"Vaaaaamos, vaaamos chilenos...". Son 10 mil chilenos, quizás 12 mil, los que casi sin garganta prefieren la afonía a claudicar en el aliento. Ven al "Rey Arturo" ir de lado a lado, mordiendo rivales, barriéndose para robar un balón. También observan cómo Alexis Sánchez, bien al límite de sus fuerzas, intenta una diablura para mejorar la suerte. Porque la Roja vive momentos temblorosos en el Kazán Arena. Más entera físicamente, la nueva camada del fútbol alemán se ha posicionado en campo chileno, y aunque sin causar daño, no hay paz hasta que suena el pitazo definitivo. La pizarra, con los rojos más atrás y los blancos sometiendo, es engañosa, porque no fue así la historia del compromiso que enfrentó al campeón de América con el campeón del mundo. Chile arrancó como ante Camerún: con las luces encendidas. Con una diferencia, eso sí, pues al primer remate hubo festejo: preciosa pared que Arturo Vidal le devolvió al "Niño Maravilla" y este, sin titubeos, superó a Marc-André Ter Stegen. Lejos de aquietar el ritmo, la escuadra de Juan Antonio Pizzi siguió deleitando. Y con Marcelo Díaz como eslabón en una cadena sin errores: recibiendo de un lado y moviendo el balón al otro. Alemania estaba descompuesta. No podía salir jugando con tranquilidad, porque el pressing lo recibían en su propia área. Eduardo Vargas estuvo cerca del segundo. Y la Mannschaft seguía sin reacción. Si bien el empate -bien gestado, sobre todo por la apertura hacia la izquierda de Emre Can- causó un sabor amargo, la sensación era positiva: Chile estaba jugando realmente bien, como pocas veces en una competición de fuste. La duda era si las piernas aguantarían semejante esfuerzo. Y la segunda etapa, poco a poco, certificó la incógnita. El trajín pasó factura y las energías no eran las mismas. Y por eso, los diez mil, doce mil o quince mil chilenos regalaron un último apoyo, como también lo hizo "Macanudo", que no se cansaba de aplaudir cada esfuerzo que hacían sus dirigidos. Si el triunfo parecía lejano, empatar no era un mal negocio. Aguantaron todos. La Roja regresa a Moscú con un punto para seguir comandando el grupo, depender de sus propias capacidades y así escribir un nuevo capítulo de gloria. "Vaamos, vaaaamos chilenos, que esta copa tenemos que ganar...", se despidió cantando la Marea Roja. Chile avanzará a semis el domingo, si vence o empata. Incluso le sirve perder por un gol.