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Elvira Santa Cruz

Las mil vidas de Roxane

martes, 12 de diciembre de 2017

Sergio Caro
Reportaje
El Mercurio

Escritora y benefactora de la infancia, la célebre directora de El Peneca incentivó la lectura a generaciones de niños y fue pionera en defender causas sociales que se mantienen hasta hoy.



Sus compañeros de Zig Zag la describían como la encargada de "poner los puntos sobre las íes" cuando se generaba una discusión: "¡Cállese hombre, usted no sabe lo que está diciendo! ¡Esto es así y asá!", exclamaba "y no se equivoca nunca", aseguraban. Ella, en tanto, se reconocía impaciente y que tenía fama de huraña porque le gustaba ocultar su lado sensible y declaraba amar su soledad, pero se derretía cuando los niños la rodeaban tratándola de mamita. Aunque la faceta más conocida de Elvira Santa Cruz Ossa (1886-1960) fue la de haber encabezado el fenómeno editorial que fue El Peneca, cuando Agustín Edwards McClure le ofreció dirigir la revista infantil en 1920, ella, feminista activa e intelectual con múltiples intereses, habría dudado en un primer momento sobre qué podría hacer con una publicación para niños. Pero luego convertiría este trabajo en su legado.

Provenía de una acomodada familia de Valparaíso: el matrimonio de Joaquín Santa Cruz (político radical) y Carmela Ossa tuvo 10 hijos, que crió con la ayuda de dos institutrices, una inglesa y otra francesa. Dos de sus niñas mostraron afición por las letras: Blanca, quien se dedicaría a la literatura infantil y juvenil, y Elvira, quien a diferencia de sus hermanos prefería los libros a los juguetes, incluso como regalo de Navidad. Ella estudió en el extranjero sociología y trabajo social, y como era habitual entre las mujeres ilustradas de comienzos del siglo XX, luego se dedicó a la escritura usando un seudónimo, que en su caso fue el nombre de la heroína de Cyrano de Bergerac.

A Roxane este oficio le permitió independizarse de su familia. Colaboró con los principales medios de prensa de la época, como El Mercurio y La Nación, donde realizó entrevistas. En 1914 asumió la sección de vida social de revista Zig Zag, donde fue sumando otros artículos de interés sobre moda o artistas de la época.

Pero la escritora era una inconformista (en 1959 aseguró a la revista Ercilla que el personaje que más la había influenciado era Hedda Gabler, de la obra homónima del dramaturgo Henrik Ibsen) y como tal encontró su lugar entre la élite feminista capitalina del Club de Señoras, al que pertenecía su gran amiga Inés Echeverría (Iris). En sus colaboraciones periodísticas siempre estaba incluyendo notas sobre la evolución del rol de la mujer en la sociedad o sus derechos civiles y políticos: "La mujer ya no es decorativa. Cambió el estrado por la sala de baile. El hombre nada pierde otorgándole derechos" afirmaba en una crónica sobre una conferencia sobre emancipación femenina, publicada en El Mercurio en abril de 1923. O bien entre sus notas de vida social intercalaba alusiones a la causa del voto femenino.

Al mismo tiempo, como era rasgo común entre las feministas locales, Roxane no renegaba de su interés por la moda, como expresaba en sus páginas sociales en Zig Zag: "llega la primavera y ante un traje parisiense olvídanse los problemas más importantes y caen por tierra todas las teorías de los anti feministas, que aseguran que la mujer emancipada pierde los encantos de su sexo..." (agosto de 1926). Refiriéndose a la belleza en 1930, afirmaba que "constituye, hoy como ayer, la primera preocupación de la mujer moderna (...). Puede llevar sobre sus hombros todas las responsabilidades del hogar, puede pasar las horas inclinada sobre la máquina de escribir, en la oficina de un banco o un ministerio, llena su mente de asuntos serios, pero nunca olvidará la coquetería femenina". En tanto, "mientras el hombre chileno no es tipo de elegancia, ni por asomo, la mujer chilena lo es en toda su extensión", agregaba.

Labor social

Pero esta era solo una parte de las preocupaciones de Elvira Santa Cruz. Ella, quien reconocía haber tenido una niñez regalada, con acceso a la cultura, se conmovía con la realidad de los conventillos, donde las mujeres (solas o con maridos alcohólicos) tenían que desempeñar oficios miserables para tratar de subsistir con sus hijos. Aparte de mostrar esta situación a sus lectores de Zig Zag, tuvo oportunidad de hacer algo concreto: al crearse en 1925 el Ministerio del Trabajo, fue nombrada inspectora jefa de trabajo femenino y de menores, cargo que incluía el fiscalizar que las condiciones laborales de las mujeres trabajadoras fueran similares a las de los hombres.

En forma paralela, la cronista venía trabajando para los niños. Tras haber instalado El Mercurio en Santiago, Agustín Edwards McClure abrió una serie de revistas ilustradas, siguiendo las tendencias de la industria periodística norteamericana. Entre ellas estuvo la revista Zig Zag (1905) y la infantil El Peneca, que debutó en noviembre de 1908. En sus inicios, la revista tuvo como directores a Enrique Blanchard y al sacerdote y crítico literario Emilio Vaisse, quien firmaba como Omer Emeth. Este último logró posicionar El Peneca, pero al terminar la década de 1910 la publicación estaba en crisis económica y a punto de desaparecer. Entonces le ofrecieron el puesto de directora a Roxane. Ella vio una oportunidad de poner en práctica lo que creía. Como dijo en una entrevista en Zig Zag, tras regresar de un viaje en 1927: "los goces de la vida se han hecho para todos. Pobres y ricos disfrutan de ellos", refiriéndose a la cultura y cómo en Europa todos los estratos de la sociedad tenían acceso a ella.

Tomó esta oportunidad con el objetivo de fomentar la lectura infantil. Tenía la esperanza de que las nuevas generaciones se convertirían en adultos más ilustrados. Reformuló los contenidos de la revista, estableciendo diversas secciones que iban desde juegos de magia y manualidades hasta las historias de personajes célebres, respuestas a los por qué de los lectores, y lo que sería el mayor atractivo de la revista: cuentos e historietas cuidadosamente ilustrados (con el talento de su sobrino Mario Silva Ossa, Coré). Estos cambios hicieron más transversal a El Peneca, que inicialmente llegaba a un público reducido, pasando de un tiraje de seis mil ejemplares semanales a 240 mil.

Roxane consideraba que si los niños chilenos más desposeídos conocían una realidad distinta a la que les había tocado vivir, tendrían motivación para surgir en la vida y alejarse de la marginalidad a la que parecían predestinados. Por ello, desde su creación (1916) fue parte de la Junta de Beneficencia Escolar, creada para apoyar con alimentación y vestuario a los menores. Más adelante con el apoyo de particulares, del Presidente Arturo Alessandri y el patrimonio de la propia Elvira Santa Cruz, puso en marcha su más ambicioso proyecto benéfico: las colonias escolares.

Esta iniciativa consistía en llevar a niños de escasos recursos a veranear por un mes al campo o la playa. Estos postulaban y eran seleccionados tras una revisión médica (con el tiempo, logró tener un programa para niños con problemas de salud). En las colonias, los niños participaban en actividades recreativas y se les enseñaba a cultivar la tierra. También recibían una alimentación especial, considerando que la desnutrición infantil era una preocupación nacional, por ello se destacaba como un logro el que antes de dos semanas, los participantes subían entre uno y dos kilos de peso.

Inicialmente se aprovechaba la infraestructura de las escuelas públicas, cerradas durante las vacaciones escolares. Pero con el tiempo se llegó a contar con algunos recintos propios, siendo el primero el inaugurado en Reñaca en el verano de 1937, que se bautizó como "Colonia de Vacaciones Presidente Alessandri". Allí se podía funcionar todo el año, en períodos de dos meses por cada estación. Era habitual que la prensa (en particular Zig Zag) le diera cobertura a estas colonias, mostrando a los menores que partían en tren desde la Estación Central, o cuando le celebraban el cumpleaños a Roxane. A fines de octubre, cada año se realizaba una colecta pública para financiar el programa, a lo que también contribuían empresarios como los concesionarios del Casino de Viña, que además prestaban el recinto para ofrecer un té a las niñas, mientras que a los niños los llevaban a conocer la Escuela Naval y los barcos de guerra. Pese a todo el apoyo, en 1940 Roxane se quejaba a Zig Zag porque "muchas veces hemos recibido desaires de las familias chilenas veraneantes en Viña. En más de una ocasión, cuando mis chicos se acercaban a las playas de Miramar o Montemar, había protestas por la invasión de los hijos de la familia obrera, a pesar de que, como dije, estos niños son un ejemplo de orden y distinción".

A su manera

A lo largo de toda su carrera, Elvira Santa Cruz se mantuvo realizando distintas actividades paralelas. En 1916 publicó su novela "Flor Silvestre", que en Estados Unidos se ocupó como material de estudio del idioma español. También escribió obras de teatro, como "El voto femenino" y "La familia Busquillas". Sin dejar su trabajo en los medios chilenos, en la segunda mitad de los años 20 viajó por Europa y el Oriente, lo que dio origen a una serie de crónicas de viajes, incluyendo su recordado encuentro con Pablo Neruda y la mujer con la que vivía en Java. Desde París enviaba sus "Crónicas Parisienses" a Zig Zag, donde además de la moda describía sucesos como el fenómeno de la bailarina Josephine Baker, quien luego llegó a actuar a Chile.

Lo que sí dejó fue la dirección de El Peneca, después de 30 años. Tras la repentina muerte de su sobrino Coré -quien había formado como su discípula a la ilustradora Elena Poirier-, finalmente dejó el puesto en 1952. La revista pasaría por una seguidilla de cambios (llegó a tener nueve directores en un año), y pese al talento de dibujantes como Themo Lobos y Pepo, nunca volvió a ser lo que fue bajo el mando de Roxane. El 20 de octubre de 1960 apareció el último número, el 2.705, casi coincidiendo con el deceso de su más célebre directora.

En la mañana del lunes 7 de noviembre de 1960, Elvira Santa Cruz sufrió un ataque cardíaco en su casa de la calle Bueras, próxima al Parque Forestal. Se recuperó con asistencia médica, pero en la noche tuvo otro episodio que resultó fatal. Casi un año antes, a fines de diciembre de 1959, la escritora había dicho a la revista Ercilla que "quisiera morir de repente". En esa misma entrevista (que no tenía firma), Roxane, de 73 años, se refirió escuetamente a su vida privada, expresando que "jamás tuve un desengaño. La vida me dio más de lo que merezco". También inéditamente habló de su soltería, declarando que "amo la soledad. Me encuentro bien en ella. Por otro lado, me gusta la sociedad, pero no impuesta. Solo cuando yo la busco".

Roxane estaba interesada tanto en la lucha por el voto femenino como en la ayuda a los niños.

Para Roxane, el aumento de la lectura infantil era una forma de crear nuevas generaciones de niños ilustrados.

Bajo la dirección de Elvira Santa Cruz, la revista El Peneca aumentó su tiraje de 7 mil ejemplares semanales a 240 mil.

 

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