suficientemente valioso en contraste con este padre gigantesco que acapara toda la admiración familiar. Y el niño necesita ser admirado en sus propios talentos".

Francisca Pérez, doctora en psicoterapia y académica de Psicología en la U. Alberto Hurtado, lo resume así: "Va a depender de los niveles de narcisismo del padre: si es exitoso y tiene altos niveles de narcisismo, probablemente le va a costar más mirar a sus hijos y conectarse con las necesidades de ellos. Pero si es un hombre exitoso, pero no desconectado de sus hijos, y ellos son prioridad para él, en ningún momento el éxito del padre va a ser vivido como amenaza, sino como algo positivo con lo que identificarse".

Claudia Rodríguez, psicóloga, terapeuta familiar y acadé- mica de la UDP, agrega que esto puede ocurrir no solo en familias con padres "famosos". "Lo que le pasa a un hijo con un padre más mediático o conocido también le puede pasar a otros hijos de padres no tan mediáticos. Es más bien un fenómeno humano que da la relación padre-hijo".

Un niño que crece inseguro o que le cuesta desarrollar su propia personalidad puede ser consecuencia de esta mala relación. Sin embargo, hay espacios de reparación. Según las especialistas, si en la primera infancia no hubo una conexión emocional con el hijo, durante la adolescencia esta se puede lograr.

"Otro momento importante es cuando los propios hijos se convierten en padres o madres, y ven cosas desde otro punto de vista que les puede ayudar a reparar historias de apego dañadas", dice Santelices.

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