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Netflix vs. Cannes:

El futuro llegó

domingo, 28 de mayo de 2017

Ernesto Ayala
Críticas
El Mercurio




La batalla de este año entre Netflix y Cannes es un adelanto de los tiempos que vienen. Todo partió cuando en la lista oficial de las películas postulantes a la Palma de Oro se incluyeron dos películas distribuidas por Netflix, "The Meyerowitz Stories", de Noah Baumbach, y "Okja", de Bong Joon-ho. Presionados por la Federación Nacional de Cinemas Franceses (FNCF), que agrupa a cinco mil cines y es parte del directorio de Cannes, el festival cambió sus reglas para el próximo año y solo podrán participar por la Palma de Oro películas cuyo estreno masivo esté garantizado en Francia. La razón de la FNCF estaría en que, de continuar las condiciones actuales, los cines no se beneficiarían ni en un euro de toda la publicidad que Cannes significa para estas u otras películas que se distribuyan directamente vía streaming . Amazon Studios, que también tiene una película en la competencia, "Wonderstruck", de Todd Haynes, ha aceptado aparentemente esta condición. El problema para Netflix es que la legislación francesa es estricta en asignar las ventanas de distribución para cada plataforma, una secuencia donde el video on demand , el cable y la televisión abierta están antes que el streaming . Esto significa que, si estrena una película en la pantalla grande, Netflix puede subirla online , al menos en Francia, recién 36 meses más tarde. Según The New York Times, casi todos en la industria francesa creen que estos tres años son excesivos, pero las negociaciones para cambiarlos fracasaron poco antes de que Cannes anunciara el cambio de reglas, y ardió Troya. Netflix fue acusado de representar el imperialismo cultural estadounidense; Pedro Almodóvar, presidente del jurado, dijo que la Palma de Oro no podía entregarse a una película que no pudiera verse en la pantalla grande, y en la misma conferencia de prensa, Will Smith, integrante del jurado, defendió a Netflix.

La misma historia podría repetirse en Berlín, Venecia o los Oscar. En la medida que Netflix -o Amazon Studios- crezca, podrá producir películas más caras, con directores más prestigiosos y terminar financiando incluso la próxima película de Michael Haneke o del mismo Almodóvar, si ve que con eso gana lo que todavía no consigue: prestigio, poder simbólico. Entonces, es inevitable la pregunta de si los espectadores y críticos debemos tomar en serio las películas estrenadas en internet.

Con todo lo que uno puede amar la experiencia de ver una película en una pantalla grande, hay que reconocer que hemos visto una enorme cantidad en las modestas (y ya no tan modestas) pantallas domésticas, y que la admiración, la emoción y movimiento de placas telúricas, que a veces provoca una película, puede pasar en ambos lados. La primera vez que vi "El Padrino" (1972) fue a fines de los ochenta, en una televisión portátil, blanco y negro, con una pantalla de no más de 5 pulgadas. Así y todo, me voló la cabeza.

Sumemos a esto que hoy, prácticamente, la única posibilidad de ver películas antiguas, raras o finas está, con notables excepciones, en la pantalla chica. Ya sea mediante el cable, torrents , Netflix, Amazon o cualquier sistema, es evidente que cualquier espectador medianamente exigente tiene algunas (sino todas) de sus mejores experiencias de cada año frente a una pantalla doméstica. El poder que hoy tienen las grandes distribuidoras internacionales de cine es enorme y ha afectado la diversidad de la oferta. Casi el único camino para enfrentar esta uniformidad es la pantalla chica.

Si de cine se trata, Netflix está lejos de ser satisfactorio, aunque en algo colabora. Debiera ser cosa de tiempo para que aparezca competencia o para que industrias locales -como la chilena-, que tan constreñidas se sienten con el poder de Hollywood, creen plataformas propias para ofrecer sus películas. El verdadero peligro de todo esto, claro, es que el cine "se achique", cambie progresivamente su puesta en escena para adaptarse a los nuevos formatos, pero eso es material para otro día.

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