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El colectivo Ni Una Menos por dentro

martes, 22 de agosto de 2017

Por Sofía Beuchat, Desde Buenos Aires.
Reportaje
El Mercurio

Si a comienzos del siglo XX las mujeres marchaban por el derecho a voto, con la llegada del nuevo siglo se toman las calles para terminar con la violencia machista. En América Latina, la punta de lanza de esta lucha la lleva el colectivo Ni Una Menos, hoy conformado por trece mujeres argentinas, entre los 32 y 50 años. ¿Quiénes son, cómo lograron tener proyección internacional y en qué están trabajando hoy? Fuimos a Buenos Aires a averiguarlo.



Agosto 2017, Buenos Aires. Son las once de la mañana en el Bar La Orquídea, sobre la calle Corrientes, en el barrio de Almagro. Marina Mariasch llega a tomarse un café como si fuera cualquier otra joven argentina, salvo por un detalle: sobre su suéter negro lleva puesta una camiseta blanca, sin mangas, donde se puede leer Ni Una Menos en letras fucsia. Más abajo, en negro, dice "Vivas las queremos".

-Las usamos las chicas del colectivo para todas las actividades relacionadas con nuestra causa - explica esta licenciada en Literatura de 44 años, especialista en temas de género y derechos humanos, hoy dedicada a la docencia. Luego se disculpa, porque su teléfono se enciende constantemente, avisando que le ha llegado un mensaje.

-Es el chat de Ni Una Menos. Empieza a funcionar a las 6 de la mañana y no para. Es que están pasando demasiadas cosas -dice.

En ese chat participan 13 mujeres, todas argentinas, todas porteñas o al menos con residencia en la capital federal, todas entre los 32 y 50 años. Son periodistas, artistas, sociólogas; también hay una abogada. Forman el núcleo duro del movimiento Ni Una Menos, que comenzó su lucha contra los femicidios en Buenos Aires en 2015 y se hizo conocido a nivel internacional al convocar a una masiva manifestación frente al Congreso argentino el 3 de junio de ese año.

Mariana habla, habla y habla hasta que pasan casi dos horas. Apenas se la puede interrumpir para hacer una pregunta o precisar un punto. El tema de la violencia de género la apasiona tanto como la agenda feminista en la que se enmarca. Pero no es la vocera de Ni Una Menos, ni es la líder. En rigor, no tienen líder. Ni quieren tener.
-Somos un colectivo horizontal. No somos una ONG y no queremos institucionalizarnos. Consensuamos todo y cada una aporta desde su experiencia, su trayectoria, su personalidad -dice.

Más tarde, Florencia Alcaraz, 32 años, periodista del portal LatFem y miembro del grupo de las 13 Ni Una Menos, explicará:

-La historia de los movimientos feministas en Argentina es así, es nuestra tradición. Desde hace tres décadas que tenemos en nuestro país los Encuentros Nacionales de Mujeres y en ellos se ha ido instalando una narrativa en la que el feminismo se entiende como algo colectivo, no individual. Que se espere que tengamos una líder tiene que ver con cómo se ha construido la historia en el mundo, donde lo que se busca es enaltecer el yo. En cambio en Ni Una Menos hablamos de nosotras, porque hablamos por las otras, las que no tienen la oportunidad de hacerlo.

Los inicios

El 16 de marzo de 2015, meses antes de que el hashtag #NiUnaMenos se viralizara internacionalmente, cerca de 400 personas se agolparon en la plaza Boris Spivacow, frente a la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires. Comenzaron a llegar cerca de las cuatro de la tarde y se quedaron hasta pasadas las nueve de la noche. Fueron a escuchar poemas escritos por mujeres, textos, arengas, discursos, fragmentos de diarios de vida de adolescentes que ya no están. Leyeron 30, quizás 40 personas, hombres y mujeres. Quedaron en el aire miles de palabras unidas por el dolor de la pérdida, por la injusticia sexista, por un rechazo transversal al machismo. Entre estas palabras, estaba la frase "Ni una muerta más", que apuntó la poeta mexicana Susana Chávez en México en 1995, a propósito de las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez, solo para morir, ella misma víctima de un femicidio, en 2011.

Ese día de marzo, un grupo de mujeres ligadas al mundo de la cultura y las comunicaciones había citado a esta maratón de lectura, a propósito de una noticia que las había impactado: pocos días antes, se había encontrado el cuerpo semidesnudo de Daiana García, de 19 años, dentro de una bolsa de basura. Además, ese día se cumplían diez años desde la desaparición de Florencia Pennacchi, quien se cree que fue raptada por las redes de trata, para la explotación sexual.

-Era un aniversario nefasto, yo no me podía quedar en mi casa viendo televisión -recuerda Agustina Paz Frontera, 36 años, documentalista, amiga de Florencia Pennachi desde que iban juntas al colegio y una de las fundadoras del colectivo Ni Una Menos.

-Fue un evento potente, pero en una zona cara, en una plaza pequeña, enrejada. Daban ganas de salir a la calle porque nos excedía la furia. Y ese dolor se transformó en lucha -agrega Marina, para explicar cómo en esa tarde de lectura se plantó la semilla de lo que hoy es Ni Una Menos.

Pero tuvo que venir otra lamentable noticia -Chiara Páez, 14 años, embarazada, apareció enterrada en el jardín de la casa de su pololo- para que meses después algunas de las mujeres que estuvieron ese día, leyendo o escuchando, se animaran a organizar una gran manifestación en contra de estas muertes injustas. Entonces eran más de 20. Fijaron fecha para ir a frente al Congreso el 3 de junio. Y decidieron que el mejor nombre posible que podían tomar como grupo estaba en las palabras de Susana Chávez, la poeta mexicana, que habían quedado resonando en su mente.

-Ni Una Menos, o Ni Una Más. Da lo mismo. El nombre que quedó corresponde a lo que sentíamos en ese momento: enojo, rabia -acota Agustina.

Las primeras reuniones del colectivo se realizaron en La Casa del Encuentro, una ONG ubicada en la calle Rivadavia que ofrece asistencia a mujeres afectadas por violencia machista. La institución era conocida por albergar al Observatorio de Femicidos en Argentina, que entregaba la única estadística sobre el tema disponible entonces en ese país: un compendio de lo que aparecía en la prensa y por lo mismo, incompleto, para nada oficial. Pero era lo que había.

-Tenían que reunirse en un lugar neutro, que no tuviera que ver con partidos políticos, pero que fuera afín a sus temas -explica Ada Rico, cofundadora y presidenta de esta ONG.

Luego siguieron nuevas reuniones, abiertas y ampliadas a otras organizaciones, que se llevaron a cabo -y se siguen realizando- en la Mutual Sentimiento, un club en el sector de Chacaritas.

-Son encuentros de tres horas como mínimo, muy intensos, donde debatimos las consignas de las marchas y a veces hasta elaboramos los documentos, o al menos sus puntos más importantes. Se dividen comisiones de trabajo, como la logística o la seguridad, y se sortea quiénes irán a la cabecera -cuenta Marina.

A estas reuniones llegan unas 200 personas, todas mujeres. Los hombres afines a la causa -que no son pocos- están invitados a sumarse a las manifestaciones masivas, pero para estos encuentros organizativos tienen la puerta cerrada.

-Esto tal vez pueda ser criticado desde afuera -reconoce Marina- pero tiene que ver con una cuestión consuetudinaria. A ellos les cuesta renunciar a los privilegios, y aquí les toca.

De Argentina al mundo

La gran convocatoria de su primera manifestación -llegaron más de 300 mil personas y se sumaron 120 ciudades argentinas- las motivó a ir por más: vinieron así las marchas del 3 de junio, 19 de octubre y 25 de noviembre de 2016, el paro internacional de mujeres del 8 de marzo de 2017, donde participaron agrupaciones feministas de 40 países, y la marcha aniversario del 3 de junio de este año.

Durante 2016, el colectivo agrega la consigna "Vivas nos queremos", tomada de sus pares feministas mexicanas, y trabaja por formar una red federal que amplíe el movimiento por toda Argentina. Gracias a la fuerza que gana el colectivo en redes sociales y su presencia en diarios y televisión a nivel internacional, de a poco comienzan a surgir también agrupaciones Ni Una Menos en Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Polonia, y hasta el Non Una di Meno en Italia, entre otras naciones. Se trata de iniciativas independientes, sin ninguna vinculación formal con la argentina: simplemente, se unen a la causa y expanden el concepto; replican las manifestaciones y se pliegan a las demandas. En octubre, en todo el mundo, millones de personas comienzan a usar como foto de perfil en sus redes sociales, junto a la consigna #NiUnaMenos, la ilustración contra la violencia de género creada por la cordobesa Romina Lerda, algo que las argentinas aplauden "porque suma, no resta, aunque sea rosada y tenga un corazón", como dice Agustina Paz.

-Ni Una Menos existe por fuera de nosotras, y significa más que nosotras -explica la documentalista.
-Es interesante la proyección que ha alcanzado Ni Una Menos -agrega Ada Rico, de La Casa del Encuentro-. Ha dejado de ser solo de Argentina, y ha llevado el espacio de reclamo y lucha a las calles. El eslogan Ni Una Menos se instaló de manera similar a lo que pasó con la frase Nunca Más, que surgió en Argentina después de la dictadura: hoy dices Ni Una Menos y cualquier persona, no necesariamente activista, sabe que estás hablando de violencia machista.

El colectivo hace un balance positivo. Luego de la cita inicial de junio de 2015 -que Marina califica como "un grito desesperado"-, la violencia contra la mujer se ha visibilizado y tiene menos aceptación social. Además, hoy Argentina cuenta con una estadística oficial de femicidios, que nace del Ministerio de Justicia. Esta era una de sus peticiones más importantes, la base para empezar a hablar de otros cambios. Pero las cifras arrojadas por este registro -un caso cada 18 horas- dejan claro que queda aún mucho por hacer. Y en la discusión en torno a ese "hacer", algunas de las fundadoras fueron distanciándose: no todas entienden la lucha de género de la misma manera.

-Nosotras integramos la primera convocatoria y estaremos apoyando las (futuras) manifestaciones frente al Congreso -dice al respecto Ada Rico de la Casa del Encuentro, en cuya sede de la calle Rivadavia hay letreros con la consigna #NiUnaMenos -. Como toda organización feminista, luchamos, nos sumamos. Pero para nosotros, nuestro único enemigo es el patriarcado. En cambio, el colectivo Ni Una Menos mezcla consignas que no son exclusivamente de género.

La periodista Florencia Alcaraz, explica:

-El feminismo que nosotras pensamos es anticlerical y anticapitalista.
Para Marina Mariasch, Ni Una Menos surge para decir basta a los femicidios:

-Pero luego se fue expandiendo, porque el femicidio no ocurre cuando un día a un loco se le ocurre hacerlo: el proceso es previo y está tejido en lo cotidiano. La violencia machista se expresa en acciones cotidianas que están naturalizadas. Muchos hombres hacen un pacto de silencio con el que mata, porque lo entienden, sienten que podrían haber estado ahí.

Según explica Agustina, para Ni Una Menos el femicidio es la punta de un iceberg formado por un cúmulo de actitudes cotidianas "micromachistas". Pero cuando hablan de ello, dice, muchos hombres las califican de exageradas. Por eso, para Ni Una Menos, lo más importante es impulsar un cambio cultural en favor de la equidad de género. En esa línea, una de las campañas en las que hoy están involucradas es en la restauración de la ESI (ley de Educación Sexual Integrada), que, según explica Marina, no solo enseña a evitar embarazos no deseados, sino que además entrega educación de género no sexista. El colectivo está empeñado en que este programa se cumpla, porque -aseguran- el gobierno de Macri le ha quitado presupuesto "hasta casi desmantelarla".

Dice Agustina Paz:

-No estamos de acuerdo con la salida punitiva. Esto no se trata de más cárceles, más justicia persecutoria. Eso es necesario, pero no es lo definitivo. Lo definitivo es la educación: que los hombres vayan entendiendo cómo relacionarse con el deseo, y que no hay que intentar poseer al otro cuando te gusta.

Pero entre las afectadas por la violencia machista hay a veces otras expectativas en torno a Ni Una Menos; expectativas que el colectivo no puede cumplir. Agustina cuenta que todos los días las contactan mujeres desesperadas pidiendo ayuda, incluso desde fuera de Argentina. Pero ellas no son psicólogas ni asistentes sociales ni abogadas. Ellas están luchando con un objetivo amplio: que el Estado se haga responsable. Porque, hasta ahora, su respuesta ha sido insuficiente. Y la alta incidencia de los femicidios a nivel latinoamericano está ahí para demostrarlo. *

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