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La gran ruta de trekking de Rapa Nui

domingo, 22 de abril de 2018

POR Rodrigo Cea y Sebastián Montalva W., DESDE RAPA NUI.
Reportaje
El Mercurio




Con 16,3 kilómetros de extensión -o incluso más, dependiendo de dónde se quiera partir-, la ruta por la Costa Norte de Rapa Nui es una aventura que, sin duda, califica dentro de los mejores trekkings de Chile. No se trata de una ruta compleja -solo es larga: si se va con calma, parando en los diferentes sitios arqueológicos, la caminata podría durar hasta 8 horas-, pero sí muy valiosa, tanto en términos paisajísticos como arqueológicos.


Primero, el paisaje: aquí se camina siempre mirando el azul profundo del mar, por senderos verdes y generalmente solitarios, donde lo único que se ve en horas son caballos y vacas. Un entorno natural que garantiza absoluta desconexión y silencio.

Segundo, el valor patrimonial: la Costa Norte es uno de los sectores menos conocidos de Rapa Nui, donde se encuentra una serie de sitios arqueológicos, como ahus (plataformas ceremoniales) y cavernas, que apenas se mencionan en los mapas. Esto pues, si bien esta zona forma parte del Parque Nacional, todavía no ha sido habilitada para el turismo de manera oficial.


 Por lo mismo, sus vestigios arqueológicos no cuentan con ninguna protección ni patrullaje por parte de guardaparques, lo que nos obliga a hacer hincapié en lo siguiente: para hacer y apreciar plenamente esta ruta, hay que ir sí o sí con un guía local. Esto no solo porque así contribuimos a la conservación de estos sitios, de evidente fragilidad, sino porque, de verdad, uno puede caminar por la Costa Norte sin encontrar nunca una de las tantas cavernas llenas de petroglifos que hay en la zona. Sin alguien que conozca bien este sendero, es realmente difícil descubrir que detrás de lo que parece ser un simple grupo de piedras están los restos de una antigua aldea rapanuí, de notable valor arqueológico.

El sendero propuesto en este libro comienza en la nueva caseta de ingreso al Ahu Te Peu, a la que se llega por el mismo camino que va hacia el Ahu Akivi. Tras pasar la caseta, se camina unos 480 metros y luego se debe doblar a la derecha (no seguir hacia la costa). En el fondo, tomar el camino "del medio" hacia la Costa Norte (además del camino costero, hay un tercero más próximo a la ladera del Maunga Terevaka. Seguir por el del medio).

Hasta hace no mucho tiempo, este camino estaba abierto al paso de vehículos: ahora solo transitan rapanuís que tienen campos en esta zona. Por lo mismo, en el trayecto aparecen algunas rejas que delimitan terrenos, que suelen estar abiertas o son fáciles de abrir. La primera reja está a 2,4 kilómetros desde el inicio. En esta parte hay que poner atención hacia las laderas del Maunga Terevaka, donde pueden verse algunos jardines de piedra, antiguos sistemas agrícolas donde los rapanuí cultivaban tubérculos como el camote, ñame o el taro. También en el suelo es posible ver mae poro o piedras redondeadas, que seguramente fueron traídas desde la costa hasta este lugar. Se usaban como instrumentos musicales, golpeándose entre ellas.


En el kilómetro 3,8 aparece el moái Omo Rito, que está tumbado boca abajo en pleno camino, muy desgastado. Hacia abajo, cerca de la costa, se suelen ver grupos de caballos pastando. El sendero en todo este tramo está claramente visible y basta seguir avanzando por él. El próximo hito de la ruta es la aldea de Vai Matá, que se encuentra en una planicie cerca de la costa, a la altura del kilómetro 6,4, por lo que para llegar hay que salirse del sendero un poco antes y bajar, buscando la mejor huella (unos metros más adelante por el sendero principal hay una bajada más clara hacia la izquierda, pero en declive algo más pronunciado).

Vai Matá es un lugar sorprendente, donde pueden verse una gran cantidad de vestigios: antiguas hare paenga (casas bote), moái caídos, umu pae (fogones de piedra), terrazas, manavai (jardines de piedra) y un ahu monumental de tipo completo, con perfecta plataforma. Pese a su desprotección, el sitio se encuentra bastante bien conservado.


 Avanzando un kilómetro por la costa (el sendero a estas alturas ya no es tan claro, pero la indicación para continuar es siempre seguir avanzando por la costa), se llega al sector de Omohi, donde puede verse una sorprendente cantidad de petroglifos en las rocas (difíciles de encontrar a simple vista) que representan tortugas, atunes, imágenes del dios Make Make y otros símbolos ancestrales. En el sector, sobre las piedras, también pueden verse varias tahetas, que son unas piedras con hendiduras perfectamente circulares en las que los rapanui juntaban agua lluvia para beber.


También cerca de este sector está la llamada cueva de Vai Matá, de entrada pequeña, pero con un gran espacio interior, cercano a los 3 metros de diámetro. Aquí pueden verse varias imágenes dibujadas y talladas con el rostro de Make Make. En el kilómetro 8,5 desde el inicio se llega al que, quizás, es el más espectacular hito arqueológico de esta ruta: Ana o Heu, o "Cueva de los Make Make". Mucho más pequeña que la anterior -para estar aquí hay que permanecer en cuclillas-, en este lugar se encuentra un alero con a lo menos 25 rostros de Make Make perfectamente tallados y en diferentes tamaños. Un sitio enigmático y misterioso, que sin duda debiera estar mejor protegido.


Después de esto se debe subir nuevamente por la ladera hasta retomar el sendero original, que está claramente marcado, pues esta ruta no solo se hace a pie, sino también a caballo. En toda esta zona se seguirán viendo petroglifos en las rocas y algunos ahu. El sendero comienza a dar claramente un giro hacia la derecha, señal de que nos estamos aproximando a Hanga Oteo, una preciosa y solitaria bahía que está en el punto más septentrional de la isla. El sendero va en bajada hacia Hanga Oteo, un sitio que antiguamente estuvo habitado por isleños -como lo prueba la presencia de algunos manavai además de hare moa (gallineros), hare paenga y una tupa (observatorio)-, y que luego, a comienzos del siglo XX, fue ocupado por trabajadores de la Williamson Balford & Company, quienes construyeron cercos de piedra sobre los mismos sitios arqueológicos.


En Hanga Oteo hay una rústica casa de madera, como un rancho, y se ven varias vacas pastando, pues este lugar suele servir de refugio de campesinos que tienen animales en el sector. Protegida por una especie de anfiteatro natural conformado por un semicráter volcánico, otro de los sellos de Hanga Oteo es la presencia de palmeras: se dice que estas fueron plantadas en los años ochenta por una agrupación rapanuí llamada Kahu Kahu Ohera, en su labor por recuperar ciertos sitios ancestrales de la isla que permanecían abandonados.

Después de Hanga Oteo, la ruta se vuelve bastante más monótona. Siempre siguiendo por el sendero marcado, que va subiendo y bajando en pequeños tramos, se llega a un cerco de piedra, que al parecer fue construido en la época de la compañía explotadora de la isla, en un sector conocido como Puna Poho. Pasando el cerco, hay que retomar camino y continuar por cerca de un kilómetro más hacia un sector conocido como Vai Tara Kai Ua, que se distingue por la presencia de un pequeño bosque de ceibos, árbol de coloridas flores rojas. En este lugar hoy existe una toma de terrenos, por lo que no tiene mayor interés de visitación.

Desde este sector ya se comienza a apreciar, hacia el fondo, la playa de Anakena, el fin de este recorrido. El sendero comienza a bajar hasta que aparece un último hare moa o gallinero, a la altura del kilómetro 16 de esta ruta. En 300 metros más habremos llegado al camino que flanquea Anakena por el oeste. Si el clima acompaña, nada mejor que sacarse los zapatos, caminar hasta la arena y, al menos, mojarse los pies en la gran postal playera de Rapa Nui.

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