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¿Intender o extender el poder?

sábado, 24 de marzo de 2018


Arasdesuelo
El Mercurio

Esperamos que en un tiempo más, los intendentes sean elegidos democráticamente. Cambiarán el nombre por el de Gobernador Regional, y ya no serán imagen de una autoridad central que irriga su poder hasta confines desconocidos.



La figura del intendente es una de las hibridaciones más curiosas de nuestra república, y en sus transformaciones podemos leer también los cambios de nuestra visión territorial. La raíz de la palabra "intendente" ya acusa una matriz autoritaria, al significar que es quien tiende hacia el interior del territorio un poder que emana de un centro. Hasta la Constitución de Portales, la figura era de sentido militar, judicial y punitiva. Al abolirse las asambleas provinciales y transformar a los intendentes en representantes del Ejecutivo, estos robustecieron su autoridad, pero adquirieron también un carácter más civil. Se les otorgó amplios poderes sobre las municipalidades, organizaciones que habían reducido los antiguos cabildos a un grupo limitado de ediles electos. Sobre estos últimos, recaían las funciones que incidían directamente en el espacio, como el ornato, los caminos y la higiene pública; pero el poder de veto que tenía el intendente sobre los alcaldes los transformó en una institución fácilmente manejable por el poder superior.

En Santiago no se percibió el giro civil de la administración territorial hasta que dejó el cargo José Joaquín de la Cavareda, el último intendente que representaba esa "jente de casaca i sable" que tan poco simpatizaba ver en el poder a Vicuña Mackenna. Pero el primer intendente moderno no fue don Benjamín, y sus antecesores merecen también memoria. José Miguel de la Barra fue el primero que dio un giro urbanístico al cargo, incidiendo en las plantaciones públicas, en las redes de canales y en los primeros ordenamientos de la vivienda popular. Recordado también fue Francisco Bascuñán Guerrero, que en la década de 1860 renueva por completo la Plaza de Armas, y Francisco Echaurren, cuyo legado en Valparaíso opacó su paso por la Intendencia de Santiago. Sin duda, Vicuña Mackenna fue quien consagró la planificación urbana como un cometido del cargo.

Esperamos que en poco tiempo más, los intendentes sean elegidos democráticamente. Cambiarán el antiguo nombre por el de gobernador regional y, así, ya no serán imagen de una autoridad central que irriga su poder hasta confines profundos y desconocidos. Serán el poder de la ciudadanía y sus necesidades locales, brotando como un árbol desde el mismo territorio.

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