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cine

El hilo fantasma

sábado, 24 de febrero de 2018

Por Ascanio Cavallo
Agenda
El Mercurio




Paul Thomas Anderson es el más ambicioso de los cineastas de la llamada "generación de las tiendas de video", los nacidos en torno a los 70. Sus películas tienen un aire grandioso, no importa que traten de la industria de la pornografía (Boogie nights), de la vida en el valle de San Fernando (Magnolia), o del submundo del delito en Los Ángeles (Vicio privado). Suele disponer de actores de excelencia y sus protagonistas maniáticos tienden a elevar cualquier actividad a la escala de un arte.

Sin embargo, es también un cineasta extraño: a menudo no se sabe muy bien para dónde va, de qué está hablando, si está ironizando o no, cuál es el punto que nos debe interesar, unas formas de incerteza que además suscitan una tensión constante, intrigante, interesante. Todo esto vuelve a ocurrir en El hilo fantasma, que tiene por un lado la textura de un drama inmenso y por el otro el aire de una comedia negra y espesa.

La historia, situada más o menos en los 50 (el tiempo es otra indeterminación), es esta: un diseñador de moda de la alta aristocracia de Londres (Daniel Day-Lewis), solterón, atado en un fuerte lazo edípico con su madre muerta y asociado con una hermana (Lesley Manville) que es la guardiana del oficio y de la familia, conoce a una camarera (Vicky Krieps) a la que convierte en su musa. Bien: esta historia es una retorsión de la obra maestra con que Alfred Hitchcock debutó en Hollywood en 1940, Rebecca.

No es una nueva versión ni un remake, sino la apropiación de un esquema que Anderson retorcerá luego, con humor negro, para llevarlo hacia sus propias obsesiones, como la megalomanía, la fijación maniática y el masoquismo.

El hilo fantasma es, por todo lo ancho, el más hitchcockiano de sus filmes. Aun dejando de lado las señas anecdóticas (el protagonista se llama Woodcock y la camarera, Alma, como la esposa de Hitchcock) y los préstamos de otras películas, como Sospecha, Anderson busca crear esa atmósfera densa, cargada de culpa y extrañeza, con una telaraña de relaciones y cosas no dichas, que forma el centro del universo hitchcockiano. El hilo fantasma, como Rebecca, es una historia de amor, poder y sustitución. Su material es un hombre aparentemente fuerte que se va rodeando de mujeres poderosas, posesivas y dominantes, en una atmósfera subyugada por algo espectral, un "hilo invisible" que enlaza las vidas con las pasiones más indecibles.

El resultado es otra película extraña, tortuosa, que deriva en una dirección inesperada. Está magníficamente filmada y, como suele hacerlo, Anderson se reserva minutos para alardear con dos o tres secuencias que son sus marcas de estilo, momentos en los que suspende el tiempo, lo estira y lo da vueltas, para estallar en una salida brillante. Es un cine estimulante, siempre vibrante, aunque no logre llegar muy al fondo de las cosas.

Phantom thread.
Dirección: Paul Thomas Anderson.
Con: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Brian Gleeson, Gina McKee, Camilla Rutherford.
130 minutos.

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