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Will Storr y Su libro "Selfie"

Los orígenes del narcisismo digital

martes, 19 de septiembre de 2017

Por Sofía Beuchat
Reportaje
El Mercurio

El afán tan millennial de sacarse selfies y subirlas constantemente a las redes sociales no es más, según este nuevo libro, que la expresión final del movimiento individualista que comenzó a fines de los años 60 en California, fundado en creencias erróneas sobre el valor de una alta autoestima. Un individualismo que "asegura el autor" está empezando a ceder.



La creencia de que tener una autoestima elevada nos salvará de todos los males posibles está fundada en una trampa, en un acto deshonesto, y sin embargo rige la cultura occidental desde los años 60 hasta hoy. Así lo sostiene el destacado periodista y novelista inglés Will Storr, colaborador de The Guardian, The Sunday Times, The New Yorker y Esquire, en su cuarto libro: "Selfie: How we became so self-obsessed and what It's doing to us", un comentado ensayo sobre los orígenes del individualismo y la cultura de las selfies que parece dominar a la generación millennial.

Al teléfono desde su casa en Londres, Storr -quien ha sido distinguido por Amnistía Internacional y ha ganado los más importantes premios del periodismo inglés- cuenta que descubrió el engaño durante un viaje reciente a la costa Oeste de Estados Unidos. Buscaba evidencia en los archivos de la Universidad de California sobre lo que parecía ser una verdad irrefutable -las bondades de fortalecer la autoestima-, pero se topó con que no existía el supuesto respaldo científico para ello. Y encontró al hombre responsable de que tantas ideas inexactas sobre el poder de la autoestima se expandieran por el mundo: el político demócrata John Vasconcellos, de gran influencia en la California de fines de los años 60.

Según cuenta Storr, Vasconcellos sufrió una crisis personal, luego de la cual fue en busca de sanación al Instituto Esalen, al sur de San Francisco. En ese lugar, a donde Storr también fue, Vasconcellos salió convencido de que tener una alta autoestima era una suerte de llave hacia la felicidad personal y también social.

-Vasconcellos salió de ahí sintiéndose poderoso, pensando cosas como: si solo las personas creyeran en lo maravillosas que son. Y luego trabajó, desde su rol como político, por insertar las ideas de Esalen en la sociedad. Estaba seguro de que si les dabas a las
personas una buena autoestima, se terminarían sus problemas, desde la violencia doméstica en adelante
-cuenta Storr sobre cómo Vasconcellos llegó a convertirse en impulsor del llamado Movimiento por la Autoestima. Y agrega:

-Vasconcellos ya murió, pero al entrevistar a Andrew Mecca, su mano derecha, me reconoció que él había orquestado una campaña deliberada para difundir sus ideas sobre la autoestima. Al ver que los resultados de las investigaciones académicas no lo apoyaban, buscó hasta encontrar científicos que respaldaran su visión.

Para Storr, lo más impactante es cómo este acto -que describe como "tal vez bien intencionado, pero equivocado"-, terminó por marcar a una generación completa y mantiene su influencia hasta hoy.

Pero, ¿acaso es malo tener una alta autoestima? Por supuesto que no. Lo que concluían los estudios revisados por Storr -y obviados por Vasconcellos- es que la autoestima elevada es deseable solo cuando se afirma sobre un crecimiento personal sólido y real; cuando es algo que se gana. Si no, construye individuos que se rinden con facilidad, porque no son capaces de enfrentar desafíos grandes; individuos que salen a tomar alcohol la noche antes de un examen para echarle la culpa de sus fracasos; individuos que se aman tanto a sí mismos que resultan desagradables y hasta tóxicos para los demás. O incluso peligrosos, cuando tienen poder político o económico.

Pero la idea que el Movimiento por la Autoestima impulsó durante los años 70 no tenía este matiz. Este movimiento llamaba a los padres a decirles a sus hijos que eran lo máximo, lo merecieran o no, porque la autoestima era para ellos un bien mayor. Un objetivo
per se y no el resultado de un proceso.

-La gente cree que las selfies crearon toda esta autoobsesión en la que hoy estamos inmersos, esta cultura de personas centradas en sí mismas, pero a mi modo de ver solo refleja lo que ya somos desde hace tiempo. Es la expresión de un proceso que comenzó en los años 60, se consolidó en los 80 y aún está vigente -dice Storr.

-Usted relaciona el auge de las selfies con el individualismo de Occidente. Pero los asiáticos son quizás los más fanáticos de estos autorretratos y de los likes que puedan generar.

-Los asiáticos son muy colectivos, su valor individual es siempre en función del grupo. Si en Occidente la gente se suicida porque siente que no es exitosa, en Asia lo hace cuando defrauda a su familia o a su empresa. Esto también produce una premura individualista, pero es diferente a la occidental.
 
Yo versus nosotros

Según Storr, las ideas que surgieron en California prendieron rápido no solamente por el afán de Vasconcellos, sino también porque surgieron en el momento preciso para ello. Un momento en el que el concepto de un individuo poderoso, fortalecido, comenzaba a ganar hegemonía y desplazar a la mirada más orientada a lo colectivo y grupal que sobrevino después de las guerras mundiales. Así se pasó de los hippies a los yuppies, símbolo del exitismo individual; del Estado protector de la posguerra a las políticas de Reagan y Margaret Thatcher. De pronto, la narrativa occidental fue: tú puedes lograrlo todo, solo.

-Durante siglos, la religión nos hizo creer que nacíamos en pecado. Luego vino Freud y nos dijo que todos sufríamos por nuestras urgencias sexuales ocultas. Y después llegó al fin la psicología estadounidense a decirnos que somos maravillosos -ironiza Storr.

Pero hacía falta que estas ideas en torno al valor de la persona encontraran sustento intelectual, una suerte de marco teórico que les diera peso, para que pudieran anclarse con la fuerza con la que lo hicieron. Para Storr, este marco apareció en la obra de una escritora: Ayn Rand (1905-1982). Impulsora de un sistema filosófico que llamó objetivismo, esta mujer de origen ruso alcanzó la fama en 1943 con el libro "La Fuente" -novela en la que un joven arquitecto lucha por su derecho a hacer una arquitectura más moderna y hacerse un nombre por ello- y luego en 1957, con su libro más influyente: "La Rebelión de Atlas", donde quienes se van a huelga no son los trabajadores sino los empresarios, en lucha contra el gobierno y los políticos.

-El movimiento por la autoestima nace, en realidad, de Rand. Nathaniel Branden, el amante de Rand y principal promotor del objetivismo, tuvo una gran influencia sobre Vasconcellos, y Rand sobre el economista Alan Greenspan -relata Storr-. Las ideas de Rand no han perdido vigencia. En Silicon Valley tienen una influencia masiva: allá se leen "La Rebelión de Atlas" como una guía de vida. Todos quieren ser emprendedores y les anima la idea de que están construyendo futuro, a cualquier costo, sin importar cuántas vidas se puedan quebrar, y eso es algo muy individualista.

-Se lo ha criticado por pesimista. ¿Le parecen justos estos comentarios?

-No soy antiindivualista. El individualismo ha sido exitoso en muchas maneras; claramente hay mucho poder en decirle a la gente que puede apuntar a las estrellas. Pero también tiene un lado oscuro, porque pone mucha presión sobre las personas. En el libro acuso que nos hemos olvidado de que somos seres sociales, grupales, gregarios, y esto está comenzando a afectarnos. Por eso pienso que la era individualista está llegando a su fin. Tanto en la izquierda como en la derecha están surgiendo preocupaciones en torno a que el liberalismo, la expresión máxima del individuo sobre el colectivo, puede llegar demasiado lejos.

Las ideas de la escritora Ayn Rand, el economista Alan Greenspan y el centro Esalen de California enraízan el individualismo de hoy.

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