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En la Sala Gasco se exhiben 35 obras suyas

Tótila Albert: El regreso de una escultura rebelde

jueves, 12 de octubre de 2017

Daniela Silva Astorga
Cultura
El Mercurio

La muestra "Volver a la luz" reúne piezas históricas junto con otras inéditas, recién fundidas en bronce y encontradas en casa de su hija.



Lo más lejos posible de los límites de la academia se situó el joven chileno Tótila Albert (1892-1967), que poco aguantó como alumno de Franz Metzner en Berlín. Jamás le acomodó moldearse. Menos cuando ya había vuelto al Chile de 1923, para exponer en Santiago su escultura modernista, simbólica y algo erótica, que dio un golpe y suscitó más críticas que elogios, tal como el Grupo Montparnasse en el frente de la pintura. Pero el artista sí se aferraba a otras cosas. A la espiritualidad, a las figuras humanas expuestas; a la música y a la poesía, dos áreas que cultivó. Y también a la naturaleza, que amaba.

Algunas de esas aristas de su vida y creación se perciben en "Volver a la luz", exposición que compila, en la Sala Gasco, 35 piezas de Albert hasta el 1 de diciembre. Entre ellas figuran obras históricas, como "Las mujeres de la montaña" y "La tierra", y otras jamás vistas, que acaban de ser fundidas en bronce, a partir de yesos hallados en la casa de su hija Luz Albert, en Isla Negra.

Todo esto ocurrió gracias a un proyecto de cuatro titulados del máster en Historia y Gestión del Patrimonio, de la U. de los Andes, quienes se contactaron con Luz Albert y, al visitarla, descubrieron esculturas, manuscritos, fotografías familiares, recortes de prensa, cartas y libros de poesía autoeditados por el autor. Así se inició una investigación, que, en paralelo y gracias al coleccionista Luis Alberto Gatica, terminó en la fundición de obras inéditas en el taller de Luis Montes.

"Lo más atractivo e importante de esta exposición son justamente esos vaciados nuevos, unas 12 obras nunca vistas", comenta Marisol Richter, directora del Museo de Artes de la universidad y curadora de la muestra. El recorrido incluye, además de lo ya conocido, una serie de bustos y de relieves, junto a una pieza que presenta las manos del escultor (fundida por él), y otras que fueron hechas por Albert en Berlín. "Intentamos hacer una suerte de cronología. O, al menos, de identificar un año aproximado, porque eso es clave para conocer al artista", agrega Richter, quien definió que la curatoría incluyera, además, dos trabajos audiovisuales de Mariana Silva. Uno registra el proceso de la reciente fundición; el otro, trozos de la vida del autor.

Siempre ha sido poco el material de Albert disponible, quizás por su vida inicial en Berlín -donde fue enviado por sus padres para estudiar- y por su segundo paso por Europa, cuando en 1929 viajó becado por el Gobierno chileno. Retornó en 1939 y tiempo después, realizó una de sus obras más impactantes: el Monumento a José Enrique Rodó (1944), que fue el primer desnudo en una pieza pública y conmemorativa y que aún está en el Parque Balmaceda.

Después de la polémica que generó Rodó y de la negación de Albert a adaptar su estilo escultórico, decidió dedicarse a sus clases en la U. de Chile y se aisló del medio artístico. "Parece que fue una persona compleja. No se llevaba bien ni con la prensa ni con sus pares, y eso provocó que entonces la recepción de su trabajo no fuera tan óptima como hoy se cree. Pero eso cambió", concluye Richter.

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