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Visita Diplomático a Río de Janeiro

domingo, 25 de junio de 2017


Mi primer viaje
El Mercurio




Curiosamente, casi por una inquietud de carácter político, fuimos a Río de Janeiro junto a dos compañeros de la escuela de derecho. Queríamos ver lo que estaba pasando con el golpe de estado de 1964 en Brasil; empaparnos de eso y saber qué significaba un pronunciamiento militar. Pero teníamos 19 años, y lo prioritario fue pasarla bien.

"Plata no teníamos, pero uno de mis amigos tenía contactos con la embajada de ese país y logramos subirnos a un avión casi de carga, llamado Correo Aéreo Brasileño. Era primera vez que me subía a un avión y me di cuenta en ese momento de que no les tenía miedo.

"Cuando llegamos a Río, nos instalamos en una pensión que costaba tres pesos. Lo recuerdo bien: quedaba en Rua do Catete, en el centro antiguo de Río. Quedé inmediatamente sorprendido por la exuberancia del paisaje. La bahía de Guanabara me sobrecogió. Sentí, a pesar de mi poca experiencia, que estaba ante uno de los lugares más bellos del mundo.

"Nos quedamos alrededor de 15 días. Fuimos en junio y era un invierno particularmente frío y lluvioso, pero el clima no fue factor e hicimos todo lo que se hace ahora: bailar, hacer amigos, tener interminables charlas en torno a una cerveza. En ese tiempo no estaba el desarrollo de Barra da Tijuca, el barrio nuevo. Virtualmente Río llegaba hasta Leblon, y en ese tiempo el nervio, el corazón, el día, la mañana, la tarde, la noche, estaban en Copacabana, donde la belleza de las mujeres tampoco pasaba inadvertida. Eran estupendas. Fue tanto, que un compañero se enamoró y se puso a pololear con una brasileña, una chica preciosa llamada Sonia. Mi amigo, que lamentablemente falleció, era un gran, gran galán y la conquistó rápidamente, seducido por su simpatía.

"Por la madrugada, después de la fiesta, y saliendo hacia Flamengo, me gustaba mirar el torneo de baby fútbol Da Pelada, que se jugaba toda la noche. Para mí era una fiesta. Me quedaba hasta las 6 o 7 de la mañana. La gente transitaba tranquila por las calles, y a pesar de la efervescencia política que se vivía, era un lugar más seguro que hoy en día. El único inconveniente que tuvimos fue con la policía, que un día entró a nuestra habitación en la pensión para revisarnos. Nos pasó eso. No me preguntes por qué.

"Por las mañanas dormíamos, generalmente cansados por el trajín del día anterior. Sin mucha fuerza económica, la mayor parte del tiempo nos alimentamos a un costo ínfimo en el boliche de un señor italiano al que me conquisté hablándole en su idioma. Su boliche quedaba al lado de la pensión, que para mí sorpresa, aún sigue en pie: para el mundial del 2014 me tocó hacer una nota en ese sector y la vi. Me emocioné muchísimo, porque fue en esa ciudad donde surgió el bichito de mi fascinación por los viajes".

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