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Almirante Julio Leiva Molina, comandante en jefe de la Armada:

"La ansiedad -que no es temor- es algo que a uno lo consume"

martes, 19 de septiembre de 2017


Nacional
El Mercurio




El comandante en jefe de la Armada, almirante Julio Leiva Molina, ingresó el 11 de febrero de 1975 a la Escuela Naval, con apenas 15 años.

Solo tres meses después, el 21 de mayo, tuvo su primer desfile importante en Valparaíso. "Todo pasó muy rápido y ya a fines de julio estábamos practicando la Parada Militar, que eran palabras mayores. Esto era como un examen de grado en términos de desfile. Y este proceso fue largo. Lo que se ve muy bonito y no dura más que cinco minutos, lleva una preparación detallada, minuciosa", recuerda.

Experiencia: "Son las Glorias del Ejército. Es mucho más masivo porque estamos en Santiago, donde el público ya no es el nuestro. Somos 'visitas' lo que también es un atractivo. Fue un día tremendamente especial. Hay nerviosismo, pero se vive mucho compañerismo y eso fortalece el espíritu de camaradería, el trabajo en equipo que tanto distingue a las FF.AA.".

Preparación: "Dormimos poco. La ansiedad -que no es temor- es algo que a uno lo consume. Además nos levantamos muy temprano, entre las 04:00 y 04:30. Tomamos desayuno y preparamos muy cuidadosamente el equipamiento. Tras vestirnos rendimos honores al Estandarte y subimos a una treintena de buses. El viaje a Santiago fue largo. En esa época la ruta era de una pista. Desembarcábamos en Estación Mapocho. De ahí iniciamos nuestros desfiles rindiendo honores a Prat en la Plaza Venezuela. Luego en la sede del Caleuche. Desfilábamos en el centro y uno veía ese cariño popular. Incluso desde los edificios nos tiraban papel picado".

Desfile: "Ingresamos al Parque O'Higgins y nos formamos. Lo primero es rendir honores a la Presidencia. Estábamos de pie y sobre cemento. Para nosotros, los más jóvenes, el desafío era no desmayarnos. Los honores se rinden con un arma de casi cuatro kilos y que se sujeta solo con la mano izquierda. Uno piensa 'aguanta, aguanta, falta poco, falta poco'. Pero se hace larguísimo (ríe). Pasar frente a la Tribuna Presidencial es un orgullo tremendo. Es un paso bastante complejo porque uno va en una fila de 27 personas, que deben pasar perfectamente alineadas".

Anécdota: "Nosotros sabemos que nuestra presencia siempre llama la atención. En Santiago se dice que cuando se ve un marino, hay que pellizcarlo... 'Marino es buena suerte'. A nosotros nos pasó varias veces (ríe)".

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