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Entrevista a Jesse Norman, parlamentario británico:

"Creo que Edmund Burke sería muy crítico de la forma y el estado del debate en la actualidad"

domingo, 12 de noviembre de 2017

Juan Pablo Toro V.
Internacional
El Mercurio

Miembro del actual gabinete británico vino a Chile a conversar sobre una de las piedras angulares del pensamiento conservador y su vigencia.



Poco conocido en el mundo hispano más allá de las escuelas de ciencia política, Edmund Burke (Dublín, 1729) es un referente obligado para el pensamiento conservador y no son pocos los liberales que intentan apropiárselo.

Porque a lo largo de toda su vida pública este filósofo, que ejerció la política activa sobre todo como parlamentario británico, tuvo entre sus principales preocupaciones asuntos de gobierno que son tan cruciales hoy como ayer: la estabilidad institucional, la conveniencia del debate público y las cualidades de los hombres de Estado.

A él se le debe, por ejemplo, la concepción de que el progreso de las sociedades depende menos de los acuerdos políticos o económicos que arroja la coyuntura y más del pacto intergeneracional entre los que están "vivos, los muertos y aquellos que aún están por nacer".

Jesse Norman (Londres, 1962) es un político conservador y subsecretario del Departamento de Transporte del actual Ejecutivo británico, pero también un experto en la obra de Burke, a quien le atribuye en un libro haber inventado la política moderna, una razón más para volver a Chile a dictar una cátedra en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.

En una conversación con "El Mercurio", Norman abordó la vigencia de las ideas de Burke en el contexto actual.

Entre generaciones

Consultado sobre las crecientes voces que dicen que el pacto intergeneracional se está rompiendo en varias partes del mundo, el parlamentario británico es escéptico. "No estoy convencido", afirma. Incluso cuando se le mencionan las brechas que se dieron en su país en el referéndum que condujo al Brexit y las elecciones legislativas de 2016. En el primero, la mayoría de los jóvenes votó por seguir en la Unión Europea, a diferencia de los mayores que se impusieron. Y en las segundas, la gente de más edad premió a los conservadores sobre los laboristas y viceversa.

Aunque destaca que ambos comicios en esencia eran muy distintos, admite que "los números son lo que son", y que él sigue creyendo que mucha gente mayor no solo vota pensado en ellos, sino también en sus hijos y sus nietos.

"No hay duda de que, a un nivel más general, el pacto intergeneracional está bajo presión, y está bajo presión ahora porque hay tremendos cambios sociales que hacen más difícil sostenerlo".

En el pasado, ejemplifica, alguien como Burke, que era un irlandés de Dublín y católico, podía llegar a lo más alto del gobierno y la sociedad británica por su talento. Hoy los matrimonios son cada vez entre gente similar y el efecto es que se están bloqueando los canales de avances sociales para los jóvenes. "La pregunta es cómo se cambia eso, es algo muy serio, un problema que en las ciencias sociales se llama de 'emparejamiento selectivo'. Y esto es la clase de asuntos que bloquean a la gente para seguir avanzado".

En sociedades que envejecen, como las europeas -o la chilena- se dice que la misma estructura demográfica también ayuda a debilitar el acuerdo entre generaciones. Varios estudios coinciden en mostrar que en distintos países la mayoría de los millenials piensan que estarán peor que sus padres.

Al respecto, Norman cuenta que en Gran Bretaña los jóvenes se preguntan cada vez más si tendrán suficiente cobertura de salud o por todos los años que deben pasar para poder comprar una propiedad.

"Pero hay una cosa que la gente olvida, y es que la calidad de vida de los jóvenes es más alta de lo que ha sido nunca". Uno puede vivir mucho más y de forma sana, y las cosas que uno da por sentado eran impensables hace 30 años. Por ejemplo, Nathan Rothschild, el hombre más rico del mundo en la década de 1840, murió de una infección que hoy podría ser curada con antibióticos que valen 3 libras (2.500 pesos).

Así que para mantener el pacto, pese a los enormes desafíos, se requiere de un "compromiso sostenido del gobierno y de la ciudadanía".

Cuenta que Burke, producto de su profundo sentido de la historia y capacidad imaginativa, veía que para evitar estallidos populistas -los de su época- era mejor empezar a canalizar las preocupaciones en la discusión parlamentaria, de modo que luego fueran debidamente atendidas por los gobiernos, que deben estar siempre evolucionando.

Discusión y crítica

Burke, autor de memorables discursos -como el dedicado a los electores de Bristol-, elogiaba las virtudes de la moderación y discusión. Y llegó a advertir que en un contexto de radicalización "la moderación será estigmatizada como la virtud de los cobardes, y el compromiso como la prudencia de los traidores".

-Si el autor de "Reflexiones sobre la Revolución francesa" pudiera ver lo que pasa en las redes sociales hoy, ¿qué pensaría él?

"(Risas). Buena pregunta. Burke era por sobre todo el exponente filosófico y político de la reforma y el cambio cuidadoso. Pero como sí mismo, era el Alexis Sánchez de la política del siglo XVIII, porque era increíblemente valiente, estaba constantemente corriendo hacia adelante, tratando de anotar goles, y constantemente más adelante en los temas".

Abordó asuntos como las colonias americanas, la Compañía de las Indias Orientales, la necesidad de limitar el poder real y los derechos católicos en Irlanda, que no eran populares, pero en lo que trataba de comprometerse y avanzar antes que estallaran de mala forma. La gente le atribuía después una capacidad profética.

"Hay una paradoja entre su valentía y la moderación, que él pensaba era el lugar correcto donde un hombre de Estado debía posicionarse para gobernar", sostiene.

Ahora, sobre los medios sociales, depende de cuál uno mire. Pero hay algunos que tienen efectos muy perniciosos. Situándose desde el punto de Burke, dice Norman, es claro que las redes permiten acceder rápidamente a ideas a través de Wikipedia o de búsquedas en internet, "pero sin un sentido de la historia, sin profundidad, y la pérdida del sentido de la historia es una de las cosas más peligrosas".

"En Gran Bretaña, cuando usted revisa los debates parlamentarios, incluso 20 o 30 años atrás, había un profundo sentido de que algún día la gente estaría explorando ahí la historia del Parlamento, de Gran Bretaña, de nuestras interacciones con otros países del mundo y la historia de otros países. En comparación con hoy, era un debate muy matizado. Ahora es mucho más parecido a: 'Tengo un problema, ¿qué vas a hacer al respecto?'. En lugar de '¿cómo llegamos aquí, estamos mejorando y es mejor de lo que era antes?'".

El autor de "Edmund Burke: The Visionary Who Invented Modern Politics" insiste que en los debates actuales se trata más de pillar al oponente. Rara vez se trata de preguntarse sobre por qué estamos aquí, qué necesitamos y cómo seguimos adelante.

"Creo que Burke sería muy crítico en la actualidad", concluye.

Líderes virtuosos

En estos días, se menciona con frecuencia que hay una crisis de liderazgo a nivel global. Burke, como para casi todo, tenía un estándar al respecto: "Mi tipo ideal de hombre de Estado reúne una tendencia a conservar y una capacidad para mejorar", escribió.

Norman sostiene que, generalmente, los líderes que recordamos y reverenciamos enfrentaron circunstancias extraordinarias. Ahí está un Winston Churchill ante la Segunda Guerra Mundial o un Abraham Lincoln ante la Guerra Civil en Estados Unidos, siendo este último el que se ajusta más perfectamente al "estadista burkiano". "Burke pensaba que el político debía ser un filósofo en el ejercicio práctico", asevera.

"Él pensaba que un político debe ser capaz de ganar los votos, pero que tiene que haber un sentido inspirador de visión y capacidad para comunicarla a las personas. No creo que sea apropiado comentar quién lo hace y quién no tiene esas características ahora, pero sabemos cuáles son los estándares, porque Burke los expuso", responde al ser consultado si ve algún líder actual que se ajuste a la definición del filósofo político.

"Queremos líderes políticos cuyo carácter respetemos y admiremos, que tengan un argumento y la capacidad para presentar un caso que consideremos convincente, y a quienes encontremos personalmente cálidos y empáticos. Es algo muy difícil y muy pocos en la historia lo han cumplido. De hecho, creo que tenemos suerte en muchos aspectos de tener a los que tenemos", concluye.

"Edmund Burke era el Alexis Sánchez de la política del siglo XVIII".

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