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Oporto

Ay

viernes, 23 de junio de 2017

POR Esteban Cabezas
Restaurantes
El Mercurio




Para estar acorde con los tiempos, tan cambiantes y a veces hasta antojadizos, hay restaurantes que varían su receta. Y, por ejemplo, enchulan su decoración para hacer evidente una nueva etapa de su existencia. Como ocurre con Oporto, que ha integrado algo de capitoné kitsch/distinguido a su mobiliario, aparte de otras delicadezas visuales que hablan de una nueva estética acorde a la nueva ética de su cocina.Una que, a la luz de esta experiencia, está al debe con su escenario.Para empezar, un trío de carnes ($7.900) que venía con un tártaro y sus tostadas, un carpaccio y un angus de cocción lenta según la carta. Bueno. El tártaro muy rico, con un acento fuerte de mostaza, el carpaccio bien, pero el cubito de carne que completaba la trilogía, no. Estaba chicloso y cubierto de una salsa agridulce, unagi al parecer, que dejaba fuera la opción de localizar su sabor vacuno.Entonces, estimados: si uno de los fuertes de la carta de Oporto es la carne, digamos que con esta sinopsis no invitan precisamente a ver la película. Además, con el restaurante bastante lleno, a la hora de almuerzo y con menú, pedir a la carta redundó en una demora de casi media hora para los platos principales. Primero, un atún sellado ($13.600) sobre una textura de pastelera y un goteo de albahaca que se complementaba con otros sabores distribuidos en el plato. Fue el momento Instagram de esta experiencia, como lo habría sido un pulpo frito ($13.500), blandito, montado sobre una suerte de chalaca y con un suave puré de zapallo, igual de armónico. Pero el octópodo, cubierto de una lograda textura crujiente semejante al tempura, venía tibio tirando a frío.Para seguir con el infortunio, un acompañamiento que se ofreció gentilmente como un Trío de texturas de yuca ($3.700) venía con solo dos. Dos croquetas fritas, nuevamente tibias, con unos montoncitos de puré tosco. Rico, rico todo, pero la amenaza de unos supuestos chips que completaban el número no se cumplió.Para culminar, una combinación de esas que solo pueden catalogarse como un "permiso" y como un clavo para el ataúd por caer en la tentación: churros con crème brûlée ($4.500), o sea, chanchería al cubo. Primero, la crème brûlée demasiado dulce por abajo, por lo que ya el caramelo era too much. Y los churros... como dirían en un matinal, "para que lo entienda la señora Juanita en su casa": si a alguien le ofrecieran un churro de carro de la playa, livianito y brilloso, y uno de estos, denso y poco crujiente, el veredicto popular sería evidente.Entonces, muy bonito el lugar.Isidora Goyenechea 3477, 2 2378 6411.

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