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Intervención rusa

martes, 20 de febrero de 2018


Editorial
El Mercurio

Hay natural inquietud sobre la capacidad de Moscú para interferir de manera efectiva en las elecciones de otros Estados.



Un nuevo episodio del conflicto político en que se ha convertido la supuesta intervención rusa en la elección presidencial de Estados Unidos de 2016 se comenzó a escribir hace pocos días, cuando la justicia estadounidense inculpó a trece ciudadanos rusos y a tres entidades de este país vinculados con este polémico tema.

En la acusación del Departamento de Justicia, se establece que esta conspiración dataría de 2014 y que dos años después, agentes rusos -finalmente- habrían creado cuentas falsas en diferentes redes sociales, comprado espacios publicitarios e incluso organizado mítines políticos, con el objetivo de perjudicar la candidatura de Hillary Clinton y beneficiar a Donald Trump.

Aunque a fines de 2016, el entonces Presidente Barack Obama dio una conferencia de prensa en la que reveló que informes del FBI, la CIA y la NSA coincidían en que Moscú había intervenido en los comicios, el documento revelado la semana pasada es el más concreto que se conoce hasta la fecha y, en gran parte, es producto del trabajo del ex director del FBI Robert Mueller, quien fue designado precisamente para dirigir esta investigación.

El mismo informe establece que la intervención rusa no habría afectado los resultados de la elección presidencial en la que Trump, siendo candidato por el Partido Republicano, logró llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, esa aparente certeza abre otras interrogantes.

Una de ellas es saber cuál es la verdadera capacidad de Moscú para interferir de manera efectiva en elecciones de otros Estados. Varios países de Europa -entre ellos Alemania, durante sus comicios generales de septiembre pasado- han manifestado su preocupación por esta posible amenaza, lo que ha generado incertidumbre durante las votaciones y tensión bilateral con Rusia.

Otra pregunta que aún permanece sin respuesta es si el comando de campaña de Trump o su círculo más cercano tuvieron contacto con funcionarios rusos con algún propósito político. Por ejemplo, está el caso de Michael Flynn, ex Consejero de Seguridad Nacional que estuvo solo 24 días en el cargo, luego que reconociera haberle mentido al Vicepresidente, Mike Pence, sobre los temas abordados durante una reunión con el embajador de Rusia en Washington. Y también están en discusión las actuaciones de Jared Kushner, yerno del mandatario, e incluso de Donald Trump Jr.

Lo sucedido ha generado una gran tensión entre Washington y Moscú. Más allá del aspecto bilateral, la comunidad internacional completa también se ha visto afectada. Básicamente, porque en el sistema internacional contemporáneo, Estados Unidos -a pesar de su condición de superpotencia- no tiene la capacidad de enfrentar y resolver por sí solo los grandes temas de la política mundial. Y aunque el propio Trump se ha mostrado escéptico respecto del valor del multilateralismo, lo cierto es que la coordinación con Rusia es vital para resolver temas como los de Siria, Ucrania o Norcorea. Esa labor se ve muy dificultada mientras no se despeje la sombra de la eventual injerencia rusa en la elección presidencial de 2016.

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