viernes, 16 de febrero de 2018
Economía y Negocios Online
Claudio Bravo-Ortega Líder del Grupo de Innovación, Emprendimiento y Sustentabilidad Escuela de Negocios Universidad Adolfo Ibáñez
Hace unos días fueron publicados las nuevas cifras sobre el esfuerzo financiero que hace el país en la generación de nuevas ideas. Este indicador se denomina Gasto en Investigación y Desarrollo, mas conocido como gasto total en I+D (Investigación y Desarrollo). Y el valor obtenido es un magro 0,37% del PIB. Esta cifra bastante es peor que lo observado durante las últimas dos décadas, la cual nunca ha superado el 0,6% del producto.
La evidencia de países comparables sugiere que esta variable debería ser hoy para Chile largamente superior al 1%. Cálculos sencillos ilustran que si la administración entrante se plantea volver a cifras cercanas a lo que ha sido históricamente, tanto el sector público como el privado deberían cada uno invertir un monto cercano a los US$ 250 millones para lograrlo. El escenario es aun mas exigente si queremos acercarnos al 1% donde se debieran invertir en total mas de US$ 2.600 millones en I+D!!!
La meta parece desafiante. Pero la misma evidencia sugiere que la rentabilidad tanto para el sector privado como para la sociedad en su conjunto es enorme, y ha sido la llave para que países como Corea, Australia o Finlandia lograran su desarrollo reciente. La evidencia internacional sugiere que la rentabilidad social en países desarrollados es muy superior al 20%, acercándose en algunos países al 100%, y que para el promedio de los países en vías de desarrollo es cercana al 70%. Francamente, es difícil vislumbrar alguna iniciativa con rentabilidad social similar actualmente implementada o por implementar.
Desde mediado de los 80s la literatura de crecimiento económico tuvo un importante impulso gracias aun conjunto de modelos teóricos sobre la forma en que los países podrían crecer en forma sostenida, algo que ocurre en la práctica pero que modelos tradicionales hasta entonces no podían explicar. Éstos nuevos modelos postulaban que la inversión de recursos humanos y financieros en la generación de nuevas ideas, I+D, era la clave del crecimiento sostenido.
Los nuevos modelos de crecimiento sugerían y la evidencia así lo corroboraba, incluso desde antes de estos desarrollos teóricos, que los esfuerzos en I+D tenían rendimientos económicos crecientes – entre otros, debido al efecto de desbordes del conocimiento que presentaban las actividades generadoras de I+D. La evidencia posterior también mostraba que invertir en actividades de Investigación y Desarrollo (I+D) no se trataba de un hobby de país rico ni la chochera del mundo científico sino que la principal palanca para alcanzar un nivel alto de desarrollo. Y también para mantenerlo.
Hoy los países de la OCDE invierten por sobre el 2,3% de sus PIB en la generación de nuevo conocimiento. Las cifras recientes para Chile muestran que el país destina solo el 0,37% de su producto a esta actividades. Para un ingreso que está cercano a los US$ 25 mil (PPP), el gasto en I+D de Chile debería superar el 1% del producto si es que seriamente quiere salir de la trampa del ingreso medio.
Este desafío no depende exclusivamente de lo que el sector público debe y puede hacer sino que también del empeño que haga el sector privado. Las mismas cifras recientemente divulgadas muestran que los privados en Chile representan cerca del 40% del esfuerzo nacional mientras que para el caso de los países de la OECD este valor es superior al 65%.
Si se asume que el país crece en los próximos años a un ritmo cercano al 3% por año, y efectivamente se busca que en un horizonte de cuatro años, el gasto en I+D en Chile sea del 1% del PIB donde el esfuerzo se reparta en partes iguales entre el mundo privado y público, simulaciones bien sencillas sugieren que cada uno de estos socios deberá invertir cerca de US$ 200 millones adicionales por año para llegar a esta meta.
Son US$ 200 millones frescos por año. Esto es bastante dinero. Solo para que tengan una idea. El royalty minero aprobado a fines del 2004 cuyo objetivo central era justamente buscar aumentar los recursos destinados a estas actividades, eran aproximadamente esos US$ 200 millones por año.
Así el sector privado no solo debe aumentar su esfuerzo relativo sino que principalmente absoluto pasando de los actuales US$ 600 millones, a invertir cerca de US$ 1.400 millones para final del año 2021. Algo parecido deberá hacer la nueva administración que llega con el gasto publico en I+D y también las siguientes.
Se han dado grandes pasos en la dirección correcta. El mencionado royalty minero fue uno. El programa de Becas Chile, otro. La traída de centros internacionales de investigación y la promoción del emprendimiento que necesita y realiza actividades de I+D, han ayudado a sostener el esfuerzo nacional. Pero aún falta muchísimo tal como las cifras lo indican. La ciencia y la innovación no convocan a marchas masivas por las calles, pero como hemos visto tiene un impacto altísimo en el bienestar general de toda la población.
El desafío para el próximo gobierno y el sector privado esta lanzado y clama ser abordado urgentemente, es necesario coordinar iniciativas que fortalezcan la demanda y oferta por innovación de manera simultánea y para esto es fundamental la coordinación de múltiples iniciativas, lo que frecuentemente no ocurre. Sólo como un ejemplo, basta pensar en que tenemos cientos de jóvenes terminando sus doctorados y la reforma de educación superior no establece requisitos respecto a plantas de profesores con doctorados o contribuciones científicas o gasto en I+D para la Universidades que participan en la gratuidad. Tenemos una oportunidad única, hoy tenemos mucho mas capital humano avanzado del que nunca hemos tenido, y el crecimiento sostenido del país se juega en nuestra capacidad de aumentar nuestro gasto en Investigación y Desarrollo (I+D). Podemos lograrlo.
