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"Prefiero que me coman los perros" y "Tebas Land":

Las múltiples dimensiones del crimen

viernes, 18 de agosto de 2017

Andrea Jeftanovic
Teatro
El Mercurio

"Dos obras con diferentes búsquedas coinciden en demonizar la figura del padre como voz tortuosa y hacer del crimen un estado de delirio, obsesión y absurdo del que no se puede escapar".



El conductor de Uber que me lleva a la función de teatro me pregunta de qué se trata la obra a la que asisto; le digo que sobre personajes hundidos por problemas laborales. Asiente, me dice que él trabajó por años en la industria del retail hasta que "colapsó", por el horario extenso, por la vigilancia de los supervisores, porque no veía a su hija. Ahora maneja un auto, dispone de tiempo y gana más. Antes de bajar, me pregunta si la obra termina bien. Cuando ya estoy afuera, le respondo: "En el teatro nada termina bien".

Algo de eso aborda la obra de Carla Zúñiga "Prefiero que me coman los perros" (en Teatro del Puente): cómo el trabajo enferma a buena parte de los chilenos con horarios extenuantes y pagos mínimos. La protagonista, interpretada magistralmente por Nona Fernández, lidera el relato desde el lugar de una parvularia, explotada y maltratada hasta el cansancio, que en uno de los trabajos extras para ganar algo más -trasladar niños- tiene un olvido que deriva en tragedia. Han pasado diez años desde entonces, y su mundo interno está poblado por recriminaciones que han tomado forma en un amigo imaginario que es el padre que nunca conoció y que ahora la azuza constantemente: "Nadie te quiere, Eugenia. Estás sola. Nadie quiere estar contigo. Eres mentirosa. No tienes a nadie. Siempre duermes sola, siempre comes sola, ni siquiera tienes un gato, no tienes nada. Si te mueres hoy día, ¿cuánta gente va a ir a tu funeral, Eugenia? Ni siquiera tu psicóloga te soporta". Pero, a su vez, Eugenia ha llegado hasta la psicóloga porque sabe que su historia resuena hondo en ella.

La dirección de Jesús Urqueta genera un espectáculo sensorial y pesadillesco. El recurso de las voces internas toma forma en una escenografía sobresaliente, diseño de Belén Abarza, un holograma donde caben las alucinaciones, desde las apariciones del padre al coro de los niños, la casa de la terapeuta, el otro paciente, el rostro de los espectadores. Alteraciones que también sugieren el universo sonoro, creado por Álvaro Pacheco, que alude al mundo de los niños y a chirridos, latidos que apuntan al estado de locura. Todo contribuye a mostrar la distorsión de la realidad que afecta a los personajes, e incluir a los espectadores como cómplices, pues todos habitamos esta sociedad poco solidaria.

Hay momentos muy intensos en la confrontación entre la terapeuta y Eugenia solventados por la pluma de Carla Zúñiga, que se ha destacado en la escritura de mujeres en estado de calamidad ("Historias de amputación a la hora del té", "En el jardín de las rosas", "La trágica agonía de un pájaro azul"). En este sentido, la historia laboral del otro paciente que aparece en escena sobra, distrae, debería quedar en un rol instrumental. Nona Fernández interpreta de modo entrañable el desvarío y la vulnerabilidad necesaria de esta mujer sin salida, la hace obsesiva, patética, desesperada, con dosis de humor negro que la conducen a dos finales, uno de ellos perturbador, enterrando amigos secretos en el jardín, dando una vuelta de tuerca a esta dramática historia.

"Tebas Land", del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco (en cartelera en GAM), también aborda un crimen que genera alucinaciones y una voz paterna que humilla y desespera. Esta pieza ha tenido varios montajes y premiaciones, y a Chile llega bajo la dirección de Lucía De la Maza, conocida como dramaturga ("Color de hormiga", "Ricardo").

La trama gira alrededor de un dramaturgo que se aventura a entrevistar a un verdadero parricida para escribir sobre el tema creando un expediente de la investigación artística. Para esto se propone un dispositivo escénico singular: una cancha de básquetbol cerrada donde un dramaturgo llamado S (Freddy Araya) entrevista al preso (Lucas Balmaceda). A medida que la pieza avanza, nos damos cuenta de la trampa, el preso es el actor que interpretará el rol, lo que dispara la obra a otra dimensión: los desafíos del proceso creativo. Ya no es solo la reconstrucción del crimen, sino la representación escénica de esos encuentros que nunca existieron entre el autor y el criminal, las posibilidades de entablar relación con otro, los temores de un actor de poder interpretar bien a otro, o las dudas de ese "otro" de que una tercera persona vaya a interpretar su vida cuando él fue el protagonista de los hechos.

Es una obra que exige excelente dirección de actores, y la dupla de intérpretes es el punto fuerte del montaje. Freddy Araya demuestra otra vez su solvencia escénica y Lucas Balmaceda, más joven, demuestra mucho talento. Sin embargo, no convence en el video que se proyecta, la dimensión metateatral no tiene una escala adecuada para la sala (no se ve) y no enriquece el montaje.

La pieza tiene una serie de referencias culturales de textos que abordan el tema del parricidio, "matar al padre" con o sin conocimiento. Entonces se visita "Edipo Rey", de Sófocles, "Los hermanos Karamazov", de Dostoievsky, las teorías de Sigmund Freud. No olvidemos que en la pieza hay un padre que tortura al hijo hasta que este lo mata de veintiún estocadas con un tenedor. Porque Tebas Land es el territorio que habita todo creador, esa zona ambivalente entre el peso de la herencia y la necesidad de lo nuevo, el crimen necesario en toda creación propia. Lucía de la Maza, también como dramaturga, suma algunas inquietudes al montaje sobre la cuestión de los límites de la ficción, la construcción de esa ficción y la autoficción.

Es curioso, dos obras con diferentes búsquedas coinciden en demonizar la figura del padre como voz tortuosa y hacer del crimen un estado de delirio, obsesión y absurdo del que no se puede escapar. Obras que abren dimensiones simbólicas a la cuestión de "matar al padre" o "matar al niño" como parte de una fatalidad individual y social. Y, por supuesto, nada termina bien.

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