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Poeta y bibliófilo Publica "Suma atómica"

César Soto: "Mis colecciones debieran quedar en Chile"

domingo, 19 de noviembre de 2017

Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros
El Mercurio

El autor habla de su reciente antología que acoge poemas de seis libros ya publicados y adelanta los proyectos en los que está embarcado para difundir la obra de Pablo de Rokha y Nicanor Parra, incluidos manuscritos inéditos.



Además de poseer algunas de las joyas bibliográficas más cotizadas en el mercado del coleccionismo, César Soto Gómez (1951) atesora, con el mismo celo, recuerdos de sus inicios en la poesía. Cuando todavía era alumno del Liceo de Aplicación y publicaba una pequeña revista literaria, envió un libro de poemas a un certamen internacional convocado por la Organización Continental y Caribeña de Estudiantes Latinoamericanos, de Cuba. Un día lo llamó por teléfono el propio Roque Dalton, para comunicarle que era uno de los ocho ganadores. El escritor salvadoreño había llegado a Santiago y lo convidó a la casa donde se estaba quedando.

Ya en el Instituto Pedagógico -donde formaba un trío inseparable con los poetas Hernán Miranda y José Ángel Cuevas-, Soto participó en el taller de escritores de Enrique Lihn, el año 1971. Recuerda el tenso encuentro que se produjo el día en que fue invitado Nicanor Parra. El antipoeta vio los rayados escritos por los estudiantes, tan utópicos como los del 68 francés, y les dijo que eso era poesía. Llegó más lejos: tirar una bacinica con mierda en la muralla también. "Vi a Lihn ponerse rojo como un tomate", recuerda Soto. "Entonces tenía una postura muy tradicional de la poesía". Uno de los presentes apoyó los dichos del antipoeta. Después de la reunión, cuando se fueron a tomar unos tragos, el defensor de Parra se peleó a combos con Waldo Rojas, el ayudante de Lihn.

Los propósitos de César Soto de convertirse en poeta y terminar Filosofía quedaron interrumpidos en 1973. Muchos de sus profesores salieron al exilio, empezando por Juan Rivano. A los 23 años, su vida dio un giro, gracias al bibliófilo argentino Ludwig Lehmann, quien puso en sus manos una primera edición de El Quijote para hacer un catálogo. "De ahí en adelante esta idea de la biblioteca, de la colección, de profundizar mis conocimientos, me empezó a seducir", recuerda Soto. Otra poderosa razón para quedarse entre Santiago y Buenos Aires fue mantenerse cerca de sus padres, ya mayores.

Su primer libro apareció en 1982. Se titulaba Retrato hablado y era una edición amateur, que sacó Juan Luis Martínez en una imprenta de Villa Alemana. No eran más de 50 ejemplares. La antología Suma atómica , que publicó hace poco Ediciones Tácitas, recoge uno de los cinco poemas del libro. Pasarían 13 años antes de volver a publicar. Consumatum est -"esto se ha acabado" o "cumplido", que fueron las últimas palabras de Cristo en la cruz- salió en 1995. Soto escogió como protagonista al astronauta soviético Serguéi Krikaliov, lanzado al espacio el 18 de mayo de 1991. Cuando regresó, casi un año después, ya no le dijeron "camarada", sino "bienvenido, señor". "Perdió su país, sus utopías, su mundo, su familia", como dice el epígrafe. "El poeta (Krikaliov-Soto) queda sumergido en la soledad de un erial irreconocible", escribe Kurt Folch en el prólogo.

"Es cierto. Uno se decepciona hasta de sí mismo", recuerda César Soto. "Se pregunta qué estoy haciendo aquí, en qué me equivoqué tanto, cómo no pude percibir que la realidad estaba cambiando para un lado tan extraño. Ya no soy lo que era y, menos todavía, lo que quería ser. Empieza a colapsar la propia identidad".

El tono apocalíptico de Consumatum est se proyecta a la historia del Homo sapiens y del universo, con un lenguaje cargado de nomenclaturas científicas y múltiples alusiones al espacio exterior. Durante los 80, Soto estudió en la Asociación Chilena de Astronomía y Astronáutica. "Yo creo que soy un astrónomo frustrado", reconoce, y dice que le asombran las regularidades de los cuerpos celestes. "El orden del cosmos compensaba al caos -cosmos es, precisamente, orden- del siglo XX", advierte.

Sus tres poemarios siguientes registran las mismas inquietudes cosmológicas y filosóficas. Nihil novum sub sole (2004) refleja, ya desde el título, el interés por la Biblia y, sobre todo, por el Eclesiastés, texto clave para el escepticismo de su maestro Juan Rivano. En su nuevo libro, Soto advertía el principio de la Era del Comercio Electrónico, que terminaría haciéndolo cerrar su librería de calle Merced. Sin embargo, lejos de arruinarse, el año pasado la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) le pagó más de mil millones de pesos por su colección de primeras ediciones de Neruda y más de 4.500 documentos históricos de la Colonia, entre otras piezas. La cifra parece alta, pero Soto advierte: "La inversión fue elevada a través de 40 años y hay que considerar el aspecto tributario". Ironiza también sobre la relatividad del dinero: "Me hubiese gustado comprar el 'Salvator Mundi', de Leonardo da Vinci, adquirido en 45 libras esterlinas hace 60 años, y vendido ahora en 450 millones de dólares".

A pesar de la "psicopatología de la vida cotidiana" que se padece en Santiago, ahora puede trabajar en su poesía con más tranquilidad. Está pensando, asimismo, en reconstruir su casa de Iloca y la capilla de San Judas Tadeo en la Piedra Lisa, frente al océano Pacífico. El próximo año espera publicar su poemario Quantums de luz (manifiestos a la Aldea Global) y recuperar, en una edición facsimilar, el primer libro impreso en nuestro país: Carta de un Americano al Español sobre su número XIX , del dominico mexicano Servando Teresa de Mier, salido en 1812 de la misma imprenta que publicaba La Aurora de Chile. Entretanto, avanza en el Libro de los libros de Pablo de Rokha : además de la descripción de cada obra que el autor publicó en vida, incluirá los facsímiles de su libro inédito China Roja , escrito durante el año que Pablo de Rokha vivió en ese país, y que su hija Lukó regaló, mucho tiempo después, a un amigo del PC chileno. "Ese amigo tenía una conexión con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y a mí me vendieron el manuscrito porque necesitaban plata, a través de un librero", afirma Soto.

El poeta y coleccionista piensa editar otro "Libro de los libros" con el completísimo archivo que tiene de Nicanor Parra. "Para eso también cuento con el apoyo de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos y de la Corporación Patrimonio Cultural. Con estos dos trabajos me puedo morir tranquilo. Ya saqué el Libro de los libros de Pablo Neruda e hice un trabajo similar para la Fundación Getty en Estados Unidos, con las obras de Vicente Huidobro".

¿Incluirá el manuscrito inédito del libro de sonetos "Simbad el marino", de Parra? "Claro, pero voy a tener que lograr la autorización de Nicanor", responde Soto. "Lo he conversado con él, pero no hemos llegado a una conclusión muy clara. Obviamente, tiene cierta resistencia a publicarlo, siempre la ha tenido, porque es una poesía anterior a la antipoesía. Además de 'Simbad el marino' existe un cuaderno de cuando enseñaba Mecánica Racional, donde hay 99 'antipoemas prehistóricos', como se podrían llamar. Ahí está la génesis de la antipoesía. Voy a tratar de que Nicanor me diga que sí y publicarlo en facsímiles".

-¿Sabe Parra cómo llegó ese inédito a sus manos?

-Sí, sabe, porque ha estado acá, yo se lo mostré. Como yo compré el libro con un documento, le mostré la firma a Parra de la persona que me lo vendió. La reconoció, pero no te puedo decir el nombre, porque está viva. Era un novio de la Violeta, que en ese tiempo iba mucho a la casa. Probablemente, ella se lo regaló o él se lo sustrajo, qué sé yo. Cuando Nicanor vio el libro todavía era amigo de él, pero no le dio importancia. Yo le propuse que me firmara el manuscrito. "No te lo puedo firmar, por las razones que te estoy diciendo", me respondió Nicanor. Entonces, yo le ofrecí devolvérselo si me garantizaba que esto no iba a pasar otra vez. "No te lo puedo garantizar, así es que quédate con él, guarda tú estas cosas", me dijo. Lo más probable es que se lo hubieran vuelto a sacar o ya se habría perdido por ahí.

Soto conserva los originales del Canto General , de Neruda, que interesan a una acaudalada universidad de Estados Unidos, según revela. "Sin embargo, estoy haciendo todas las gestiones posibles para que se queden en Chile, interpretando lo que Neruda hubiera querido hacer. ¿Qué más da un poco más o un poco menos de plata a estas alturas de la vida? A cualquier altura, en el fondo. Yo preferiría que se quedaran en la Dibam, porque ellos tienen menos piezas que la Fundación Neruda y ya recepcionaron la donación de Doris Dana con el patrimonio de Gabriela Mistral. Así pueden tener las dos columnas de los dos premios Nobel chilenos". El mismo deseo expresa respecto de las colecciones que conserva de Pablo de Rokha y de Nicanor Parra. "Tarde o temprano, todo lo que he reunido debiera quedar en Chile", afirma.

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