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Se debe estimular desde los primeros años de escolarización y potenciar en la adolescencia:

El pensamiento crítico es la llave para que los jóvenes enfrenten los problemas globales

domingo, 28 de enero de 2018

Margherita Cordano F.
Educación
El Mercurio

Ante un mundo que abruma por culpa del cambio climático, de desacuerdos políticos, violencia y noticias falsas por internet, fomentar que los alumnos tengan espacios para debatir ideas permite que estos se sientan más seguros y empoderados frente a este panorama.



La primera vez que se pararon frente a sus compañeros a exponer sobre un tema que les llamara la atención, los alumnos de 1° y 2° medio que participan en el club de conversación del colegio Almondale Lomas hablaron sobre amor, percepción de igualdad, salud mental y de lo que significa ser un artista. "Me impresionaron sus testimonios e ideas y me encantó la recepción de sus pares en el público, quienes les alentaron con gritos y aplausos, conscientes de lo vulnerable que puede ser exponer un tema desde el corazón ante otros", comenta Paula Neill, directora de este establecimiento de Concepción.

El colegio es una de ocho instituciones chilenas que en 2017 formaron parte de un TED-Ed Club, clubes escolares centrados en enseñar a niños de todo el mundo a compartir sus ideas de forma clara, concisa, pero también entretenida, tomando como base el modelo de las charlas TED. Estas últimas son conferencias de menos de 18 minutos en las que una persona se dirige a una audiencia sobre un tema, mientras al mismo tiempo está siendo grabada.

"Creemos importante fomentar la creatividad y el pensamiento crítico en las salas de clases para tener futuros ciudadanos con la capacidad y la valentía de cuestionar teorías y proponer nuevas ideas que aporten a un mundo mejor", explica Neill. "El mundo de hoy puede ser un lugar bastante preocupante y abrumador: problemas ambientales, desacuerdos políticos, además de nuevas trabas de adolescencia y preadolescencia, como el acoso por internet. Un joven podría sentir que no hay esperanza. Lo que hace el pensamiento crítico y el fomento de ideas es devolver a los jóvenes la posibilidad de que ellos sean artífices de soluciones a problemas globales o locales. Al tomar distancia y mirarlos desde distintas perspectivas, surgen ideas para dar solución a estos conflictos. Y esto los empodera".

Jorge Chávez, doctor en Psicología Educacional y académico del Núcleo de Investigación en Educación de la Universidad Andrés Bello, cree que el desarrollo del pensamiento crítico se puede y se debe estimular desde los primeros años de escolarización, pero que es justamente la adolescencia el momento ideal para potenciarlo. "Es una etapa en que los jóvenes están en busca de nuevas respuestas o respuestas variadas a múltiples interrogantes".

De ahí que "en la medida en que las actividades educativas sean desafiantes y que los estudiantes puedan consultar diferentes fuentes ante una pregunta del profesor o de los propios compañeros, lo que se está haciendo es ayudar a construir un pensamiento crítico y, por ende, ayudando a aprender, que es la tarea final de la escuela", explica.

Lo bueno y lo malo... de ambos lados

Durante su paso por Chile para participar como expositora en el seminario "Promoviendo el pensamiento crítico en el siglo XXI" -encuentro que se desarrolló en la Facultad de Educación de la Universidad Católica y que organizaron el Columbia Global Center de Santiago junto con el Centro de Justicia Educacional-, Deanna Kuhn, académica de la escuela de posgrado en Educación y Psicología de la Universidad de Columbia, dio algunos ejemplos de cómo los colegios pueden generar estas actividades desafiantes que se les proponen.

Una de las iniciativas que ella ha probado con éxito es hacer que los escolares trabajen en parejas frente a un computador. En la pantalla tienen un chat desde el cual conversan con otra pareja de compañeros: cada una de las partes tiene una postura respecto de un tema en particular, tópicos que van desde cuál es la mejor forma de integrar a los niños migrantes a los colegios de su nuevo país, hasta si es ético usar animales en trabajos de investigación.

"Entre parejas tienen que ponerse de acuerdo en lo que quieren decir antes de escribir y mandar su argumento al otro equipo. Una vez enviadas sus ideas, esperan una respuesta mientras discuten otros argumentos posibles. Es un diálogo virtual constante", explicó.

Otra propuesta es volver a fomentar los ensayos escritos, pero yendo más allá de solo pedir a los jóvenes que indiquen qué es eso que apoyan, por qué mantienen esa postura frente al tema y por qué otras miradas no son las correctas.

"Hay que pedirles que también analicen cuáles son las fortalezas de los argumentos en contra que reciben, así como las debilidades que pueden tener sus propias ideas. Este es un ejercicio que se suele pasar por alto", explicó Kuhn, quien dijo que pensar en estas dos cosas permite a los jóvenes indagar y entender mucho más sobre el tema que están tratando. Además -agregó-, sus investigaciones han mostrado que ir más allá de solo pensar en lo bueno que tiene el argumento propio y lo pobre que es la mirada de un tercero, permite que los alumnos se ordenen y empiecen a escribir de una manera mucho más estructurada.

"La actividad educativa es una actividad dialógica que incorpora múltiples voces en interpelación constante. Solo en la medida en que las actividades educativas incorporan en sus prácticas estas formas de actuar, es posible el desarrollo del pensamiento crítico de manera transversal a la práctica educativa", concluye Jorge Chávez.

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