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Dos entidades culturales ícono de Venezuela y de Latinoamérica -el Centro Cultural Teresa Carreño y el ex Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber- muestran "la paralización de las instituciones de la cultura y su utilización para el mensaje chavista", coinciden los entrevistados. Se han sustraído obras valiosísimas, cortaron los programas de calidad, los guiones tergiversan la historia. Aun así, desde el mundo privado, algunos sobreviven.

Venezuela: asfixia y sobrevivencia de la vida cultural

domingo, 23 de julio de 2017

CECILIA VALDÉS URRUTIA
Crisis política
El Mercurio




Emplazado en lo que fue uno de los sectores culturales de Caracas, el moderno e imponente Teatro y Centro Cultural Teresa Carreño -con más de 80 mil metros cuadrados construidos- fue el gran escenario de la música en Venezuela y uno de los complejos arquitectónicos más audaces y ambiciosos de Latinoamérica. Inaugurado en 1976 -proyectado por el violinista y presidente de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, Pedro Antonio Ríos Reyna-, se transformó en la escala internacional obligada de las mejores orquestas e intérpretes de la escena mundial, con su gran sala de 2.760 butacas, impresionantes instalaciones y una acústica de excelencia.

Pero ello ahora es una ficción. "Nuestro Lincoln Center se transformó en un centro de mitines de Maduro. No podemos ingresar allí. Han destruido todo. Hasta el telón del teatro, que era una maravilla, mandado a hacer en París y con una escritura del gran artista venezolano Jesús Soto, desapareció. Las butacas no existen", cuenta a "Artes y Letras", desde Caracas, una de las figuras culturales más respetadas de ese país, Bélgica Rodríguez , investigadora e historiadora del arte, ex directora de Galerías Nacionales de Caracas y del Museo de Arte de Washington, y ex Presidenta de AICA mundial (Asociación Internacional de Críticos de Arte con sede en París).

El arquitecto y escenógrafo Edwin Eminj -quien trabajó desde la fundación del Centro Cultural Teresa Carreño- detalla que "partieron por desmontar las temporadas de ópera, ballet, danza y los programas comunitarios y educacionales. Y los sustituyeron por eventos proselitistas, marginando a los artistas de calidad". Lo único cultural que impulsa el chavismo es la artesanía mal entendida, precisa Bélgica Rodríguez. El violinista y compositor venezolano Icli Zitella -que integró por dos décadas la Orquesta Filarmónica- agrega que el "control estatal cultural en Venezuela tiene visos del arte fascista: usan el folclor para aderezar las concentraciones de masas".

Taller de hilos, mensajes revolucionarios

Al abrir la página web oficial del Centro Cultural Teresa Carreño lo primero que arroja es una invitación a descargar un libro con el pensamiento del Poder Popular. Luego, el titular destaca la conmemoración de los 100 años de la eximia pianista Teresa Carreño. Pero ello lo celebran con un "Taller de hilos, telas y agujas: legado para la humanidad". En tanto, medios venezolanos revelan que la sala museo en honor de la gran pianista, "fue desmantelada para hacerle una de descanso al Presidente".

La página oficial sigue con un anuncio que dice: "La Fundación Teresa Carreño, adscrita al Poder Popular para la Cultura, rinde tributo a Juan Vicente Torrealba". Publican una tocata de temas de "Guns and Roses junto a Toto Puente", y un recuadro indica un concierto de la "Orquesta Sinfónica Juvenil Inocente Carreño".

La reconocida pianista venezolana Gabriela Montero , de visita en Chile, es una conocedora profunda de esa realidad. Activista de la causa de la libertad en su país y célebre intérprete internacional, grabó el viernes pasado el primer disco para el Teatro del Lago, de Frutillar. Montero desde hace siete años no puede pisar Venezuela. "Por mi actitud de dar a conocer la verdad de lo que está pasando". Al respecto, puntualiza que el Centro Cultural Teresa Carreño, "uno de los más grandes teatros de música, con su extraordinaria sala principal Ríos Reina, se ha convertido básicamente en un modelo castrista. Su gestión apunta a ser un ejemplo de proselitismo político del chavismo. Es como una metáfora de lo que sucede en el país", agrega Gabriela Montero.

La pianista venezolana reflexiona sobre la situación, en extremo compleja, de las Orquestas Sinfónicas Juveniles de su país, que suelen interpretar sus obras aún en el Teatro Teresa Carreño. "Es muy delicado el hecho de que se le dé a un niño un instrumento musical junto a los conocimientos, pero que al salir del teatro esté dispuesto a que lo asesinen -como ha sucedido- o que lo secuestren. Ello derrumba toda la concepción para lo que estas orquestas fueron creadas. Muchos músicos me cuentan sobre los graves problemas de coacción y corrupción en que están sumidos. Varios dirigentes de las orquestas están allí no por méritos, sino por sus posiciones políticas. Y se sabe -puede leerse en medios venezolanos- que hay una presión política enorme hacia los músicos para que apoyen a Maduro, si no corren el riesgo de perder su trabajo. Últimamente se han rehusado a participar en marchas de apoyo a él. Todo ello hace casi imposible una buena gestión y un ejercicio libre de la profesión. Hay, por cierto, todavía muchos intérpretes valiosos en el sistema de orquestas juveniles, pero están asfixiados", puntualiza Montero, desde el Teatro del Lago de Frutillar.

El ex museo Sofía Ímber

La profunda crisis política y social que vive el país toca a todas las instituciones culturales del Estado y a aquellas semiestatales, afirma Bélgica Rodríguez. Una de ellas, otra de las joyas de ese país -orgullo del circuito del arte internacional-, es el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, ex Sofía Ímber.

Su edificio moderno -hoy situado en plena zona roja- sobresalía por su agreste parque con valiosas e imponentes esculturas de artistas como Henry Moore, Jesús Soto, Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero, entre otros notables autores venezolanos. El museo, expresión del estilo brutalista del arquitecto Nicolás Sidorkovs -con mucha luz natural, en hierro, cristal y hormigón-, cuenta con plantas abiertas en diferentes niveles y cerca de 25 mil metros cuadrados. Para su última ampliación, en 1986, llegaron notables colecciones del MoMA y del Guggenheim de Nueva York. Fundado por la periodista y mítica figura cultural venezolana Sofía Ímber, exhibía muestras y obras ícono de los principales movimientos modernos y contemporáneo, con piezas de creadores como Kandinsky, Duchamp, Picasso, Leger, Soto, Cruz Diez, Otero y Rauschenberg. Y poseía patrimonios únicos como la Suite Vollard, de Picasso. Inauguró la primera sala dedicada a Picasso en un museo latinoamericano.

Pero Chávez despidió abruptamente a Sofía Ímber de la dirección del museo y con ello empezó su caída. Hoy apenas sobrevive. No hay gestión. "La última vez que estuve había goteras, no había iluminación para las obras y ni un solo vigilante de ellas. No se realizan exposiciones nuevas. Los únicos que exhiben en los museos estatales son los artistas chavistas". Hay mala mantención de los cuadros y se afirma en diversos medios que habría sustracción de obras.

Mientras, el Museo de Bellas Artes es otra de las sedes paralizadas pero preferidas de Maduro para pronunciar sus discursos.

"En el interior de Venezuela sí han desaparecido valiosas piezas en museos estatales -subraya Rodríguez-, como en el museo del estado de Lara: en el Museo Contemporáneo Francisco Narváez, donde se realizaban las famosas bienales de cultura, había una colección excepcional de escultura".

Sobreviviendo

"Al Ministerio de Cultura solo le interesa el arte popular y, además, hacen improvisaciones de ello. Tergiversan la historia para difundir el mensaje de la dictadura. En la Galería de Arte Nacional, por ejemplo, montaron una muestra que habla del arte del colonizador y no del arte colonial. En tanto, sobre la nueva figuración de los 60, que tuvo una carga política en su origen, se plantea ahora la figuración de la era chavista", explica la crítica e historiadora del arte.

Pero las artes visuales y la creatividad no han claudicado, no están muertos, coinciden los entrevistados. Hay espacios privados que sobreviven y están retomando algo de lo que hacía el Museo Sofía Ímber. "Los venezolanos somos gente muy luchadora -resalta Rodríguez-, y se están haciendo exposiciones, encuentros de la crítica, todo fuera del circuito oficial. Trabajamos con AICA Venezuela, apuntalando y asesorando a pequeñas galerías. Los críticos, curadores, historiadores del arte, lo hacemos ad honorem . Hace poco presentamos una exposición con 25 artistas venezolanos en el Centro Cultural Bod, perteneciente a un banco privado.

"Estamos también trabajando fuerte con el exterior -revela la experta-. Me piden arte de Venezuela desde otros países. Enrollamos esas telas y se las mandamos, como sea".

"Abra" es una de las galerías de arte más activas de la actualidad. Fundada en 2016 por Melina Fernández , quien se unió con un artista plástico, cuenta desde Caracas cómo sobreviven. "La galería se planteó como un gran desafío ante el deterioro exponencial de la situación socioeconómica del país. Y con mucho esfuerzo luchamos por sobrevivir. Lo más importante es mantener la calidad, aunque trabajemos con los mínimos costos. Tratamos de reciclar material museográfico y realizamos actividades culturales complementarias. Buscamos atraer a los pocos coleccionistas que aún viven aquí. Hacemos seminarios de educación en el arte, debates frente a las obras, conferencias y conciertos musicales. Intentamos captar un público joven y subsanar en algo la ausencia de actividad del Estado, ello junto a varias otras galerías. En este año de vida, hemos realizado 25 exposiciones. Pero en los últimos ciento y tantos días, adherimos al paro espontáneo del país, a nuestra manera, sin realizar conciertos ni actividades de carácter más festivo. El público ha sido, obviamente, casi nulo", nos cuenta Melina Fernández. En tanto, Bélgica Rodríguez, autora también de 53 libros, traducidos a varios idiomas, subraya a "El Mercurio": "El mundo cultural, finalizada la dictadura, está listo para empezar a reconstruir el país".

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