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El discurso de Samuel Gregg en Chile

sábado, 15 de abril de 2017

Economía y Negocios en Online


El economista, académico y director investigador del Acton Institute estuvo de visita en el país, donde participó del aniversario de Libertad y Desarrollo.

Mercados Libres, Moralidad y La civilización de la libertad natural


Dr. Samuel Gregg
Director de Investigación
ActonInstitute


Estoy muy contento de estar nuevamente en Chile luego de 17 años desde mi primera visita. Gracias a todos por estar hoy aquí y apoyar a esta gran organización Libertad y Desarrollo, que hace tanto trabajo en Chile y Latinoamérica para promover una sociedad de libertad y responsabilidad. Siempre he admirado su trabajo y a su gente. Ellos entienden que libertad y responsabilidad deben ir juntos: que no hay responsabilidad sin libertad; no hay libertad sin responsabilidad: y que sólo a través de la libertad y la responsabilidad podemos alcanzar verdadero desarrollo.

Y una razón por la que Libertad y Desarrollo es tan necesaria actualmente es porque vivimos en un tiempo en que aquellos movimientos que quieren promover una visión diferente de la sociedad, una muy diferente visión del desarrollo, están en marcha en virtualmente todos los países del mundo. Desde Latinoamérica hasta Norteamérica hasta Europa, hasta mi lejana Australia nativa numerosos grupos que quieren disminuir la libertad, que quieren que el estado se haga cargo de más y más de nuestras vidas están ganando fuerza. Algunos de ellos son populistas: Las personas que han llevado a la alguna vez orgullosa Venezuela a sus rodillas. Algunos de ellos son social demócratas. No proponen la revolución, pero si trabajan día tras día, semana tras semana, año tras año, para esparcir lentamente la mano muerta de la burocracia en la sociedad. Su meta es lo que el gran filósofo francés de la libertad, Alexis de Tocqueville, llamó “despotismo suave”: una sociedad en que los ciudadanos renuncian a su libertad a cambio de la ilusión de seguridad perpetua a través del Estado. Pero lo que es común a todos estos grupos es que ellos no afirman fundamentalmente estar aumentando el rol del Estado en nuestras vidas en nombre de una mayor efectividad económica. No! Ellos son muy cuidadosos en justificar sus programas apelando a palabras como “justicia”, palabras como “solidaridad”, palabras como “las personas”. En otras palabras, no tienen miedo de los argumentos morales.

Y así ha sido siempre. Como todos saben, este 2017 marca el aniversario 100 de la Revolución Bolchevique: una revolución que llevó a la instauración de un régimen criminal en Rusia; una revolución que apeló a una ideología criminal para justificar moralmente la esclavitud, encarcelamiento y muerte de millones de hombres, mujeres y niños.

A pesar de todos esos horrores, todas esas muertes –muchas de las cuales ordenaron personalmente- bolcheviques como Lenin y Stalin y sus padrinos intelectuales Marx y Engels, estaban totalmente convencidos de que estaban moralmente en lo correcto haciendo lo que hacían. Y muchas personas concordaban con ellos.

100 años después, los oponentes de la libertad no han cambiado. Ellos saben que si quieres persuadir personas para apoyar determinadas políticas, no puedes simplemente confiar en apelaciones, por ejemplo, argumentos económicos. Ahora, eso es en parte porque las políticas populistas y social demócratas no funcionan. Ese es un gran problema. Pero es también porque los populistas y social demócratas han, paradojalmente lo suficiente, reconocido que de pan no sólo vive el hombre. Que somos más que sólo productores y consumidores. Que somos por naturaleza y, yo creo, por diseño de Dios, las únicas criaturas en el mundo capaces de conocer la verdad sobre el bien y el mal. Que poseemos la cualidad del libre albedrío que nos permite actual moral o inmoralmente.
¿Cómo sabemos que los oponentes de la libertad, en su propia rara forma, entienden esta verdad? Bueno, sabemos esto considerando lo que nosotros –la “no izquierda”- generalmente somos buenos haciendo, y que actualmente parecemos no tan buenos haciendo. Somos, como muchos de nuestros oponentes concederán, muy buenos desarrollando políticas que transforman positivamente la vida de las personas. Gracias a muchas personas y organizaciones representadas acá esta noche, somos muy muy buenos, de hecho somos excepcionales desarrollando políticas. Pero creo que es difícil rebatir que, al menos hoy, algunos conservadores, algunos liberales clásicos y algunos libre mercadistas luchas por articular estas políticas con una visión de bien que vaya más allá de la eficiencia y eficacia.

Ahora podemos y tenemos rabia acerca de la brecha entre la elevada retórica de los populistas y social demócratas y los desastrosos efectos de sus políticas. Pero expresar nuestra frustración no resuelve el problema. En su libro La Gran Persuación, el historiador Angus Burgin argumenta que desde fines de los 50 en adelante, los esfuerzos dentro de los círculos del libre mercado occidental para tener fuertes argumentos morales a favor del libre mercado y la libertad fueron gradualmente suplantados por, y cito, “un énfasis incesante en la eficiencia superior de laissez-faire”.

Y hay un problema práctico con imaginar que las preguntas morales son de cierta forma irremediablemente subjetivas y por ende irresolubles. El problema es que mientras muchas personas pueden estar de acuerdo, por ejemplo, en que los mercados libres son más eficientes que otros sistemas económicos, las personas se mantuvieron no convencidas y no persuadidas del caso moral para la libertad económica y gobierno limitado.

Si esto es cierto, entonces debemos re diseñar las formas en que resistimos la locura intoxicante del populismo, o los señuelos de la social democracia, o incluso la maldad del resurgimiento neo marxista. Si, debemos seguir trabajando para desarrollar buenas políticas y cambiar las malas. Pero si queremos resistir esfuerzos para que nos lleven al populismo o social democracia, todos nosotros necesitamos promover el caso moral por la economía libre y la sociedad libre más ampliamente, más seriamente y en una manera constante.

Esta noche, no pretendo esbozar una alternativa detallada capaz de replicar el gran éxito de los populistas y social demócratas usando el lenguaje de la justicia, de la solidaridad, para ganar corazones y corromper mentes. Sin embargo si quiero hacer una sugerencia. Que es esta: esa forma para nosotros de retomar la autoridad moral es volver a algunos de los grandes pensadores que no temían hacer fuertes razonamientos morales y filosóficos por la libertad de la economía y la sociedad: a las personas que pensaron seriamente sobre las bases de la libertad y los propósitos de la libertad.
Hay dos personas sobre las que me gustaría reflexionar esta noche: dos hombres que nos proveyeron de un modelo de cómo actuar en esta área.
El primero es alguien que fue conocido, tal vez personalmente, por muchos de ustedes hoy acá esta noche. Por supuesto estoy hablando de alguien que murió solo hace un mes: el teólogo y filósofo de la libertad, mi amigo, Michael Novak.

Michael Novak, como algunos saben, fue un hombre de izquierda la primera parte de su vida. Como muchas personas de su generación y con su formación, Novaksostuvo visiones social demócratas y muy negativas visiones del capitalismo.

Las ideas filosóficas y teológicas de Novak empezaron a cambiar en los setenta. Gradualmente Novak se convenció de que la economía de mercado era el sistema económico correcto para todas las personas. Llegó a estas convicciones no simplemente porque observó que el capitalismo es el sistema económico más exitoso en reducir la pobreza y creando bienestar. Novak también se convención que la economía de mercado era el sistema económico más idóneo para promover el desarrollo humano integral, o más simple, la prosperidad humana.

Todo esto es explicado en la obra maestra de Novak, El espíritu del capitalismo democrático: un libro que, sospecho, ha influenciado el pensamiento de algunos de ustedes. Publicado en 1982, este libro fue el primero escrito por un teólogo que quería hacer un gran caso moral y cultural para la economía de mercado. El espíritu del capitalismo democrático celebra su aniversario número 35 este año. Y las fortalezas de ese libro perduran. Estas fortalezas incluyen, primero, una mente Cristiana que toma en serio las reflexiones económicas de Adam Smith; segundo, la insistencia de que los mercados pueden estar basados en una moral particular, instituciones políticas y legales; tercero, atención en cómo la realidad del pecado nos inoculará contra la utopía económica; y tal vez, sobre todo, un esfuerzo constante para ubicar el capitalismo democrático dentro de una visión de Dios, por ende dando a la economía de mercado un significado teológico y una gran profundidad moral.


Pero tal vez el efecto más significativo del libro de Novak fue sobre miles de líderes de negocios y empresarios alrededor del mundo, incluido Chile. Para Novak poner en palabras algo que los líderes empresariales saben instintivamente: que su trabajo diario no es solo un mal necesario; que los negocios pueden ser entendidos como un llamado de Dios que permite a las personas comprometidas con la transformación del mundo transformarse simultáneamente en la dirección del bien. En resumen, no es sólo que el libre mercado disminuye la pobreza. Para Novak, era posible encontrar una chispa de la Divinidad en cada actividad del negocio en sí mismo.

El segundo pensador que creo nos entrega una guía sobre cómo hacer un caso para la libre economía es con el que todo comenzó: el filósofo escocés Adam Smith.
La mayoría recuerda hoy a Adam Smith como el autor de “La riqueza de las naciones”. Este libro literalmente revolucionó la forma en que la mayoría del mundo había pensado sobre la economía. Pero no debemos olvidar que Smith nunca se pensó a sí mismo como un economista. De todos sus escritos, el que Smith prefería el que escribió en filosofía moral: su “Teoría de Sentimientos Morales”.
Smith escribió de muchos temas aparte de la economía. Esto incluyó filosofía legal, retórica, y la historia de las ideas. Por un lado, Smith estudiaba a estos sujetos como científico: como uno que intenta describir la naturaleza de las cosas y cómo funcionan.

Por otra parte, Smith no sólo estaba comprometido en un ejercicio sociológico. Los escritos de Smith también eran una empresa moral, sí, una empresa moral. A través de sus escritos, hay una palabra que aparece una y otra vez: “mejoría”. Los filósofos hoy acá sabrán que la palabra “mejoría” fue central en ese gran esfuerzo que llamamos Ilustración Escocesa. Igual que otros pensadores de la Ilustración Escocesa, Adam Smith quería mejorar, transformar las sociedades europeas para que fuesen caracterizadas por la libertad, por los estados de derecho, por un desarrollo humano integral, y no por servidumbre, no por privilegios, y no por gobiernos arbitrarios.

Recuerden: el desafío de Smith al sistema mercantilista que dominaba el siglo 18 era con seguridad un desafío económico. El mercantilismo, sabía Smith, restringía y obstruía el crecimiento económico. Y consignaba a millones de personas a la pobreza y explotación. Pero el desafío de Smith al mercantilismo también era un desafío moral. Smith creía que el mercantilismo era ineficiente. Pero también creía que el mercantilismo estaba mal. El mercantilismo significaba que necesitabas conexiones políticas para volverte rico. El mercantilismo también imponía fuertes límites en la libertad económica y desincentivaba la creatividad humana. Sobre todo, Smith desafiaba al mercantilismo porque era un sistema que arraigaba el privilegio y reprimía la libertad.

La revolución producida por Adam Smith no era simplemente una revolución económica. También fue un llamado para una profunda transformación política de la sociedad y un llamado a una profunda transformación moral en la forma en que las personas pensaban sobre sí mismos. De hecho, Smith tenía un nombre para la sociedad que quería promover. Llamaba a esta sociedad “la civilización de la libertad natural”.

Piensen sobre esa palabra: “civilización”. Es una palabra poco de moda y una palabra muy políticamente incorrecta hoy en día. Pero seamos claros: Los actuales políticos populistas, intelectuales neo marxistas, o burócratas social demócratas quieren crear una sociedad muy diferente a una sociedad que valora la libertad y responsabilidad. Lean sus libros. Escuchen sus palabras. Nunca han escondido su ambición por crear una nueva sociedad, incluso un hombre nuevo. Quieren crear un mundo realmente diferente comparado con la civilización que nació de la síntesis de Atenas, Jerusalén y Roma: una civilización caracterizada por un profundo vínculo entre la libertad por una parte y la verdad por la otra.

Y eso damas y caballeros, es mi mensaje para ustedes esta noche. Si aquellos de nosotros que estamos en el negocio de promover la libertad económica, promover la libre sociedad, promover la civilización de la libertad natural, si queremos ganar esa batalla de ideas rondándonos nuestros argumentos deben ser tan morales como económicos; nuestros argumentos deben ser tanto de principios como de políticas.

Ese fue el ingenio de algunos de los mejores pensadores del libre mercado: hombres como Adam Smith, hombres como Michael Novak. Integraron buena economía con buena filosofía. Si, hablaron sobre eficiencia, pero también hablaron de lo que estaba bien.

Esto no es solo una materia de inteligentes tácticas en lo que será una incesante batalla con aquellos que ponen la fe en una planificación vertical, en el estado benefactor, en el proteccionismo, en el populismo irracional. ¿Por qué? Porque la moralidad es tan parte de la verdad sobre la realidad como la oferta y la demanda.

Los más perspicaces defensores del libre mercado, desde Smith a Novak, siempre han entendido esto. Ellos creían en un mundo en el que el gobierno era limitado, la economía era libre, y la sociedad estaba caracterizada por una rica vida mancomunada. Pero más fundamentalmente la suya era una idea de un mundo no como una utopía obsesionado con la igualdad: más como una civilización de ciudadanos libres y virtuosos.

Esta verdad sobre los seres humanos -de que estamos básicamente hechos libres, que somos responsables y que somos capaces de grandeza moral- necesita ser central en nuestro mensaje sobre la economía libre y la sociedad libre: la meta que es prosperidad, libertad, virtud, verdad y la prosperidad humana: no pobreza, no servidumbre, no vicio, no error y ciertamente no mediocridad.
Mi sugerencia para ustedes esta noche es que constantemente planteemos y expliquemos estos principios, podemos y lograremos quitar el hechizo de los oponentes de la libertad sobre tantas personas en la actualidad. Es una forma de decir que el tipo de sociedades fomentadas por el populismo y la social democracia no son solo económicamente insostenibles. También son profundamente deshumanizadoras. Porque la servidumbre económica y política, ya sea suave o fuerte servidumbre, es indigna para nosotros como criaturas porque no estamos hechos para la esclavitud. No! Somos personas hechas, creo en Dios, para la libertad y para la libertad de conocer y escoger la verdad que nos libera.
Pero si hay algo que aprender de la inflexible insistencia de los populistas y social demócratas de que son ellos los que se preocupan de lo que está bien y lo que está mal, es que un compromiso sostenido con una visión moral, por imperfecta que sea, tiende a ganar. Si, podemos y debemos continuar discutiendo y ganar las batallas legales. A no ser que más de nosotros hagan una inversión a largo plazo en persuadir personas de la exactitud y justicia de nuestra causa, temo por el futuro de la sociedad libre. Como gran amigo de Adam Smith, Edmund Burke alguna vez escribió, y cito: “Lo único necesario para que triunfe el mal es que las personas buenas no hagan nada”. No seamos los que eludamos este desafío. En cambio, interioricémoslo. Permitámonos pensar en siglos para que la civilización de la libertad natural prevalezca. Gracias

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