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Lecciones de historia

sábado, 22 de julio de 2017


Tierra de nadie
El Mercurio

¿Qué se hace ahora? Los propietarios tienen la oportunidad de repensar su proyecto, a la luz de lo que el lugar trae como bagaje.



Nada es blanco o negro en el caso de la Villa San Luis, en el corazón de Las Condes. El lote 18, hoy en la noticia, es lo último que queda en pie de lo que fuera un enorme conjunto de edificios de vivienda social, de muy buena calidad, en un inédito proyecto urbano y social iniciado en 1971, cuyo objetivo fue radicar a pobladores de escasos recursos en la misma comuna donde habían vivido siempre, logrando así el propósito superior de la integración social. Se habían puesto en acción entonces los mismos principios de localización central que hoy se declaran imprescindibles en ciudades de todo Chile, como reacción a décadas de una segregación espacial tan extrema que ha degradado nuestra vida urbana.

Hay una larga historia de apropiaciones, desalojos y transacciones multimillonarias detrás de lo que hoy conocemos como el distrito financiero "Nueva Las Condes", en los terrenos de lo que fuera la Villa San Luis. Es precisamente su compleja historia lo que animó a un grupo de ex residentes a solicitar la declaración de esos vestigios como monumento histórico, para espanto de sus actuales propietarios. Poco ayudó la desafortunada idea de los propietarios de demoler precipitadamente y sin los permisos necesarios, un fin de semana, dos de los edificios sobrevivientes, lo que indignó a muchos y tal vez aceleró la declaratoria.

¿Hablemos, pues, de derechos adquiridos, de certeza jurídica, de justicia? El mundo inmobiliario, que ha reaccionado con destempladas declaraciones frente a esta situación, omite que hay casos en que los derechos adquiridos y la certeza jurídica sí pueden ser relativos, sujetos a excepciones y modificables en el tiempo, pues nadie puede pretender desconocer que, hace apenas unas décadas, los legítimos propietarios de esas viviendas fueron desalojados por la fuerza y expulsados a la periferia de la ciudad, sin compensaciones. La enorme paradoja de este conflicto es que su origen está en el actuar arbitrario del propio Estado hace 40 años, más que en el actuar del mismo Estado hoy, por cierto con apego al Derecho. Hay una notoria ingenuidad en un sector del empresariado al ignorar el inefable peso de la historia y sus consecuencias en el presente. Este terreno, último vestigio de una visión de ciudad y sociedad, está cargado de significación desde hace medio siglo, y no habrá transacción financiera en el mundo capaz de borrar esa carga.

¿Qué se hace ahora? Los propietarios tienen la oportunidad de repensar su proyecto, a la luz de lo que el lugar trae como bagaje. En un distrito de oficinas, vendría muy bien proveer vivienda para integrar programáticamente, y ojalá también socialmente, barrios que de otro modo quedan inertes en la noche. En cualquier caso, deberán encontrar la fórmula para albergar al mismo tiempo las expresiones del desarrollo urbano moderno con las lecciones de la historia, que no puede haber unas sin las otras.

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