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ANNAPURNA

La Vía Chilena Al Himalaya Más Peligroso

domingo, 28 de mayo de 2017

R Sergio Paz.
Reportaje
El Mercurio

Sebastián Rojas y Juan Pablo Mohr acaban de convertirse en los primeros chilenos en la cima del Annapurna, el 8 mil más temido del Himalaya. Si alcanzar esa cumbre es en extremo duro, lo de Rojas y Mohr alcanzó ribetes de gesta: subieron sin sherpas, con más corazón que dinero y logística. Aquí, el relato más íntimo del último gran triunfo del montañismo nacional. POR Sergio Paz.




Podemos imaginarlo con chalas, tendido frente a un lago, en las afueras de Pokhara, Nepal. Más relajado, y también más flaco. Con 10 kilos menos tras intentar, junto a Juan Pablo Mohr, cinco veces la cumbre del Annapurna.
Para esta entrevista, justo luego del triunfo, primero hablamos por WhatsApp. Entonces le digo que sigamos por Skype. Pero no tiene Skype. Luego me entero de que Sebastián no tiene un montón de cosas que cualquiera consideraría normales en la vida moderna.
-Es que soy un ermitaño -dice-. Vivo seis meses en el Cajón del Maipo. Los otros seis en la Patagonia, o estoy en las montañas de Europa, entre una y otra expedición.
Algo había escuchado de Rojas y, la verdad, más parecía un mito que una personal real. Se hablaba de un súper montañista, un tipo que vivía en un pequeño refugio de piedra y madera, que, en invierno, organizaba viajes en moto para esquiar en el Valle de Las Arenas.

Hace un tiempo, la revista Escalando se refería a él como el deportista que comenzaba a marcar pauta con ascensos alpinos explosivos (tan intensos que se convertiría en "atleta" de The North Face). Un montañista formado entre el rigor y la calidez del Club Andino Wechupún, que en cualquier momento podía golpear la cátedra. Hasta que así fue

Cuando en Nepal acababa la primavera y los monzones arribaban con sus primeras lluvias, los himalayistas comenzaban a resumir los logros de la temporada. Y entre las sorpresas se contaba lo de Rojas y Mohr: dos jóvenes que, en su primera aproximación a el Himalaya, no solo desafiaron al Annapurna, la montaña que los veteranos que suben ochomiles prefieren dejar para el final, sino que lo hicieron sin sherpas, sin cuerdas fijas. Solo con lo puesto y poco más.


Quien escribe supo del intento de los montañistas varias semanas atrás. Pero desde Chile todo se veía tan difícil que en un minuto parecía que no lo lograrían. Mohr y Rojas pensaban parecido. Tras fallar en el cuarto intento, solo se dieron una oportunidad más. "Si no lo logramos ahora -le dijo Sebastián a Juan Pablo-, agarraremos nuestros equipos y nos iremos para la casa".
La quinta fue la vencida. Extenuados tras un mes en la montaña, Juan Pablo y Sebastián llegaron al último campamento antes de la cumbre. Ya no les quedaba gas y, para derretir agua e hidratarse, recibieron ayuda de dos italianos y dos españoles que coincidían en el intento. Pese a ello, si a esas alturas lo normal es consumir cinco litros de agua, los chilenos solo pudieron tomar uno. No tenían qué cocinar y, para comer, no les quedaba más que un chocolate.

Alcanzada la cumbre, aún faltaba lo peor: bajar. Y, para más remate, por la zona de mayor peligro, donde suelen caer gigantescos seracs y avalanchas monstruosas, comenzó a nevar y la ruta fue cubierta por una densa neblina.

-Continuamos bajando sin saber a dónde íbamos. Hasta que alguien del grupo dijo: "Un poco de mala suerte y ahora sí que morimos todos" -recuerda ahora Sebastián.

Afortunadamente, nada malo pasó. La expedición fue un éxito y ahora para los héroes solo caben dos preocupaciones: pagar los préstamos que recibieron de amigos y familiares para la aventura exprés. Y recargar pilas para, en septiembre, regresar a el Himalaya. Rojas quiere subir el Dhaulagiri, otro ochomil. Y lo quiere bajar esquiando.
Cielos.

Estos tipos juegan muy fuerte.

PLANEANDO LA EXPEDICIÓN

La aventura de los chilenos en el Annapurna había comenzado en Chamonix, Francia.
-Hasta ahí -recuerda Sebastián desde un hostal de Pokhara, a unos 180 kilómetros de Katmandú- había llegado para hacer un curso de esquí, como parte de la formación de guía internacional de montaña. Poco después, en Chamonix conocí a dos nepaleses que se aprestaban a llevar a un noruego al Annapurna.

Rojas preguntó si se podía sumar junto a otro chileno, aprovechando la logística de la expedición. La respuesta fue positiva y rápidamente llegaron a un acuerdo. Cada uno pagaría 12 mil dólares, lo cual les daría derecho a usar las carpas y cocina del campamento base, más la logística del helicóptero para acceder a la montaña. Una vez ahí, los chilenos seguirían por su cuenta y riesgo.

Sebastián Rojas, 27 años, compartió la noticia con otro montañista que se moría de ganas de ir al Himalaya, Juan Pablo Mohr, 29, escalador, arquitecto y uno de los creadores de la Fundación DeporteLibre, que -entre otras cosas- construyó los muros de escalada en los silos del Parque Los Reyes.

Hasta ahí, ambos habían evaluado la idea de ir al Himalaya con la firme idea de conseguir algún logro no conquistado por otro chileno. Una alternativa era subir el Everest sin oxígeno, pero era carísimo y el presupuesto no daba. Otra posibilidad era el Dhaulagiri. Pero esa montaña otros chilenos ya la habían intentado y les pareció que lo mejor sería tratar en otra ocasión, seguramente para bajar esquiando. Y luego estaba el Kanchenjunga, la tercera montaña más alta después del Everest y el K2. Sin embargo, esa aproximación es tan larga que requiere de al menos doce días de dura caminata, certeza que echaba por tierra la opción de aplicar el plan minimalista que querían implementar.


Finalmente, y pese a que en un principio no estaba en los planes, surgió el reto de subir la cara norte del Annapurna, en modo mínimo: o sea sin sherpas, sin cuerdas fijas, toda una rareza en la historia de las expediciones chilenas al Himalaya, considerando que generalmente han sido grandes empresas con cinco, seis o a veces más montañistas. Claro que había que sumar un elemento no menor a la balanza. El Annapurna tiene fama de ser la montaña más peligrosa del mundo por la cantidad de víctimas que ha cobrado. Lo otro es que, de los que sobreviven, no pocos terminan con al menos un dedo de la mano o el pie congelado.

Rojas y Mohr nunca antes habían estado en una expedición juntos. La ruleta comenzaba a girar.
-Como los dos nos moríamos de ganas de ir, hablamos y decidimos tirarnos a la piscina. Yo sabía que él era una máquina, muy fuerte en la altura. Así que le dije "vamos al Annapurna. Y si es demasiado peligroso, nos devolvemos y ya" -recuerda Sebastián.

CAMINO A NEPAL

Juan Pablo y Sebastián se juntaron en Chamonix. Ya en Francia, a modo de preparación, lo primero que hicieron fue subir el Mont Blanc. Luego, desde Ginebra, Suiza, viajaron a Katmandú. A diferencia del gran tonelaje que suele llevarse en las expediciones al Himalaya, entre los dos chilenos no sumaron más de doscientos kilos de equipo, incluidas botellitas de gas, comida de altura, ropa de la línea Summit Series, más dos carpas para el campamento base. Aparte, para la montaña, llevaban dos carpas Mountain 25, más una pequeña carpa Assault 2 de apenas un kilo y medio.


No había tiempo que perder.

Una vez en Katmandú, a modo de entrenamiento, partieron a hacer un trekking de seis días a la zona de Langa. Casi de inmediato, un helicóptero los llevó al campamento base del Annapurna. Eso fue el 12 de abril de 2017. Nadie sabía entonces que, apenas unas semanas después, cumplirían con éxito lo que se habían propuesto. No sin casi morir en el intento.
Del campamento base, velozmente se mueven al 1. De ahí al 2, unas cuatro horas y media caminando, dependiendo de las condiciones climáticas. Más adelante todo sería en extremo difícil.

Con voz baja y entrecortada, Sebastián narra el momento más difícil de la expedición:
-En el primer intento que hicimos para instalar el campamento 3 salimos a las seis de la mañana. Pronto llegamos a la Zona del Cono, el lugar donde caen constantemente avalanchas y seracs. Yo iba con un guía nepalés y de pronto nos agarró una gigantesca avalancha. Afortunadamente, nos alcanzamos a esconder debajo de un serac y nos pasó por encima. Repentinamente todo se nubló y no podíamos respirar por la nieve dispersa. Mi compañero perdió la mochila y sus piolets. Estábamos amarrados a una cuerda y sentí un fuerte tirón. Por suerte alcancé a agarrarme a un punto de reunión y por eso no me fui con la cuerda para abajo. De todos los intentos, ese fue el más cruel. Estuvimos al borde de la muerte, sin duda.

Desde el lago cerca de Pokhara donde ahora se repone, Sebastián continúa recordando su épico viaje:
-La cara norte del Annapurna -dice- tiene constantemente caídas de material: seracs y avalanchas por todos lados. Es lo que explica que sea considerada la montaña más peligrosa del mundo y, para llegar a su cumbre, obligatoriamente debes pasar por una zona de alto peligro. Ahí expones tu vida como en una ruleta rusa. No depende de ti. Nada puedes hacer. Te puede tocar una avalancha en cualquier momento.

EL ESTILO

Para enfrentar la montaña, Sebastián y Juan Pablo decidieron hacerlo sin cuerdas fijas. Es decir, "estilo alpino": lo más liviano posible, a fin de avanzar en forma rápida, sin más empuje que la fuerza de ambos. Para ello, hicieron campamentos intermedios que no equipaban. Es decir, lo que está en el 1 lo suben al 2. Lo del 2 al 3. Y así.

Todo debía ser eficiente y dinámico, aunque la exposición era enorme. En la montaña, ascendían sin más seguro que una delgada cuerda de 7,8 milímetros y 70 metros de largo. Cuando decidían bajar, rapeleaban por esa misma cuerda. ¿La ventaja? Todo era muy veloz. ¿El problema? En cada subida y en cada bajada debían rehacer lo hecho e inventar cada vez un nuevo camino. ¿El truco? Poner seguros que no fallen. Bastaría un simple error para que todo terminara muy mal.

Antes de emprender la aventura, los chilenos estimaban que la temperatura era de 20 grados Celsius bajo cero. De noche el frío era aún más intenso: 25 grados bajo cero. Normalmente, amanece despejado. Pero en la tarde sopla viento, se nubla y caen 20 o 30 centímetros de nieve. Una tormenta sucede a la otra.

Es lo que explica que, en el Annapurna, los que no mueren en una avalancha, generalmente terminan con algo congelado.
-De día -explica Sebastián- abres la huella en nieve profunda. Como estás todo el día enterrado finalmente te mojas y, como no puedes llevar más ropa que un mono de pluma, pues cualquier peso extra te complicaría la vida, ya en la tarde tienes que lidiar con la humedad.
Los chilenos aguantan con paciencia. Son cuero de chancho.

El noruego y los nepaleses no resistieron y abortaron la misión. Pero Sebastián y Juan Pablo no alcanzaron a estar mucho tiempo solos, pues pronto al campamento base llegaron dos españoles y dos italianos que intentaban la misma ruta a la cima. Todos eran expertos himalayistas y se sorprendieron con el espíritu inquebrantable de los chilenos. Hicieron buenas migas y decidieron aunar fuerzas. Claro que, tras un intento anterior, Juan Pablo y Sebastián habían decidido incluir una variante chilena en la clásica ruta a la cumbre.

Así, en el último intento, salieron todos juntos en dirección al campamento 2. Desde ahí, los españoles e italianos siguieron por la ruta tradicional, un canalón expuesto a las avalanchas, mientras que los chilenos se la jugaron por su propia variante. Juan Pablo y Sebastián armaron finalmente el campamento 3. Y, tras cumplir el desafío, se juntaron con sus nuevos amigos en el 4: una grieta gigante donde lograron instalar las tres carpas.

La cumbre parecía cercana. Unos a otros se daban ánimo y, finalmente, lograron llegar al campamento 5. Estaban a 7.100 metros y, aunque las condiciones eran rudas y había demasiada nieve, todos estaban decididos a hacer cumbre.
La noche se hacía corta. De vigilia. Juan Pablo y Sebastián ya no tenían gas así que sus nuevos amigos les convidaron algo de líquido, muy por debajo de lo requerido para la crítica altura en la que estaban.

Sebastián escribió lo que luego pasó:

"Fue una jornada muy dura, pero tras más de ocho horas de abrir huella por la nieve honda logramos ver la cumbre del Annapurna que está a 8.091 metros. Comenzaba a amanecer y a mejorar la temperatura. El 11 de mayo del 2017, a las 10:30 horas, después de dos horas de travesía, llegaban los primeros del equipo a la tan anhelada cumbre.

"Cuando todos estábamos en la cima, el clima estaba increíble. No corría viento ni hacía tanto frío, por lo que pudimos estar más de treinta minutos en la cumbre. Sacamos muchas fotos y videos del alucinante paisaje que teníamos desde la cumbre.

"Nos felicitamos, nos abrazamos, lloramos. Para los españoles e italianos no era novedad. De hecho, para estos últimos, el reto significaba que se convertían en la primera pareja en subir las catorce montañas más altas del mundo. Para nosotros, en cambio, era la primera vez en un ocho mil. Y, para más remate, con una nueva variante: la ruta chilena, que quedará marcada para siempre en la historia del Annapurna".



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