lunes, 17 de abril de 2017
Economía y Negocios
Alfredo Enrione
Director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad
Universidad de los Andes
Podemos medir con precisión nuestro coeficiente intelectual o nivel de ingresos. Sin embargo, nuestra percepción de inteligencia y riqueza requiere de puntos de referencia. Depende siempre de con quién nos comparemos.
Antes nos medíamos con el curso del colegio o nuestro barrio, y vivíamos felices. Hoy, sin querer, nos comparamos con superestrellas del mundo de los negocios, de la TV y del deporte mundial. Evidentemente que a su lado quedamos bastante disminuidos.
Incluso nuestros grupos de referencia más cercanos, como nuestros amigos en Facebook, también han subido la vara. Ahí comparten sus fantásticos viajes, sus increíbles looks y sus preciosas familias. Tal el nivel de presión de las comparaciones, que los estudios muestran que el 70% de los adultos retoca sus fotos antes de subirlas a las redes sociales.
Cuando aplicamos el mismo análisis a nivel país la conclusión es similar. Antes nuestro punto de referencia eran los países de Sudamérica. Ahí alcanzamos los más altos lugares en los rankings de transparencia, ingresos y educación. Sin embargo, cuando ingresamos a la OCDE pasamos a ser una casa pobretona en el barrio más lujoso y exclusivo. Ya no basta con lo que alcanzamos con tanto esfuerzo. Ahora la calle quiere la calidad de educación de Finlandia y las pensiones de Suecia.
Qué duda cabe que la globalización ha sido una bendición para el mundo pero, curiosamente, no todos parecen querer defenderla. Al cambiar nuestros puntos de referencia quizás resentimos que haya afectado también nuestra autoestima.
