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Céline Cousteau

"Aún me complica tener el apellido Cousteau"

sábado, 31 de marzo de 2018

Por Estela Cabezas, desde Huinay
Entrevista
El Mercurio

De paso por la Patagonia chilena para grabar un documental, la nieta del famoso navegante francés habla de su abuelo, lo defiende de las acusaciones de maltrato animal y no evade el tema del conflicto que enfrenta la familia por la herencia.



Ante la primera pregunta, Céline Cousteau, 45 años, lanza una carcajada. Hace apenas unas horas que llegó hasta los terrenos de la Fundación San Ignacio de Huinay, en el fiordo Comau, donde se inicia la Patagonia, y no importa qué tan remoto sea este lugar o qué tan lejos esté de cualquier ciudad o pueblo, la fama de su abuelo la persigue siempre.

-¿Que si me complicó alguna vez tener el apellido Cousteau? Claro. Me complicó en el colegio y en la universidad, y después en la vida adulta. La gente me decía: "Ah, Cousteau, como Jacques". "No, Cousteau como Céline", les respondía yo. Aún, a veces, me complica tener el apellido.

Céline Cousteau está sentada en el comedor de una de las casas de la fundación, que se dedica a investigar y conservar las casi 34 mil hectáreas de esta zona de la provincia de Palena, un ecosistema único en el mundo y prácticamente desconocido. Por la ventana, el fiordo Comau, rodeado de montañas y riberas escarpadas, parece una taza de leche en este día soleado y frío.

La nieta del explorador oceánico que hace medio siglo revolucionó los programas científicos de la televisión, mostrando imágenes de criaturas marinas impensadas hasta ese momento, lleva 15 años dedicada a la exploración marítima y terrestre. A pesar de que estudió psicología y arte, y de que hace dos décadas imaginaba su vida lejos de la saga familiar, hoy pasa su tiempo recorriendo el planeta, a veces junto a su padre, Jean-Michel Cousteau, y a su hermano Fabien; otras, con su propio equipo de producción, para grabar documentales sobre lo qué está pasando en el mundo submarino, y también en el terrestre.

Para llegar hasta aquí viajó cuatro horas en auto desde Puerto Montt hasta Hornopirén, tramo que incluye 45 minutos en ferry,  y más tarde una hora en lancha. En Huinay grabará un capítulo de Céline Cousteau, la aventura continúa, una serie que transmitirá la televisión pública francesa en septiembre y que, por una parte, irá tras la huella de los lugares que visitó su abuelo y, por otra, buscará espacios nuevos para descubrir y explorar.

También planea ir a Pumalín, visitar a los últimos kawesqar y subir al volcán Chaitén. La acompañará Stéphane Jacques, director de la serie, quien dice que desde hace años que trataban de hacer un programa con los herederos de Cousteau, pero algunos problemas familiares lo habían impedido.

-Hacía mucho tiempo que no había nada de los Cousteau en la TV francesa, porque existen problemas jurídicos en la familia, pero finalmente hemos podido hacerlo con Céline que tiene una legitimidad muy fuerte en Francia -explica.

Pero no podrán usar ninguna imagen de archivo del programa El mundo submarino de Jacques Cousteau, cuyos derechos pertenecen a la segunda esposa del navegante, Francine, y los dos hijos de ese matrimonio: Diane y Pierre-Yves. Cada vez que tratan de hacer algo con ese material, se generan problemas, cuenta Céline Cousteau.

-Con solo el hecho de decir que voy tras los pasos de mi abuelo, ya causé como una alerta. Nos avisó un abogado. Así están las cosas.

Jacques Yves Cousteau (1910-1997) fue marino, piloto y militar; inventó los equipos submarinos que permitieron explorar bajo el mar y cautivó a los espectadores de todo el mundo con sus famosos documentales. Entre 1967 y 1976 filmó los 36 programas de la serie El mundo submarino de Jacques Cousteau, que lo transformaron en una superestrella.

-Mira la imagen que tenía, con su gorro -dice Céline-. No vas a creer que eso fue casualidad. Todo está súper pensado, y es igual con las celebridades hoy. Pero en esa época no había nada de eso. Él entendía muy bien la magia del contador de historias.

Pero en su vida privada no había tanta fama ni éxito. Se casó a los 26 años con Simone Melchior, quien tenía 17. Con ella tuvo dos hijos: Philippe, quien murió en 1979 tras un accidente en el hidroavión que pilotaba, y Jean-Michel, el padre de Céline.

Según aparece en Jacques, la película biográfica de Cousteau, dirigida por Jérôme Salle y protagonizada por Lambert Wilson y Audrey Tautou, fue Simone quien lo convenció de dejar la marina para dedicarse a la exploración y quien lo empujó a comprar el Calypso, el barco con el que circunnavegó el planeta.

-Ella siempre estaba viajando en el Calypso, incluso mucho más que mi abuelo. Él era más estrella, porque también tenía que hacer el trabajo de prensa, guiar a la productora, guiar su asociación. Pero mi abuela no quería ser famosa, no quería estar al frente de la cámara, no le interesaba todo eso. Lo que le interesaba era navegar, y ella iba, viajaba en el Calypso desde el inicio hasta el fin de una expedición. Los demás llegaban en avión, pasaban un tiempo, hacían su grabación y regresaban a tierra.

En la embarcación, dice, su abuela se encargaba de todo, desde cortar el pelo a la tripulación, hasta dar consejos y preocuparse de lo que debía o no se debía comer y tomar a bordo.

-Incluso mi abuelo dijo alguna vez que ella era la verdadera capitán del Calypso. Yo creo que en la película se entiende que ella fue el núcleo de este barco. Pero que no se malinterprete: ella no era una persona fácil, ni simple, ni tierna. Era una persona dura. Era como tiene que ser quien vive en un barco todo el tiempo, rodeada de hombres, en el medio de la nada.

-En cambio, la película muestra a su abuelo como un hombre ambicioso y mujeriego. ¿Qué le pareció?

-Es una interpretación. Yo conozco a Jérôme Salle. Él habló con mi papá y con la familia de mi tío Philippe. Hay una parte que es linda, porque es un homenaje. Y hay otra parte que no. Yo lo veo solo como un filme, para mí son actores, no es mi familia [...]. A mi abuelo se le muestra como un hombre con mucha ambición. Y sí, hay una parte de eso que es verdad. Una persona como él no puede hacer el trabajo que hace sin tener toda esa fuerza de ir adelante pase lo que pase, y a veces hay víctimas en el camino. Hay gente que salió decepcionada de la película, porque pensaron que Jacques Cousteau no era una persona tan simpática como creían.

-Incluso, para algunos dejó de ser el héroe que era. 

-Yo creo que la culpa es de nosotros, porque un héroe no es perfecto, es humano. Pero, ¿sabes qué fue lo más difícil para mí respecto de esa película? Que mi abuela nunca, nunca, quiso que su historia fuera conocida por el público. Ella era muy discreta.

-A su abuelo siempre se le criticó que muchas veces maltrató a criaturas marinas para filmarlas. ¿Qué piensa usted?

Se ríe.

-Es que era otra época, no se sabían todas esas cosas, que uno no debe hacer esto, que no hay que maltratar a un animal. Gracias a él, por una parte, se entendió y él se dio cuenta de que uno tiene que proteger las especies, que no es solo explorar. Él formó parte de esa concientización.

"Creo que una parte que lo motivaba era la curiosidad, de querer ver, de querer explorar, de querer conocer. Y pasar 18 meses en el Amazonas, en el Mississippi, en el Danubio. En cada río del mundo, cada mar del mundo. Era la parte de curiosidad, aventura, de conocer, descubrir, exploración. Era un pionero, porque en ese tiempo no se sabían esas cosas".

Cuando Simone Melchior falleció, en 1990, se supo que su marido tenía una amante, Francine Triplet, quien había sido azafata de Air France, y con quien ya había tenido dos hijos. A los pocos meses de enviudar, Cousteau se casó con ella.

-Ahora que uno es adulto, uno entiende las cosas de otra manera -reflexiona Céline-. Mi abuela era muy protectora de la familia. Las cosas personales son personales, no tienen nada que ver con el trabajo. El trabajo que hacía mi abuelo, que compartía con el mundo, era una cosa, pero su relación con mi abuela era otra cosa.

Francine y sus hijos están hoy a la cabeza de la Sociedad Cousteau, el organismo que tiene todos los derechos de los documentales e imágenes de Jacques Cousteau. También de su nombre.  

-Creo que las cosas pasan por alguna razón, somos muchos que seguimos su trabajo y cada uno debe continuar su camino con lo que tiene, no solo aprovecharnos de lo que hizo él en el pasado.

Todos los herederos de Cousteau trabajan en algo relacionado con el navegante. Su hijo Jean Michel ha investigado el mundo submarino. También ha producido documentales del mismo tema y en 1999 creó Ocean Futures Society, una fundación para promover la protección de los mares. Con él, a veces trabajan Céline y su hermano Fabien. Otros nietos, como Alexandra y Philippe -hijos del fallecido Philippe Cousteau- también tienen una fundación: Earth Eccho International.

Tal vez uno de los episodios más duros de la vida de los Cousteau fueron las diferencias entre Jean Michel y su padre. En 1995, Jacques Cousteau inició un juicio en contra de él porque utilizaba su apellido en un resort que había abierto en las islas Fiji. Un juez falló a favor del navegante, y obligó a Jean Michel a poner su nombre completo para evitar confusiones.

-Céline, ¿Jean Michel dejó atrás las diferencias con Jacques Cousteau y su segunda mujer?

-Sí, pero también es difícil, porque cada vez que quiere hacer algo, se lo impiden. Y mal, si mi papá hace un trabajo lindo, está defendiendo el mar.

"Toda la herencia se quedó en las manos de la segunda esposa de mi abuelo. Entonces, no podemos hacer nada. No hay herencia para nosotros, lo que hay es una herencia moral, es una herencia de historia. No hay herencia física, porque se quedó con ella y la fundación. Nosotros no podemos usar ni siquiera las imágenes de sus documentales. Es un exceso de celos casi ridículo, pero, ¿qué se le puede hacer?

-¿Por qué cree que los herederos han adoptado esa postura?

-Es el ser humano que no puede dejar el pasado, es el ser humano que está enojado, el ser humano que es celoso, el ser humano que no está feliz. Y al final es eso, el ser humano que no está feliz busca cómo hacer que el resto no esté feliz también.

-¿Qué haría usted si tuviera los derechos?

-Si yo fuera dueña de los derechos haría que nos sentáramos toda la familia, que habláramos de lo que quiere hacer cada uno y nos arregláramos. Si no se habla, qué se puede hacer, ¿pelear? No tengo tiempo para eso, hay demasiadas cosas que hacer, quiero seguir el trabajo que hago, quiero hacer algo lindo, contar historias, llevar el mundo, la Patagonia, los paisajes, para que la gente los ame y los proteja... No quiero pelearme. No, mucha energía.

Dice que por eso nunca dejó de tratar de hacer el programa que está grabando ahora, y que pensó en muchas maneras en que podía unir la historia de su abuelo y la de ella.

-Siempre creí que esto no me iba a impedir que hiciera el trabajo que quería.

Céline Cousteau cuenta que su abuelo le enseñó a bucear a los 9 años. Fue en un viaje a la Amazonía, el único que ella hizo en el Calypso.

-Fui sin mis papás. Viajamos con él en avión y alcanzamos el Calypso, donde estaba mi abuela, como siempre. Mi mamá estaba en una expedición de tierra, con otro equipo, y mi papá estaba en una expedición de río.

Dice que en esa ocasión, Jacques Cousteau le enseñó con simpleza.

-Me dijo: "Aquí está tu máscara, ¿te queda bien? ¿Estás cómoda?". "Sí, sí". "Bueno, aquí está el tanque, ¿te sientes cómoda? Respira, respira, ¿respiras bien?" "Sí, sí". "Bueno, vamos".

Lo que vio en ese viaje aún está grabado en su memoria: grandes erizos, morados y azules, el piso con rocas y corales.

-Yo estaba fascinada. Me llevaba con su mano por abajo para guiarme y no recuerdo el momento en que lo solté.

-¿Nunca más se subió al Calypso?

-Es que el Calypso no era un lugar para niños, hay que entender que en esa época no había teléfonos celulares, ni comunicación fácil. Era un ambiente de trabajo, de exploración, era duro.

-¿Sabe dónde está actualmente el barco?

-El Calypso tuvo un accidente y salía demasiado caro repararlo. Así estuvo durante mucho tiempo. Luego lo iban a rematar, porque nadie podía pagar lo que costaba traerlo. Después los ancianos del Calypso, los viejitos que quedaban, intentaron rescatarlo y ponerlo en las manos del gobierno francés como patrimonio nacional, lo que hubiera sido perfecto, como una estatua, un homenaje y ya, porque navegar no se podía; es un barco de madera y ya fue destruido. El Calypso es un símbolo, es nostalgia, pero es solo un objeto. Yo ya sufrí por él, luego entendí que todo el dinero que se quería poner para arreglarlo, no sé, tres o cuatro millones de dólares, se podía ocupar para educar a estudiantes o proteger un ecosistema, o podemos hacer estudios de investigación científica. Mis abuelos lo dijeron: "Si no puede navegar, hay que dejar que se hunda". Ese era su deseo.

Dice que existe un proyecto para construir una réplica del Calypso, pero cree que no tiene sentido.

-Debido a su trabajo, Jacques Cousteau tuvo una relación distante con sus hijos. ¿No teme que le ocurra lo mismo?

-Es interesante eso, porque cuando uno se dedica a un trabajo como este creo que es muy difícil tener el equilibrio. Yo estoy todo el tiempo buscando el equilibrio, porque no quiero que mi hijo sufra porque me fascina mi trabajo; quiero llevarlo, si él quiere. Y lo he llevado por todos lados hasta sus 4 años. Y también he aprendido a decir que no. Acabo de decir que no a un viaje con un barco de millonarios súper lindo, y dije no, quiero estar en casa, porque voy a viajar mucho. Este documental que estoy haciendo ahora, son cinco semanas y luego en junio tengo que hacer unos para la televisión norteamericana.

-De lo que ha visto en todos sus viajes, ¿cuál es el sector marino más complicado en el planeta hoy?

-Hay varios, puedo pensar en dos de inmediato: la sobrepesca y la pesca no sostenible y la basura plástica, los químicos, todas esas cosas que echamos al mar. Esto lo sé porque converso con científicos y conozco personas que luchan contra esto, no necesariamente porque entro al océano, porque no se ve.

Tras terminar las filmaciones de su serie documental, Céline Cousteau volverá a su casa en Estados Unidos. Y en junio comenzará nuevas grabaciones con su padre y su hermano para Discovery.

-Yo no soy una científica, porque no estoy dedicada a un solo tema específico, para mí lo importante es contar una historia, es llevar a vivir una aventura que puede inspirar al público y entender que estamos todos conectados.

Céline mira por la ventana y dice que está ansiosa por bucear en las gélidas aguas del fiordo Comau. Sabe que bajo ellas se esconden distintas especies como corales, esponjas y medusas, algunas sin registro científico todavía de su existencia.

-La gente dice "qué fácil y entretenido lo que hacen", y no, no es fácil para nada. Todo el equipo que hay que ponerse, siempre incómodo, el agua fría. No lo hacemos porque es cómodo, sino porque es parte del trabajo. Si uno quiere vivir una vida así, conocer esos lugares, grabar historias apasionadas, interesantes, uno tiene que hacer la parte difícil también. Esto no es para perezosos. 

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