Nos llenamos la boca hablando de liderazgo a nivel organizacional, social y político y lo cierto es que lo que corresponde es que nos apliquemos a ello. Porque las palabras son fáciles de pronunciar, lo difícil es demostrar. Hay un viejo dicho que dice que hay que “ser y parecer”, entonces mientras los gurús, los coach, los opinólogos y los propioslíderes hablan y hablan de liderazgo, hoy, en Chile hay una crisis de liderazgo. ¿Usted lo entiende? Yo sí y no.
Me explico: no se entiende la incoherencia, pero sí se entiende por qué estamos en crisis.
Liderar es algo ocurre de dentro hacia afuera y mientras insistamos en algo que esperamos poder imprimirnos a través de un curso o una capacitación estamos “más perdidos que el Teniente Bello”, otro sabio dicho.
Un líder tiene convicciones profundas generalmente intransables que emanan de su espíritu y no claudica ante nada para lograr los sueños en que profundamente cree. Lo que no lo convierte en inflexible.
Por ejemplo, cuando Emmanuel Macron en plena campaña camino a ser Presidente de la República Francesa dijo: “No acostumbro a renunciar ni a mis objetivos, ni a mis sueños” demostró convicción y mire usted los resultados, alcanzó lo que nadie esperaba, pero el soñaba, sorprendiendo al mundo cuando llega la presidencia con 39 años.
A la hora de gobernarse a sí mismo y, más aun, pretender gobernar a otros son las convicciones profundas las que nos sustentan, a toda prueba, en cada momento; porque el día a día nos pone a prueba constantemente y nos desafía a caer en el juego fácil de la inmediatez. Una trampa mortal para quien se plantea desafíos superiores; ya que conseguir votos fáciles, obtener buen raiting o ganancia a cualquier costo en los negocios siempre puede tentar a un líder, condenándolo a la posterior pérdida de su máximo valor: la credibilidad. Y esa pérdida de credibilidad nos hace aterrizar de lleno en la ultra recurrida, aunque nunca bien ponderada crisis de confianza.
Pero volvamos a los líderes. Sin líderes no hay grupo humano que funcione bien. Todos estamos llamados a liderar y ser liderados. Necesitamos a quien admirar, en quienes creer, el ejemplo cotidiano que hace más fácil entender esta dinámica es la familia. Sin padre y/o madre que lideren al grupo, todo se vuelve un desastre. Pues, necesitamos eso mismo a todo nivel.
Atrevámonos a liderar, a no seguir las reglas de otros si no las propias convicciones, a ser auténticos y transparentes, sin miedo, y aunque a veces nos duela en el momento, hay que saber pagar pequeños precios día a día y al contado, para poder obtener premios mayores en el futuro.
Algo que aparenta estar pasado de moda, se ha vuelto una necesidad que nuestra sociedad pide a gritos.