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El nuevo poder global

viernes, 21 de abril de 2017

Economía y Negocios


Daniel Fernández Koprich
Profesor Facultad de Ingeniería UDD

Desde el punto de vista industrial, nacen del proceso de hiperconectividad más servicios on line, aplicaciones comerciales, sistemas de autoservicio, nuevos modelos de negocios que alteran el equilibrio de mercado de industrias completas, y en paralelo con ello, surge la concentración, en empresas de datos, servidores y redes, de toda la información relevante sobre nuestras vidas, útil para desarrollar negocios y también para investigar nuestros comportamientos.

¿Cuáles son las consecuencias de esta nueva realidad? En una primera mirada, mayor libertad, horizontalidad relacional, posibilidades de nuevos emprendimientos, orquestación, economía colaborativa, movimientos sociales coordinados mediante la red y una mayor autonomía (al menos por ahora).

Sin embargo, estas luces tienen sus sombras. Avanzamos realmente hacia una economía colaborativa y una sociedad más conectada, pero a costa de una concentración de información (y por lo tanto, de poder) fuera del alcance de nuestra influencia. La mayor libertad y cooperación es opacada por aquello que perdemos: privacidad, derecho al olvido a quienes injustamente se ha denostado, el valor económico de dar a conocer nuestros comportamientos para fines comerciales, y otros elementos que entregamos en manos de empresas de big data. Es decir, a cambio de nuestros beneficios, entregamos un activo valioso que sirve de plataforma para otros negocios, en los cuales no participamos ni recibimos por parte de ellos compensación alguna, ni como personas ni como sociedad.

Las barreras de entrada de esta nueva industria son la cantidad de big data ya acumulados por un número reducido de empresas; la calidad y la velocidad de algoritmos para procesar y asociar datos y así predecir comportamientos de consumo y otros; el posicionamiento de marca; las dificultades de migrar hacia otras plataformas de correos y navegadores; y la potencia de los motores de búsqueda. ¿Hay una real competencia en este nuevo mercado? ¿Porqué las empresas tecnológicas top de redes, datos, fotos, videos, comunicación y ubicuidad valen lo que valen? ¿Cuáles son sus activos reales? Mayoritariamente, nuestros datos y comportamientos, por los cuales recibimos como contrapartida servicios “gratuitos”.

Esta concentración de la información, junto con sus barreras de entrada, ¿van en favor o en contra de nuestra autonomía (de largo plazo) colectiva? ¿Realmente potencian la horizontalidad y la democracia o constituyen de algún modo una amenaza para estos comportamientos y valores? Cuando se resta poder a las empresas e industrias tradicionales mediante modelos de negocios más horizontales y colaborativos, ¿ganamos poder los consumidores y ciudadanos o somos cooperadores en el traslado de poder desde las viejas industrias a las nuevas, con niveles de concentración, tal vez-y en ocasiones- aún mayores? Estamos, de este modo, creando nuevos monopolios naturales, que adquieren posicionamientos muchas veces incontrarrestables.

En el caso de servicios de transporte personalizados usando redes colaborativas entre conductores y pasajeros (un caso que todos conocemos y empleamos) todo luce de maravillas. Pero escarbando un poco visualizamos que se potencia una mayor concentración de ingresos e información por la vía de aquellas aplicaciones (pertenecientes a grandes empresas de capitales internacionales) que habilitan la coordinación, en desmedro de múltiples microempresarios. La sensación de libertad de decisión y de cooperación tiene una contracara de concentración y eventual pérdida de autonomía futura. ¿Es malo esto? Depende. Es malo si nos preocupamos sólo de regular los servicios, sin pensar, además, en la concentración. Es por ello que la aplicación de regulaciones en esta nueva industria digital global es un tema de debate relevante en Europa y Estados Unidos. Los interesados en este tema pueden leer, bueno, googlear, a EvgenyMorosov.

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