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un mundo a orillas del ramal

sábado, 18 de noviembre de 2017

Texto, Paula Donoso Barros. Fotografías, Viviana Morales R.
Patrimonio
El Mercurio

Está entre los 25 patrimonios que World Monuments Fundation declaró en peligro de desaparición. No se refiere solo a un tren de trocha angosta que hace el trayecto entre Talca y Constitución, ni a que sea el único recorrido en Chile que se sale de la vía principal. La alerta es por un mundo en torno a él donde se conservan las costumbres más arraigadas del Maule y que, para bien y para mal, ha sobrevivido por el aislamiento.



Un tren que recorre poblados a orillas del río Maule entre Talca y Constitución; las comunidades de Tebaida Leonesa en España, y los cerros de Matobo en Zimbabwe. Mundos más cercanos de lo que aparentan para el ojo alerta de World Monuments Fundation que los ingresó bajo una misma categoría de Paisajes Culturales en peligro a su listado Watch 2018. Suman coincidencias al tratarse de mundos rurales, aislados. Amenazados por los ritmos que impone el crecimiento, por los riesgos de incendio, por el abandono. 

Si a través de su nominación la fundación llama a tomar acciones locales o internacionales que fortalezcan la continuidad de una forma de vida, Christian Salgado, un maulino dirigente de la Asociación Gremial de Turismo del Ramal, ha dedicado años a eso. "Las palabras de WMF son una tremenda verdad. Y ayudan a posicionar el ramal: cuando la gente ve que va a perder algo, lo valora".

 Por otra parte, sabe que en la nominación que presentaron Monumentos Nacionales, EFE y el Consejo de la Cultura hay algo de estrategia para valorizarlo como patrimonio, "porque restaurar la línea y traer más trenes cuesta cerca de 5 mil millones de pesos, lo que para una población de dos mil personas, no parece rentable. Ahora lo quieren postular a Unesco como Patrimonio de la Humanidad, por el hecho de que esté arraigado a muchas costumbres centenarias del campo chileno; mejor todavía". 

Los 2.100 pesos del pasaje para el trayecto completo -1.200 para los residentes, subsidiados por el Estado- pagan la posibilidad de subirse a una máquina del tiempo; dos carros de un buscarril que recorre 88 kilómetros, divididos oficialmente en 21 estaciones o paraderos, muchos que ya no existen.

 A algunos los borró el desuso y a otros, como Maquehua, los incendios de enero pasado. El recorrido de casi cuatro horas, casi todo el tiempo bordeando la ribera norte del río Maule, cruza caseríos y pueblitos donde el vino se hace a la antigua, con lagares y prensa manual; donde la gente sigue con sus casonas agrietadas porque el terremoto se encargó de botar adobes y de lo que quedó, poco se ha restaurado;

 donde las mujeres cocinan guisos de porotos con mote y arvejas salidos del huerto, donde el carbonero de Tanhuao se traslada desde hace treinta años en el mismo burro al que todavía no le pone nombre, y donde las carreras a la chilena se mueven por la zona como entretención de fines de semana. "Son rutinas a la antigua; es meterse al Chile profundo", dice Salgado.

Y mientras más avanza el tren hacia el mar, más profundo. Con gente que baja del cerro y se sube en Toconey, Pichamán, Forel o Huinganes para ir a sus horas médicas, a hacer trámites y llevar sus hortalizas y frutas a la feria de Constitución en verano, y empanadillas, orejones de pera o duraznos secos en invierno. Son pueblos que solo dependen del tren, porque la locomoción pública que trepa por los cerros a algunos les pasa a 30 km de distancia, por caminos que en días de invierno se convierten en intransitables.

El ramal a Constitución fue promesa de campaña de José Manuel Balmaceda. En 1892 se inauguró el primer tramo hasta Curtiduría, y en 1915 llegó a Constitución. Tuvo años de gloria, los vecinos recuerdan a mediados de los setenta cuando había seis recorridos diarios en cada sentido; con carros de primera, segunda y tercera, más vagones de carga. A fines de los 80, cuando Celulosa Constitución derivó el transporte de sus maderas a camiones, el tren cayó en el descuido. "Nunca paró, aunque se escucharon propuestas de levantar la línea y hacer camino, pero la geografía hace que crear una carretera fuera una tremenda inversión", recuerda Salgado. 

Cuando en 2007 fue declarado Monumento Nacional, ya un grupo de amigos del patrimonio más las juntas de vecinos se organizaban para revitalizarlo. "Fue después del terremoto de 2010 cuando hubo que restaurar la línea, que salió más a la luz nacional que existía este tren y que se estaba perdiendo un patrimonio nacional", recuerda Salgado.

 Y surgieron iniciativas para reactivarlo. Una de ellas, el buscarril turístico: los sábados durante el verano, y cada quince días durante el año, se sumó un viaje adicional al regular, sincronizado con el tren desde Santiago. Recorría tres estaciones que se preparaban para recibir a los visitantes: en Corinto había teatro y artesanía local, una abuela-marioneta contaba leyendas y la historia del lugar; en Curtiduría servían platos típicos, y en González Bastías se podía visitar la casa del poeta que le dio el nombre. 

"Era la oportunidad de vivir una experiencia profunda en un día". Funcionó desde 2012 hasta agosto de 2016; luego vinieron los incendios del verano pasado y no se ha retomado. "Nuestra propuesta es retomar y paquetizar el viaje: vender pasaje con almuerzo y todo incluido, y que cada estación reciba dinero por pasajero, no a la suerte como pasaba. 

La gente necesita ese ingreso, pero la prioridad del turismo debe ser respetar a la gente, vivir una experiencia con ellos", es la visión de Salgado desde la Asociación Gremial de Turismo del Ramal. Los vecinos confían en que habrá resultados. Berta Rojas sigue preparando café de trigo, dulce de higos y de rosa mosqueta, y quisiera volver a venderlos en la estación. También tiene listas para los turistas, las bolsas con tres vértebras de cordero y una piedra, "para jugar a las tabitas", tal como lo hacía en la escuela de Corinto cuando era niña. 

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