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Futuro e innovación

martes, 22 de agosto de 2017

Economía y Negocios


Inti Núñez
Director de Estrategia
Facultad de Ingeniería U. de Concepción

Pensemos en que de lo que depende que nos vaya mejor en el futuro, es que los sectores que nos dan la renta para vivir sean mejores. ¿Qué significa mejores? Bueno, quizás podamos pedir que sean más que menos, es decir, más diversificados, pues está demostrado que los países que dependen de más sectores distribuyen mejor la renta; también esperar que estén basados en dosis mayores de innovación, porque existe una relación entre innovación y mejores salarios; intentar disminuir la dependencia de los recursos naturales, pudiendo ser menos persistentes en el tiempo y commoditizarse rápidamente.

Si pedimos esto ¿Qué debemos hacer para obtenerlo? Schumpeter explicaba que para obtener innovación se debe invertir en I+D, y luego estimular (a través de principios de mercado) un mix entre la velocidad del emprendimiento, y el tamaño y la inversión de las corporaciones. Hausmann nos dice que también debemos poner atención en que la diversificación y escapar, en alguna medida, a recursos naturales sólo vendrá de la mano de algo de “política industrial” moderna.

Hoy se espera que la oleada tecnológica que está llegando cambie radicalmente en el mundo las formas de producción, algunos como Elon Musk y Bill Gates incluso han alertado de las profundas y preocupantes consecuencias del arribo de la inteligencia artificial y la robótica en reemplazo de la mano de obra.

Pues bien ¿Dónde estamos o cómo estamos preparados en nuestro país? Si bien Chile tiene un sistema nacional de innovación y una discusión en torno al tema que ya muestra brotes verdes, lo real es que el gasto se mantiene muy por debajo de lo recetado, 0,36% cuando deberíamos estar al menos en 1%. Para aumentarlo el primero en avanzar hacia adelante no es el privado, ellos se mueven en una primera etapa ante un liderazgo público. En Chile esto significa gastar desde el sector público el doble en I+D.

Por otra parte, se requiere intencionar el sistema hacia la creación de nuevos sectores más basados en conocimiento, y esto implica una gestión que podrá situarse entre “nueva política industrial” o “especialización inteligente”, pero que considera que tanto el Estado como privados sean más fuertes en diseñar y estimular rutas de conversación sobre temáticas relevantes para el futuro, donde deben generar y gestionar grandes carteras de proyectos, y en que la labor de monitoreo y ajuste dinámico es central. Si bien la creación de la Comisión de Productividad puede colaborar en esta tarea, se requiere un organismo a la altura del antiguo Ministerio de Planificación para evaluar y controlar independientemente programas de envergadura país, desde su diseño a la concreción, utilizando metodologías y tecnologías modernas.

Suena fácil, obtener nuevos sectores, más diversos y sofisticados, pues sólo implica invertir más en innovación, saber conversar, diseñar y controlar. Sin embargo, ha sido tremendamente difícil. Desde hace ya casi 15 años que la meta es aumentar al doble la inversión en I+D -lo cual no se ha logrado-, y los mecanismos de evaluación y control parecen retroceder más que avanzar. Hoy estamos ante una oleada de cambio tecnológico que se anuncia como sin precedentes, y si bien hemos sido alumnos ordenados, no estamos haciendo lo que deberíamos y al parecer, esta vez, conviene tomarse muy en serio las advertencias.

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