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Tres legados de Agustín Edwards

miércoles, 26 de abril de 2017

Alfredo Moreno Charme Presidente CPC
Nacional
El Mercurio




De una persona con tantas facetas, cada uno de quienes lo conocimos probablemente destacará ángulos diferentes. En mi caso, de los más de 20 años de amistad y confianza, me viene a la mente, en primer lugar, lo que pienso fue su preocupación máxima: nuestro país. Ante todo, le importaba Chile. No era una frase: lo tenía auténticamente en su corazón. En mi opinión, la prueba indesmentible de eso está en lo que hizo después del angustioso secuestro de su hijo. Apenas concluidos esos meses de extremo sufrimiento familiar, su primera consideración fue, en síntesis: "Esto que me ocurrió a mí y a mi familia, no debe ocurrirles a otros chilenos. Chile necesita seguridad y paz ciudadana". Compartió esta idea con numerosos amigos y contactos de muy distintas visiones políticas, y de allí surgió, antes de un año, la fundación que lleva precisamente ese nombre -Paz Ciudadana-, destinada a prevenir y frenar la delincuencia y la violencia en todas sus formas, a rehabilitar a los infractores, a reinsertarlos a la sociedad.

Metas muy ambiciosas, que miran al corto y largo plazo, inagotables en los cambios culturales e institucionales que demandan, quizás incluso imposibles de cumplir totalmente. Pero así tenemos hoy, 25 años después, la abundante obra de Paz Ciudadana en tantos rubros, trayendo las mejores prácticas y el mejor saber internacionales, ejemplo elocuente de lo cual es la gran reforma procesal penal, que nuestro país venía reclamando desde inicios del siglo pasado. Un legado de Agustín.

Nacido en el exilio, en 1927, tuvo desde el primer momento la experiencia de los cambios vertiginosos del mundo moderno, vivencia que para el grueso de los chilenos fue algo distante y ajeno en la mayor parte del siglo XX. Su observación directa, práctica de esos cambios, fue algo que quiso compartir con todos los chilenos. Sus viajes no fueron meras excursiones de agrado. Hasta el final de su vida, fueron viajes de aprendizaje, y experiencia para ser transmitidos por los medios que estaban a su alcance. Lo sintió como una responsabilidad personal, y actuó en consecuencia: "¿Cómo ayudo a que mi país esté preparado para la revolución cultural y tecnológica, para el cambio de época que está en curso?". De allí nació otra iniciativa igualmente valiosa, la Fundación País Digital, que está aportando un cúmulo de elementos que han de ayudar al avance de Chile. Otro legado de Agustín.

Igual preocupación por la gran mayoría de los chilenos se aprecia en cómo abordó otro de sus grandes amores: el campo chileno. Amó al mundo rural y sus tradiciones, y habría podido dedicarse a disfrutarlo sin más. En cambio, también esto quiso compartirlo con todos, y hacer ver sus riquezas semiolvidadas. Tesoros de tradición solo propios de Chile que sintió necesario preservar, no por conservatismo, sino porque tenía aguda conciencia de cuánto significa eso para la identidad nacional.

Nuestras ciudades se asemejan a cualesquiera otras ciudades del mundo. Pero la singularidad chilena, en sus muchas formas, está en los campos. Agustín entendía que tradición es preservación de aquello que vale la pena preservar. Y en esto, lo esencial, incluso vital, es mantener unido a nuestro país. De allí su consagración a crear y extender la Semana de la Chilenidad de extremo a extremo del territorio, con todas sus variedades regionales y locales, con sus climas, historias y fisonomías tan diferentes. Esa semana es, en realidad, una semana de la unidad, porque la tradición es lo que nos une en lo que tenemos de especial. Por eso, el caballo chileno, el rodeo, las artesanías, el folclor, la cultura popular en su sentido más amplio, fueron algo a lo que durante un cuarto de siglo dedicó recursos, esfuerzos personales a veces agotadores, y mucho tiempo, moviendo voluntades y apoyos. Lo acompañé en esos afanes y me consta cómo, en vez de estar en el extranjero atendiendo a alguno de sus muchos intereses -cultura, música, navegación, bibliofilia, entre otros-, o descansando durante las Fiestas Patrias, cada mes de septiembre se encontraba invariablemente en Santiago, consagrado a organizar, visitar comunas y recintos, empujar, resolver, convencer, apoyar, compartir.

Esta idea, felizmente, tuvo gran éxito y ha cobrado vida propia. Otro legado de Agustín.

Hay numerosos más, por cierto. Presumo que otros los harán ver como merecen. Pero estos son los que directamente vi y compartí, y por los que como chileno le estoy especialmente agradecido, más allá del doloroso sentimiento de perder a un gran amigo.

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