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El ilícito ha cobrado fuerza en los últimos tres años, según el SAG:

El otro contrabando entre Chile y Bolivia: frutas y verduras

lunes, 22 de enero de 2018

Violeta Soria Torrico
Reportajes central
El Mercurio

En 2017 cada mes ingresó un promedio de dos toneladas, por pasos no habilitados. Además de sabores, traen consigo riesgos de Mosca de la Fruta e incluso la salmonelosis, poniendo en riesgo el patrimonio sanitario chileno.



E s verano en Pisiga Bolivar, un pueblo boliviano a 3.707 metros sobre el nivel del mar. Allí el sol quema, cuesta respirar por la altura y se impone el altiplano junto a sus montañas. Del otro lado y a menos de un kilómetro está Colchane, un poblado chileno, pequeño y silencioso.

El reloj marca las 9:30 de la mañana de un viernes de diciembre. Desde el complejo fronterizo Pisiga-Colchane, que delimita la frontera entre Bolivia y Chile, sale un cerco de alambres que separa a los dos países por casi un kilómetro. Prácticamente en su inicio han abierto un boquete. Por él una caravana de personas cruza caminando la ruta polvorienta. El viento silba, la tierra cubre todo. En el camino coches improvisados de cuatro ruedas y una estructura metálica rectangular, impulsados por hombres y mujeres, transportan televisores, fardos de ropa usada, juguetes, bicicletas y alimentos. Las personas atraviesan todo, incluso la zanja de un kilómetro de largo, construida por el gobierno chileno con el objetivo de frenar el contrabando. Todo entra y también todo sale. El sábado siguiente y el siguiente y el siguiente, la escena se repite.

Este es solo uno de los 30 puntos no permitidos por donde transita el ilícito.

Colchane y Pisiga Bolivar están tan cerca uno del otro que los amores entre sus habitantes son frecuentes, tienen familiares y realizan compras en ambos lados. Como si fuera de un solo país, los pisigueños y colchaninos entran y salen sin inconvenientes, con mayor frecuencia cada 15 días, cuando se instalan ferias para el intercambio comercial de sus productos. De esta misma forma, también pasa el contrabando, no solo de autos, electrodomésticos y droga, sino también de uno menos indefenso que podría dañar toda la producción agrícola chilena: frutas, verduras y hasta huevos. El lugar es una frontera caliente.

De acuerdo a datos oficiales entregados por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de Tarapacá, el contrabando de frutas y verduras se incrementó en los últimos tres años, periodo en el que se decomisaron 64 toneladas. Las cifras van en ascenso y revelan que, en 2015, el ente agrícola decomisó 19 toneladas y 761 kilos; en 2016 llegó a 16 toneladas y 467 kilos. Entre tanto, hasta noviembre de 2017, el SAG ya confiscó 27 toneladas con 847 kilos. Es decir, un promedio de dos toneladas por mes solo el año pasado.

Pero, ¿cuál es el peligro en que un simple cítrico, locoto (ají picante) o papa cruce la frontera ilícitamente? La respuesta es: la mosca de la fruta, una plaga que llega en calidad de larva en estos alimentos desde Bolivia de la que Chile está libre. Por ello, al ingresar, se arriesga que colonice los sembradíos y ponga en peligro el estatus fitosanitario del país, declarado desde 1995 libre de este insecto, explica el director del SAG de Tarapacá, César Cardozo. Chile es el único país de América que ostenta la categoría libre de esta plaga. De perder este rango también se pondría en peligro las exportaciones de fruta del mundo, por ello, desde hace ya varios años el país invierte fuertemente en el control de la plaga.

Frutas y verduras en ruta

Es un secreto a voces. En Colchane y Pisiga todos saben cómo funciona el ilícito, empujado por lo que implica en términos económicos. Carla, nombre ficticio para este reportaje, desayuna quesos bolivianos, y cuenta que "el negocio de la fruta es rentable, da, y vale la pena".

A escasos metros del paso fronterizo, el teniente de la Subcomisaría de Colchane, Cristian Constanzo Ávila, asegura que el contrabando de frutas y verduras desde Bolivia hacia Chile "se da en gran parte del año".

Así funciona el negocio: la mercadería llega a Oruro, departamento de Bolivia, desde los principales centros productores, como Cochabamba, Alto Beni y Santa Cruz. Después de cuatro horas de viaje, arriba a Pisiga Bolivar. Según algunos pobladores, "camionadas" de huevos y cajas de frutas y verduras ingresan a la zona cada día.

Una vez en territorio fronterizo, entre las 15:00 y 18:00, furgonetas con placa chilena entran a territorio boliviano y cargan la mercadería en las pampas de tierra próximas a la segunda plaza del pueblo. El teniente Ávila corrobora esta información y añade otro dato: el intercambio también se realiza en la línea fronteriza de ambos países.

Según el policía, los vehículos que transportan los productos agrícolas son furgonetas de la marca Mitsubishi modelo Délica, conducidas por choferes con licencia chilena. "Es caro transportar", dice Carla, mientras revela que cada viaje cuesta entre 200 mil o 300 mil pesos chilenos equivalentes a 2.000 y 3.000 bolivianos.

En pleno desierto altiplánico, al menos cinco fuentes coinciden en una denuncia: para que los vehículos chilenos ingresen a territorio boliviano y luego salgan sin ser amonestados, los comerciantes deben pagar "coimas" o tributos irregulares a los policías bolivianos.

Los montos más frecuentes llegan a 100 bolivianos o 10 mil pesos chilenos, según confirma Carla. Una vez concretado el pago, el policía toma nota de la placa y permite el paso de las furgonetas. Una vez cargados y ya oscuro los vehículos emprenden viaje en caravana hacia Chile, con las luces apagadas.

Desde el 8 de octubre, 150 policías de la Dirección Nacional de Frontera (Dinafron) patrullan la frontera de Bolivia con Chile para luchar contra el contrabando y el tráfico de droga. En Pisiga Bolivar, 20 custodian la zona.

Consultado sobre si alguna vez recibieron denuncias por coimas a los policías, el director de Dinafron, Miguel Rivera, aseguró que para evitar actos de corrupción, el personal policial rota cada 15 días. Enfatizó en que "nunca recibió una denuncia" y mostró sorpresa por esta variante de delito, al que calificó de "novedoso".

"Tenemos excelente relación con Carabineros y vamos a trabajar en lo que usted me está diciendo. Si es mercadería boliviana, la responsabilidad sería de nuestra parte y vamos a establecer rutas, horarios y vamos a intercambiar información con Carabineros para que en caso de que nosotros no podamos encontrar ese tráfico, lo hagan ellos en su territorio", dijo.

Sapos y documentos que permiten el paso

En Pisiga es domingo y el sol está a punto de ocultarse. Mientras una fila de vehículos pesados y flotas aguardan su turno para ser revisados por el control fronterizo de Colchane, desde una de las estrechas calles de tierra polvorienta que une la carretera con el pueblo aparece la figura de una mujer que pide no revelar su nombre. Es Ana para este reportaje.

Ana bosteza, está cansada. Cuenta que el transporte de ropa desde Chile hasta Bolivia, al cual se dedica en pequeña escala, es rentable, pero que según sus contactos el negocio de la fruta y verdura deja mayores ganancias.

"Como vi que estaban descargando partes de vehículos de Chile a Bolivia, le fui a preguntar directamente a un hombre que estaba allí. Le dije que quería llevar fruta a Chile. Y me dijo ¿cuántas cajas? Rápido, rápido porque ahorita acaba de salir otro auto a Chile".

Recuerda que una mujer que presenció la conversación le dijo: "Anota el número de don Pepe. Él debe estar al otro lado de la frontera en Colchane, dile a él para que te lo lleve". Ana baraja la posibilidad de emprender el negocio, aunque cree que necesita al menos US$ 3.000.

Pisiga Bolivar es un pueblo con menos de 30 familias. A su alrededor existen escuelas, cantinas, dos plazas y casas en construcción, varias con extensos patios. "Las casas que hay acá son como lotes vacíos donde entran los autos, descargan mercadería, viene otro y se lo lleva a Chile", cuenta Ana.

Carla y Ana confirman que los contrabandistas cruzan la frontera de noche y madrugada. Tardan entre 10 y 15 horas en atravesar el desierto, tomar rutas paralelas, bordear el Salar de Huasco e incluso esquivar algunas mineras. Para este "trajín" contratan a "sapos" o informadores, quienes vigilan la ruta y avisan si carabineros, personal del SAG o Aduana patrullan sus rutas. Estos centinelas conducen automóviles polarizados y equipados con radiotransmisores para evitar que la mercadería sea identificada.

El teniente Ávila detalla que en Colchane existen 14 pasos ilegales fronterizos identificados a lo largo de 184 kilómetros. Solo 17 carabineros, divididos en varios turnos y durante las 24 horas, controlan ese tramo. A esa distancia, cada día por efecto de las condiciones climáticas, se crean o borran caminos no permitidos. Esto solo es una muestra de la permeabilidad de la frontera.

La ruta de la fruta

Tienen muchas rutas clandestinas, pero tras un trabajo de inteligencia e intercepción, el SAG Tarapacá identificó al menos tres por donde se transportan los alimentos. El primero y más transitado ingresa por Cerrito Prieto, al costado del complejo fronterizo de Colchane- Pisiga. Luego toma la ruta CH-15, la vía 162 kilómetros que une Colchane con Iquique. Posteriormente, esquiva el punto de control de Huara y se empalma con la Ruta 5 Norte "haciendo pasar la carga como procedente de la ciudad de Arica", señala un comunicado del SAG. (Ver infografía).

Un transportista de la zona lo corrobora. "El puesto de Huara se puede evitar, puedes tomar otra ruta dos o tres kilómetros antes. Bordear debe ser media hora y llegan a la misma carretera pero más adelante de Huara, debe ser unos 10 kilómetros", detalla. "Pasos hormiga se llaman" dice otro conductor de camión, que se apronta para atravesar el control de Huara.

persas y puntos de distribución

Es día de feria en La Quebradilla, uno de los mercados más importantes de Alto Hospicio, comuna ubicada a media hora de viaje de Iquique. Allí hay de todo, desde alimentos hasta ropa de marca.

Los comerciantes venden en el suelo y algunos se protegen con carpas azules de techos en punta. Es un mercado persa.

-¿Tienes Quilquiña (planta aromática boliviana), casera?, pregunta una interesada a una de las varias vendedoras de verduras apostada en la cabina de un vehículo.

- No, más allá vas a encontrar, contesta la comerciante.

Después de preguntar tres veces, la interesada llega al puesto de una mujer de pantalones cafés y chomba azul. Reitera la pregunta.

- Sí, tengo, contesta.

De inmediato la comerciante, sentada sobre una silla de plástico y rodeada de cajas de yuca y bandejas de huevo, se agacha, remueve sus brazos y por debajo de su mesa donde expone limones, granadillas, maracuyás y piñas saca un ramillete verde.

-Debe ser difícil traer, dice la compradora.

- Grave es. Ahora peor. Parece que ya no va entrar.

- ¿Por qué?

- La frontera esta militarizada. El hombre que fleta el transporte le dijo a mi hermano que ya no les va a traer.

Después de esquivar controles y exponer sus vidas, los comerciantes y productos llegan a cuatro mercados principales del norte: Iquique, Alto Hospicio, Pozo Almonte y Pica. De acuerdo al SAG, La Tirana y Alto Hospicio son los principales puntos de acopio y distribución. En Pozo Almonte los productos se embarcan rumbo a Calama y Antofagasta.

Para Teodolinda Baltazar Mamani, presidenta de la Feria Itinerante de Iquique, la internación y venta de productos ilegales traen consigo una competencia "desleal" de precios para su gremio.

En los principales mercados de Iquique, los huevos bolivianos se venden hasta en 40% menos que los nacionales y los precios de la fruta y verdura varían según el producto. En Iquique, el kilo de mangos llega a 2.000 pesos chilenos o 20 bolivianos, pero en frontera a 200 pesos o 2 bolivianos.

En opinión de Baltazar, los pasos fronterizos más frágiles son: Chungará, en la Región de Arica y Parinacota, y Colchane, en Tarapacá. "Esto viene de hace dos o tres años. Ahora se acrecentó porque entra todo lo que es fruta, choclo, verdura. Hoy, el foco infeccioso ya no está en Iquique, sino en La Quebradilla. Allí llega a las 4:00 y 5:00 de la mañana y desde este punto distribuyen", relata Teodolinda mientras vende sus productos, "todos chilenos", asegura.

El director del SAG Tarapacá identificó tres razones por la cuales los productos bolivianos llegan al norte chileno: la frontera entre Chile y Bolivia es geográficamente muy permeable, los productos son más baratos y su demanda es alta entre los residentes bolivianos, sus principales consumidores.

Pica, el más afectado

Los pobladores de Pica, el principal productor de frutas del norte, todavía derraman lágrimas cuando recuerdan los años 60 y 70, cuando la mosca de la fruta diezmó su producción. La plaga no tuvo piedad y mató todo lo que encontró a su paso. Cuentan que incluso los ancianos murieron, pero de pena por las pérdidas.

Existen tres hipótesis de la procedencia de la plaga. La primera dice que llegó de Perú. La segunda, de Bolivia, y la tercera de Copiapó. Lo cierto es que Pica nunca más fue la misma, puesto que solo en el casco antiguo del pueblo perdió cerca de 100 hectáreas de producción.

"En esos años cayeron las siete plagas de Egipto sobre Pica porque no hubo un buen control biológico del SAG. Todo se perdió", se lamenta María Susana Guagama, secretaria de la Asociación de Productores Agrícolas de Pica.

A finales de 2016, la plaga volvió a ser detectada. Entre enero y abril de 2017, el SAG capturó 11 ejemplares en Pica, visitó 3.567 lugares para identificar al bicho, analizó 7.356 kilos de fruta, dictó cuarentena y prohibió la cosecha y comercialización de la fruta en un plazo de tres meses. Cerca de 250 agricultores se vieron afectados. "Esos meses los vivimos con angustia, mucha rabia e impotencia", añade, tras detallar que el SAG tampoco les permitió congelar la pulpa. Las pérdidas fueron millonarias y la mayoría quedó endeudado.

En Pica es jueves y celebran a su patrono, San Andrés. El santo recorre las calles en los hombros de los feligreses. En su cuello tiene una medalla de limones, naranjas, mangos y guayabas. Recibe rezos, ofrendas, flores y peticiones. Entre las principales: que el insecto no vuelva.

Violeta Soria es alumna del Magíster en Periodismo Escrito El Mercurio-UC. El artículo, editado para R. del Campo, fue su reportaje de grado.

3,7
TONELADAS
de frutas y verduras chilenas decomisó el Senasag boliviano en la frontera, en 2017

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MOSCAS DE LA FRUTA
halló el SAG en Las Condes, en diciembre.

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