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Espacios vivos

sábado, 24 de marzo de 2018

Texto, María Cecilia de Frutos D. Producción, Carolina Ovalle N. Fotografías, Viviana Morales R.
Decoración
El Mercurio

En esta casa todos los rincones se usan, a diario, sin excepción, sobre todo desde que decidieron convertir el living en la sala de estar familiar y el comedor entró en la cocina, generando un continuo donde grandes y chicos comparten sin límites.



Hace seis años llegaron a esta casa, con dos hijos y la suerte de recibirla recién remodelada. Una construcción en Vitacura, de los años 60, de un piso, fachadas de ladrillo y suelo de parqué, que sumaba elementos nuevos como baldosas en la cocina, una piscina y baños en cada pieza, y en la que ellos no tuvieron que agregar nada salvo una terraza. "Hemos ido muy de a poco, amoldándonos según van creciendo los niños". Y ahora que son tres, de entre 4 y 10 años -más un perro-, necesitaron hacer algunos cambios.

-Estas no son casas muy grandes, entonces hay que empezar a ocupar todos los espacios. El living no se usaba y había que integrarlo, porque es el lugar más rico de la casa -cuenta la propietaria. Como les hacía falta un escritorio, decidieron instalarlo en la salita de los niños, y convirtieron el living en un gran estar familiar, llevando el comedor hacia la cocina: para eso solo tuvieron que eliminar un muro e instalar muebles nuevos pintados celestes. "Yo hago cerámica y quería ver mis cosas y tenerlas al alcance, para poder ocuparlas". Por eso colgó ahí repisas donde exhibe varias de ellas; además, le dio a esta área un gran atractivo con un papel mural de hojas verdes, una mesa larga de madera, lámparas de mimbre y sillas Valdés de cuero oscuro. "Quería mirar la cocina-comedor desde el living y que se viera como parte de este gran espacio común".

Por esto, aprovecharon de sacar las puertas originales y las reemplazaron por una grande de corredera tipo granero, el mismo sistema que pusieron entre el nuevo escritorio y el pasillo.

 Más allá de estos cambios, la ambientación está en constante movimiento en esta casa. "Cada objeto que ponemos tiene un sentido y aporta a crear un espacio abierto y muy familiar. A mi marido y a mí nos encanta que se vea acogedora y que todo se use". Su espacio más vivido es el quincho que levantaron cuando llegaron; ahí se juntan invierno y verano con sus amigos, es donde se sienten más cómodos, e incluso pusieron cortinas de género que les ayudan a protegerse del sol y del frío. 

En cada rincón se nota su gusto por combinar estilos, colores, materiales: las artesanías mexicanas, la colección de figuras de porcelana Royal Doulton que heredó de su papá, la de campanitas de bronce y chupallitas que eran de su abuela, además de las suyas propias, que se unen a libros de arte, canastos, flores naturales, cojines XL -es socia de la marca Cohins-; cosas nuevas y viejas que arman una atmósfera muy personal.

Muchos objetos los traen de viajes: "Soy embelequera, nunca me va a gustar lo que está en la vitrina, sino lo que está dentro del cajón", cuenta; y también encarga varias cosas afuera, como el papel mural de Anthropologie que puso en el hall de entrada, pintado a mano y con un dibujo como sacado de un cuento infantil, que da la bienvenida a esta casa en la que todo es original, con encanto y hecho para fomentar la vida familiar.

PAPELES MURALES, COJINES, ARTESANÍAS Y MILES DE RECUERDOS FAMILIARES DAN CARÁCTER A ESTA CASA DONDE TODOS LOS ESPACIOS ESTÁN ABIERTOS A LOS NIÑOS.

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