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El color de lo simple

sábado, 24 de marzo de 2018

Texto, Paula Donoso Barros. Producción, Paula Fernández T. Fotografías, José Luis Rissetti.
Decoración
El Mercurio

La casa de los Izquierdo Guerrero se despliega en un sitio de precordillera. Hecha de durmientes, se planta con la cálida fuerza de los materiales nobles, casi sin adornos y apegándose al lugar sin más colores que los de su entorno. Un trabajo de rústica precisión, pensado y trabajado hasta el último detalle por sus dueños en un empeño por vivir simplemente.



"Me cuesta mucho el color, mucho", asume Paula Guerrero mientras observa su casa que se mueve en una gama de tonos grises, blancos, siempre naturales. Pero lo dice sin queja, súper convencida de una paleta con la que ambientes desprovistos de cualquier exceso logran una tremenda calidez por la nobleza de sus materiales.

Hace muchos años que la arquitecta vive en Peñalolén con su marido, el fotógrafo Pablo Izquierdo. En la comuna están también sus padres, y los artesanos que le ayudan en sus creaciones para Mercado Moderno, la tienda que tiene en Zapallar. Por lo mismo, cuando les ofrecieron comprar su casa anterior en Las Pircas, que también construyeron ellos, la opción de quedarse cerca fue evidente. La nueva construcción debía responder, eso sí, a una serie de necesidades que tenían en mente, porque ahora con tres hijos universitarios querían facilitar la autonomía. Finalmente, en los 1.500 m2 de un sitio en el condominio Arboretum, construyeron el programa que, según Paula, les permite llevar una vida "muy fácil, muy minimal".

-Creamos espacios que contienen la vida familiar. Los niños a un lado y nosotros al otro. Pensando en que cuando ellos ya no estén, las piezas vayan sirviendo para otras cosas, como pieza para los abuelos o talleres, porque tejo mucho y tengo muchos materiales.

La casa de 270 m2 tiene tres dormitorios y dos baños para los hijos; un dormitorio principal con walk in closet y escritorio incluido, y el estar con cocina, living y comedor en área común. Adosado está el estudio fotográfico, de 50 m2, donde Pablo, especializado en moda, hace sus producciones.

Paula como arquitecta y él como constructor innato, llevaron a cabo un proyecto innovador y minucioso, que en seis meses estuvo en pie: una casa hecha completamente de durmientes. 

-Todo el proyecto estructural, un módulo metálico que se va rellenando de durmientes como si fueran bloques, se ordenó sabiendo que nada se iba a tapar, que todo quedaba a la vista.

Tenían la experiencia del estudio anterior de Pablo, levantado con el mismo sistema. "Es madera sólida y tiene la propiedad increíble de ser muy buena aislación; un muro de 10 cm de durmiente equivale a 40 de hormigón", explica.

El desafío fue pensar previamente con exactitud lo que se quería hacer, ya que las piezas son estándar. El durmiente mide 1.60 o 1.80 m, así es que todo el proyecto se basa en modulaciones sobre esas medidas, según explica Paula. Después de eso, sabiendo que es madera muy seca y, por lo tanto, estable, el único detalle ha sido tapar con resina algunas grietas y los hoyos donde pasaban los pernos que amarraban al riel. "Ya lo hicimos, y no es problema; teníamos la experiencia anterior".

Otra innovación estuvo en los suelos. Partieron pensando en porcelanato tipo hormigón, con palmetas gigantes, pero desistieron al considerar que, sumada la información que entrega cada material -durmiente y palmeta-, el efecto sería "demasiado".

-Decidimos microcemento, pero todo el pavimento hecho de una vez, sin cortes. Y si se producían grietas -que ya las hay-, la idea era "zurcirlas" algún día con cobre, por ejemplo, como el kintsugi, esa cerámica japonesa. ¡Por último, las sello con resina!

Lo que más le gusta es el color que el pavimento da al ambiente.

-Es tranquilo. A mí me cuesta poner cosas, me gusta todo con gusto a nada, color a nada. Con buenas texturas, eso sí, buenas maderas, buenas fibras. En realidad, compramos muy poco. Lo que tenemos lo hago yo o lo hace Pablo.  

EN EL SITIO HABÍA UN PAR DE ESPINOS Y MUCHAS ROCAS QUE DEJARON COMO ROCALLAS. PLANTARON 70 QUILLAYES CON LA IDEA DE EMBOSCARSE.

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