Dólar Obs: $ 954,58 | 0,40% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.237,20
IPC: 0,40%
El Presidente de Estados Unidos afirmó que "no ha habido obstrucción ni colusión":

Trump vuelve a agitar la trama rusa al poner en duda imparcialidad del jefe de la investigación

sábado, 24 de junio de 2017

Francisca Maturana Torres
Internacional
El Mercurio

"Tendremos que ver" si el consejero especial, Robert Mueller, debería recusarse por su amistad con Comey, el ex director del FBI, dijo el Mandatario.



Antes de que fuera nombrado consejero especial para la investigación sobre los vínculos de los asesores de Donald Trump con el gobierno ruso, y la supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones presidenciales de EE.UU., era casi imposible encontrar a alguien en Washington que dijera algo malo del ex director del FBI Robert Mueller. Tanto demócratas como republicanos lo respetan y han alabado por igual su nombramiento por parte del Departamento de Justicia.

Sin embargo, el Presidente no comparte el sentimiento. Cada vez más acorralado por la trama rusa, Trump puso ayer en duda la imparcialidad de Mueller, quien estuvo al frente del Buró, bajo los mandatos de George W. Bush y Barack Obama. Al ser preguntado en una entrevista con el canal FOX sobre si el consejero especial debería abandonar el caso, el Mandatario respondió: "Tendremos que ver".

El Presidente explicó que Mueller "es un gran, gran amigo de (James) Comey", su sucesor al frente de la agencia y quien dirigía el caso hasta que fue despedido por Trump, el 9 de mayo, "lo que es muy molesto". "Solo puedo decir que la gente contratada (por Mueller), son todos partidarios de Hillary Clinton", agregó.

Como consejero especial, Mueller tiene teóricamente independencia absoluta y puede presentar cargos judiciales contra los implicados en el caso, lo que lo ha convertido en una pesadilla para una Casa Blanca que no logra huir de la sombra del Kremlin.

A pesar de que no ha dado detalles de los avances de su pesquisa, los medios estadounidenses aseguran que Mueller está investigando al Presidente por una posible obstrucción a la justicia, tanto por desvincular a Comey como por tratar de frenar la indagación sobre el ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn -acusado de mentir sobre sus encuentros con el embajador de Rusia en Washington, Serguei Kislyak. Días después de despedir al jefe del FBI, el propio Trump comentó que lo había removido del cargo "por la cosa esa de Rusia".

El Mandatario rechazó ayer las acusaciones: "No ha habido colusión ni obstrucción, y prácticamente todo el mundo está de acuerdo en esto", aseguró.

No obstante, en Washington crecen los rumores que afirman que Trump ha hablado con sus cercanos sobre la posibilidad de despedir a Mueller, algo que podría hacer solo si le ordena al Departamento de Justicia que lo remueva. Los propios partidarios de Trump le han pedido que descarte ese plan.

En la entrevista con FOX, Trump aseguró que Mueller es un "hombre honorable", por lo que espera que alcance "una solución honorable". Poco después, su secretario de prensa, Sean Spicer, afirmó que no había "ninguna intención" de despedir a Mueller.

Con sus afirmaciones, "el Presidente busca impresionar a sus partidarios, distraer a los medios e intimidar a Mueller y a su equipo de investigación", dijo a "El Mercurio" Michael Cornfield, profesor de la George Washington University.

Una mala jugada

En la administración saben que sacar al consejero especial podría ser una mala jugada. Para la clase política, Mueller, un republicano de 72 años, es una especie de héroe estadounidense. Estudió en Princeton, en la Universidad de Nueva York y en la de Virginia (donde estudió Derecho). Tras unirse a los marines para pelear en Vietnam, recibió el Corazón Púrpura, una de las más altas condecoraciones militares.

Trabajó durante 12 años en las oficinas del fiscal federal, sirviendo por algún tiempo como jefe de la División Criminal en el Distrito Norte de California, en San Francisco, y también como asistente del fiscal federal en Boston. Participó en el proceso judicial contra el dictador panameño Manuel Antonio Noriega, por tráfico de cocaína y lavado de dinero. Y en el caso del atentado en 1988 contra un avión de Pan American Airlines, en el que murieron 270 personas.

Asumió como director del FBI una semana antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y con él al frente, el Buró se transformó en un ente especializado en contraterrorismo: obsesionado en prevenir atentados y alejado de su función inicial de resolver crímenes. Su mandato tenía que finalizar en 2011, como establece el límite legal de 10 años, pero el Presidente Obama le pidió que siguiera dos años más.

El abogado se ganó el reconocimiento y la calificación de independiente al frente del FBI, especialmente tras oponerse a reautorizar un programa de espionaje a estadounidenses en el gobierno de Bush. Mueller y Comey, entonces número dos del Departamento de Justicia, consideraban ilegal el programa y así se lo comunicaron al entonces Presidente. El Mandatario aceptó modificarlo y ambos desistieron de dimitir. Sus caminos volvieron a cruzarse ahora.

Y en su última entrevista como director del FBI, Mueller aseguró que uno de sus mayores miedos era que algún grupo pudiera adquirir un "arma de destrucción masiva", que también podía ser digital y afectar a sistemas financieros y gubernamentales. Sus palabras hoy podrían ser consideradas una premonición.

"Mueller tiene una larga reputación de rudeza y de ser justo", aseguró Cornfield. En caso de que existiera una confrontación con Trump o que el consejero especial encontrara pruebas en su contra, los republicanos estarían ante una situación difícil: "Por un lado, no pueden ir en contra del Presidente sin poner en peligro a su propio partido, pero por el otro, puede parecer que están poniendo a su formación por delante del país y de la ley", agregó.


"Solo puedo decir que la gente contratada (por Mueller), son todos partidarios de Hillary Clinton".

Presidente Donald Trump




 Imprimir Noticia  Enviar Noticia