Dólar Obs: $ 956,32 | -1,25% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.207,48
IPC: 0,40%
Centenario El impacto de la revolución en Chile

Bajo la estrella roja

domingo, 23 de abril de 2017

Pedro Pablo Guerrero
Artes y Letras
El Mercurio

El influjo de la Revolución de Octubre en la intelectualidad de los años 20 fue distinto al que suscitó en líderes obreros como Recabarren. Despertó la adhesión de Neruda y Huidobro. Críticos se mostraron Gabriela Mistral y Luis Oyarzún.



"El pueblo ruso recibe a estas horas las maldiciones de todos los hombres que pusieron sus esperanzas en la espléndida alborada que parecía significar para esa nación y para el predominio de las ideas democráticas en el mundo la revolución de marzo". En una crónica enviada desde Londres y publicada en "El Mercurio" el 30 de diciembre de 1917, Carlos Silva Vildósola califica la guerra civil como "una orgía de doctrinas disolventes". Responsabiliza de ella tanto a la ignorancia y censura en las que el antiguo régimen mantenía al pueblo, como a la infiltración de ideas utópicas entre las clases ilustradas. Además de las colaboraciones de su ex director, el diario tuvo la suerte de recibir en esos días los informados análisis de Boris Orjikh, un editor ruso que se había radicado en Chile tras escapar de Siberia en tiempo de los zares. Orjikh -una editorial chilena lleva hoy su nombre- explicaba el derrocamiento de Kerenski lamentando que este no hubiera actuado a tiempo contra Lenin y Trotski.

El viaje de Recabarren

No hay unanimidad en torno al verdadero grado de influencia de la Revolución de Octubre en la intelectualidad chilena. El historiador Mario Góngora cree que sí lo hubo entre la juventud de "ideas avanzadas", permeada desde antes por el anarquismo y el humanitarismo pacifista. "En 1917 había triunfado la Revolución Rusa y aun aquellos que no eran comunistas o socialistas creían en su sentido liberador", escribe en su conocido "Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX". Góngora se refiere, en esencia, a los líderes de la Federación de Estudiantes de Chile y al núcleo de redactores de Claridad, revista que mantuvo, a su juicio, "una equilibrada adhesión, o a1 menos una actitud de benévola expectación y esperanza", frente a la revolución soviética. Góngora tenía dos años en 1917 y publicó su ensayo en 1981.

Un testigo de época como José Santos González Vera, que ya tenía veinte años para esa fecha, consigna en su autobiografía "Cuando era muchacho" (1951) los matices con los que fue acogida la noticia. "De repente vino el anuncio de la revolución rusa. El pueblo recibió la nueva casi delirante, pero los anarquistas tenían sus dudas", escribe, y añade que los ácratas rechazaron la invitación a plegarse a los bolcheviques. "Odiaban la autoridad, no querían ninguna dictadura, ni siquiera la del proletariado. Aceptaban el comunismo, pero no el control de las opiniones".

A contracorriente de este recelo, las novedades de Rusia determinaron la creación del Partido Comunista de Chile en 1922, como se rebautizó al Partido Obrero Socialista, fundado hacía una década por Luis Emilio Recabarren. El líder obrero viajó ese mismo año a Rusia, como delegado al Cuarto Congreso de la Internacional Comunista y al Segundo Congreso de la Internacional de los Sindicatos Rojos. Recabarren hizo un pormenorizado relato de esa experiencia en una serie de artículos de prensa que después reunió en "La Rusia obrera y campesina" (1923). El opúsculo contiene fotos de Lenin, Lunacharski, Bujarin y Trotski. Este último, "generalísimo del Ejército Rojo de Rusia" -el libro incluye, completo, su extenso informe ante el IV Congreso-, será llamado por Pablo de Rokha -mesiánico aeda de la revolución comunista- "traidor y tronante", "perro vendido" y "perro sarnoso" en su libro "Los 13", de 1935.

Como es de esperar, el libro de Recabarren contiene una adhesión sin fisuras al proceso revolucionario. Elogia la organización política de los sóviets y justifica la Nueva Política Económica impulsada por Lenin, quien debió admitir el "arrendamiento de algunas fábricas a capitalistas", así como el comercio libre y el restablecimiento de los salarios en moneda, para enfrentar la hambruna y el bloqueo. Al político chileno le llama la atención, en Moscú, el "vestir modesto" de sus habitantes, que "hace desaparecer los sentimientos de envidia e irritación". Tras visitar la Catedral de la ciudad y otras iglesias, comprueba la tolerancia religiosa del nuevo régimen, cuestionada más tarde por Gabriela Mistral ante el desarrollo de los acontecimientos (ver recuadro). Al final de su folleto, Recabarren advierte: "En Rusia no existe todavía el comunismo", sino "el poder en manos de los comunistas".

Visionario es el artículo publicado en 1923 por el "escritor burgués" Joaquín Edwards Bello, citado por Recabarren. El cronista de La Nación admite la consolidación del régimen ruso y comenta la recién proclamada federación de naciones "sovietistas" en términos que resultarían proféticos: "Estos inmensos Estados Unidos que se extenderán desde el Mar Negro hasta el Pacífico... harán competencia en el futuro a los Estados Unidos capitalistas de América... Nadie sabe lo que nos reserva el futuro. Pero echando una mirada al Mapamundi no deja de causar escalofríos la grandeza territorial de la Rusia Roja, capaz de los más audaces sueños espirituales".

¿Huidobro trotskista?

Vicente Huidobro adhirió desde el primer momento a la revolución soviética, que lo sorprendió mientras vivía en París. "Empecé a leer a Karl Marx en el año 1917 movido por la curiosidad y el entusiasmo que despertó en mí la revolución rusa", dice en una entrevista de 1932. Primero se afilió al Partido Comunista Francés en 1930 y dos años más tarde, al chileno. Incluso bautizó como Vladimir a un hijo. De su fervor dan cuenta los poemas "Despertar de octubre 1917" (ver recuadro), "Elegía a la muerte de Lenin", "URSS" y referencias al proletariado en "Altazor". Sin embargo, abandonó el PC en 1940, a raíz del pacto antibélico entre la Unión Soviética y la Alemania nazi. Siete años más tarde, en el controvertido artículo "Por qué soy anticomunista", proclamó: "No es una revolución total del hombre, es la revolución del obrero". A juicio del profesor Greg Dawes (Universidad Estatal de Carolina del Norte) en su libro "Poetas ante la modernidad" (2009), las simpatías de Huidobro por la revolución soviética lo llevaron a asumir un pensamiento progresista que nunca incidió en su estética, como sí fue en el caso de Neruda (ver recuadro).

El crítico Jaime Concha cree que Huidobro siempre fue trotskista. No hay acuerdo. Lo que sí es seguro es que -junto a González Vera, Manuel Rojas y Ernesto Montenegro, entre otros escritores- firmó una declaración de condena al asesinato de Trotski, publicada el año 1940 en la revista Babel.

Curiosamente, en su "Diario", que abarca de 1934 a 1937, no hay comentarios de Mario Góngora sobre la revolución soviética, pero sí acerca de la "lucha de la mística comunista y la mística fascista por las armas", además de un inesperado entusiasmo derivado del culto a los héroes aprendido de Carlyle y de su furibundo antiliberalismo. "¡Qué interesante es vivir en la época de Mussolini, de Hitler, de Roosevelt y de Stalin!", anota en 1935. Tras una fugaz militancia comunista de 1938 a 1940 -años en los que leyó "El Capital" y colaboró en la revista Principios-, Góngora volvió a ser un díscolo intelectual desconfiado de la democracia. En su ensayo "Civilización de masas y esperanza" (1982), habla de un "marxismo rusificado" por Lenin, Stalin y Kruschev. El comunismo y la Unión Soviética serían, de acuerdo a esta tesis, sucesores del imperio zarista.

Invitado a participar en los festejos del 40° aniversario de la Revolución de Octubre, Luis Oyarzún será testigo in situ de su desarrollo en tiempos de Kruschev, la Guerra Fría y la carrera espacial. "Fuera de la ciencia y de la técnica, el pensamiento no hace sino repetirse en consignas cristalizadas", anota en Leningrado, el 11 de noviembre de 1957. "En la perspectiva histórica, pensaba, el régimen soviético es nuevo y se halla todavía haciendo sus primeras armas. Pero los hombres que lo dirigen son, a pesar de su vitalidad, casi ancianos... En cambio, cuando los que hoy tienen menos de 50 años lleguen al poder, con otros recuerdos, otras actitudes y otro espíritu, seguramente el sistema político y social de la Unión Soviética, sin renegar de sus bases fundamentales y sin abandonar los ideales del socialismo, podrá ventilarse y florecer en productos inéditos, libre al fin de todo lo superfluo que contienen sus andamiajes actuales".

Con su habitual lucidez, Oyarzún vislumbró en "Diario de Oriente" (1960) los cambios que traería el relevo generacional, pero se quedó corto. En 1991, los andamios se desplomaron y la revolución nacida en 1917 murió antes de alcanzar los 100 años. Ahora, cuando los cumple, ya es un fantasma, aunque todavía conserva el poder de asustar al mundo.



 Imprimir Noticia  Enviar Noticia