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La obligación de adaptarse los cambios tecnológicos

martes, 17 de octubre de 2017

Economía y Negocios


Oliver Alexander Flögel
General Partner de Scale Capital

Hoy estamos inmersos en la Cuarta Revolución Industrial, que está impulsando cambios enormes a una velocidad vertiginosa. ¿Cómo nos estamos enfrentando a ellos como país, como empresas, organizaciones y también como personas?

El año 2013 cerraron los últimos locales de Blockbuster en Chile, luego de una crisis económica que la compañía a nivel mundial comenzó a vivir varios años antes. Primero, la piratería y luego, las plataformas digitales, fueron los verdugos de esta corporación que nació en 1985. Siendo una empresa relativamente “joven”, con menos de 30 años al momento de su derrumbe total, no supo subirse a la ola de los cambios. Tuvo la oportunidad en el año 2.000 de asociarse a una naciente Netflix, pero Blockbuster desechó esa posibilidad, al parecer, por no encontrarle valor a la sociedad. Hoy Netflix tiene cerca de 100 millones de suscriptores en el mundo.

Un caso más cercano, en Chile, el conflicto del gremio de los taxistas y las plataformas de transporte, es un tema candente. Los primeros, no quieren lo que ellos llaman “competencia desleal” de “piratas” y los segundos, defienden su libertad de trabajar y se escudan en vacíos legales. Otro ejemplo claro, es el comercio electrónico que incluye las compras desde sitios extranjeros y cómo el retail nacional le está compitiendo. En el último tiempo, se ha dicho que las principales firmas de venta por departamentos se están preparando con la implementación de nuevas tecnologías, por otro lado, las firmas emblemáticas del retail han acusado que ese tipo de comercio online, de sitios internacionales, se trata de una competencia desleal.

Algunos ejemplos son emblemáticos de cómo actores de distintas industrias se sienten amenazados por la llegada de nuevos competidores que utilizan la tecnología como base para ofrecer sus productos o servicios, a un costo menor y de forma más eficiente para los consumidores. En ese sentido, aparece como una solución fácil el quejarse y esperar la retirada de los nuevos players, cuando lo que realmente se necesita, es que más industrias se sumen a los cambios que impulsa la Cuarta Revolución Industrial, porque es indudable que estas transformaciones, principalmente desde el mundo digital, generan saltos significativos de productividad. Numerosos estudios y, sobre todo, la evidencia empírica así
lo avalan.

Los procesos que llevan hacia estos cambios no son fáciles, porque generalmente una revolución tecnológica implica que algunos servicios o productos desaparecerán o quedarán obsoletos; empleos se perderán y las compañías que no se suman o adaptan a esas transformaciones, finalmente no sobrevivirán. Pero todos aquellos que han sabido aprovechar la oportunidad que representa, se han visto enormemente beneficiados.

Legislativamente, hay casi una veintena de proyectos de ley tendientes a fortalecer la vida digital de los chilenos, se encuentra en tramitación en el congreso. Con mayor o menor urgencia, son iniciativas que necesitamos para contar con reglas más claras y más seguras, para la época en la que estamos viviendo. En ese sentido, es una muy buena noticia que Chile haya adoptado el Convenio de Budapest sobre Ciberseguridad y que se haya anunciado la primera Política Nacional sobre Ciberseguridad. Pero en el lado opuesto, es poco alentador el saber que los proyectos de ley más esenciales, como el de protección de datos y el propio de combate al cibercrimen o no tienen urgencia –ni simple- o no están presentados aún. El Estado debe actualizar e innovar en legislación, porque la forma en que hoy nos estamos relacionando con el aparato fiscal las distintas industrias, los ciudadanos y también otros países socios o posibles socios, así lo requieren. El rol desde el Estado, debe abarcar las distintas áreas de desarrollo, para que efectivamente podamos avanzar.

Para las instituciones y empresas, la transformación digital implica revisar aspectos clave: Su estrategia de negocios, en donde está predominando la digitalización, la desintermediación y el uso de plataformas digitales. Por otro lado, y para apoyar la estrategia, está el uso de la tecnología y la incorporación de soluciones tecnológicas a través del trabajo con partners y startups. Un último aspecto a revisar y sobre todo, a considerar, es la propia organización: se debe incorporar e informar a todos los estamentos de colaboradores de los cambios que se están implementando y porqué se están haciendo. Con todo lo anterior, conseguirán nuevas formas de atender a los clientes, escuchándolos y comprendiendo sus mensajes; nuevos modelos de negocios; nuevas formas de ser productivos, a través del trabajo remoto y de la colaboración e incluso, incorporar a partners externos a una compañía, para que éstas innoven y se puedan sumar y adaptar a los nuevos tiempos, lo que al parecer son medidas concretas para no anclarse en el pasado y sobrevivir.

Por parte de las personas, el llamado es a entender y a participar activamente en los cambios que se están viviendo. Aprender cómo la tecnología hacer mucho más que hace una década y que, además, sería óptimo que cada vez más, se integrase en las distintas áreas de desarrollo de las personas, especialmente, en la educación, en donde aprender a programar, sería un paso fundamental para comprender y ser partícipe de la transformación que está viviendo nuestro entorno.

Este no es el primer gran ciclo de cambio ni será el último. El desafío para todos, Estado, Industrias, academia y personas, es tomar estas oportunidades de manera pragmática y con una visión de largo plazo, que comprenda que los beneficios, superan ampliamente los temores y las consecuencias negativas que una revolución como la que estamos viviendo pueda traer.

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