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Mafias de la droga buscan centros de operaciones y rutas en la región

La nueva geografía del narcotráfico en Latinoamérica: cómo se desplazan los carteles

viernes, 23 de febrero de 2018

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

En Colombia, las autoridades han alertado acerca de la creciente penetración de los carteles mexicanos, que buscarían aprovechar el vacío dejado por las FARC. Preocupa también la expansión del crimen organizado brasileño en Bolivia, Perú, Paraguay y Argentina.



La ruta por el Pacífico hacia Oceanía

En febrero del año pasado, la policía australiana interceptó 1,4 toneladas de cocaína a bordo de un yate neozelandés en las costas de Sydney. La novedad del decomiso es que la operación fue posible gracias a una alerta internacional emitida por la inteligencia marítima de la Dirección General del Territorio Marítimo y Marina Mercante de Chile (Directemar), que reportó que la embarcación recreacional había navegado en aguas jurisdiccionales chilenas y había recalado en Valdivia, Coquimbo e Isla de Pascua antes de cruzar el Pacífico hacia Australia.

El caso ratificó una creciente preocupación de las autoridades chilenas, que han alertado por el uso de yates internacionales -que pueden navegar más libremente y no tienen obligación de llevar posicionador satelital- para traficar drogas desde Sudamérica, particularmente desde Perú y Chile, hasta Australia.

En agosto de 2017, la Marina francesa interceptó en el Pacífico Sur un yate con cocaína destinada a Australia avaluada en US$ 322 millones y cuyo transporte habría sido organizado por mafias sudamericanas.

Bandas mexicanas en Colombia

En algún tiempo se llegó a hablar de la "colombianización" de México. Desde los años 70 hasta mediados de los 90, los grandes carteles de la droga colombianos como Medellín, Cali o el Norte del Valle tenían el control casi total del tráfico hacia EE.UU., su principal mercado, y utilizaban a los narcos mexicanos como simples intermediarios o facilitadores en su ruta. La muerte de Pablo Escobar y la extradición de otros capos remodeló el negocio, puso fin a las organizaciones todopoderosas colombianas y les dio entrada a nuevos actores internos como las guerrillas de las FARC o del ELN, mientras las mafias mexicanas comenzaron a adueñarse del botín mayor, aunque manteniendo a bandas colombianas como socios clave en la cadena de suministro.

Hoy, sin embargo, el proceso se estaría invirtiendo hacia una "mexicanización" de Colombia -como lo han llamado algunos analistas-, con los mayores narcocarteles mexicanos penetrando directamente en el país sudamericano, en un aparente intento de controlar también la producción de la cocaína en su lugar de origen. Según las autoridades, organizaciones como el Cartel de Sinaloa, Los Zeta y Jalisco Nueva Generación han irrumpido con fuerza en los últimos meses en Colombia, aprovechando el vacío dejado por la desmovilización de las FARC el año pasado y el debilitamiento del Clan del Golfo (también conocido como Los Urabeños), muy golpeado por las acciones de la fuerza pública y las incautaciones récord de droga que sufrió en 2017.

La alerta la hizo el mes pasado el fiscal general colombiano, Néstor Martínez, quien advirtióque los carteles mexicanos están adquiriendo plantaciones de coca y han enviado al país a agrónomos y a expertos químicos para mejorar la productividad y calidad de la droga. "Cada vez es mayor el número de ciudadanos de esa nacionalidad que participan en actos delictivos: va más de un centenar", le dijo al diario El Tiempo, denunciando un incremento del sicariato.

Según la Policía Antinarcóticos de Colombia, las mafias mexicanas ya tienen presencia en diez departamentos del país, son cada vez más visibles en ciudades como Medellín y Bogotá, y han protagonizado acciones violentas en la localidad de Tumaco, una "plaza" muy codiciada porque concentra los cultivos de coca -28.000 hectáreas, que pueden producir 190 toneladas de cocaína al año- y tiene una red fluvial que facilita la salida de la droga hacia el Pacífico.

Amenazas

Las intimidaciones "con sello mexicano" también se habrían instalado. Fernando Quijano, presidente de la ONG Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades), con sede en Medellín, había advertido en varios medios locales que los carteles mexicanos "van a acabar controlando las estructuras criminales del país" y para ello estaban reclutando a hombres de facciones disidentes de las FARC. Poco después de su denuncia, el mes pasado, renunció a su cargo alegando que había recibido amenazas de muerte.

Para InSight Crime, un centro de análisis de conflictos en la región, si bien es cierta la presencia de miembros de carteles mexicanos en Colombia, ello no debería entenderse como un intento de "apoderarse" del negocio de la droga en Colombia. "Aunque sería de su interés para crear una cadena de distribución más vertical, para estos grupos es difícil entrar en un panorama criminal tan complejo como el de Colombia, cuando el negocio les funciona tal y como está", indica. "Estos grupos regularmente envían 'emisarios' a Colombia para buscar nuevos socios, así como para supervisar la producción y calidad de la droga. No es coincidencia que las autoridades hayan detectado la presencia de mexicanos en regiones donde las FARC o Los Urabeños solían tener un control fuerte", añade este think tank , que destaca que el fenómeno se debe entender "en el contexto del cambiante panorama criminal en Colombia".

Organizaciones criminales brasileñas apuntan hacia el este

Surgidas al interior del violento sistema penitenciario de Brasil, el Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho han crecido hasta convertirse en las bandas criminales de mayor expansión territorial en Sudamérica, con operaciones de narcotráfico en Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina.

Estas pandillas, enfrentadas entre sí y protagonistas de sangrientas rebeliones carcelarias, no solo han mostrado una asombrosa capacidad de organización dentro de Brasil, sino que en el último tiempo han aumentado su radio de acción en su intento por apoderarse del corredor de cocaína que va desde Perú y Bolivia -países productores- hasta Brasil, el segundo mayor mercado mundial de esta droga después de EE.UU., con 2,8 millones de consumidores. Y desde ahí dominarían los envíos a Europa.

Según InSight Crime, el PCC "estuvo en modo expansivo" en 2017, y se acusó su involucramiento en una serie de secuestros en Bolivia, en el reclutamiento de disidentes de las FARC, en cargamentos de droga incautados en Uruguay y en varios asesinatos en Paraguay, donde la banda habría sido responsable, además, del mayor robo a mano armada en la historia del país: unos US$ 40 millones sustraídos con explosivos de una bóveda de seguridad.

En el caso del Comando Vermelho, se estima que ha perdido poder en los últimos años con el surgimiento de grupos rivales, como Amigos de los Amigos -aliado del PCC-; sin embargo, todavía tiene una presencia importante en Bolivia y Paraguay, su centro de operaciones para el tráfico de cocaína.

La Nación de Buenos Aires reportó el mes pasado que tanto el PCC como el Comando Vermelho tienen células en Argentina, sobre todo en las regiones de Misiones y Corrientes, donde se han hallado pistas clandestinas de droga, así como en la ciudad de Rosario, donde se ha reportado un incremento dramático del narcotráfico.

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