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Profesional fue guardadora, tuvo un hogar de menores y publicó investigación sobre la calidad de vida de los niños

Cientista familiar y el Sename: "La violencia es la defensa de estos menores vulnerados"

domingo, 26 de marzo de 2017

Lilian Olivares
Nacional
El Mercurio

Por ejemplo, explica Sandra Román, "a niños con intentos suicidas, cuando los llevan al hospital les ponen un tranquilizante y los mandan de vuelta, porque no hay camas".



Ignacio...

Así se llamaba el niño de dos meses que recibió Sandra Román Mardones en su casa, como guardadora del Sename.

Fue una decisión familiar, ya que con su marido ya tenía tres hijas. Fue una opción social.

En Punta Arenas, donde vivían, hace 15 años no había un lugar para acoger a niños en riesgo social. Formaron una agrupación de familias con ese fin y ella recibió a un pequeño con dos kilos de peso. Había sido seismesino y, al nacer, la balanza marcó 800 gramos. Era hijo de padres adolescentes que decidieron entregarlo para adopción.

Cuando le tocó llevarlo al primer control médico, le dijeron que Ignacio tenía una parálisis cerebral. Comenzó una lucha, primero contra la enfermedad. Informaron al tribunal y le respondieron que había que conseguirle un cupo en el Pequeño Cottolengo. Ella y su marido dijeron que no, que Ignacio no iría a una institución. "Siempre he creído que un niño necesita criarse en un contexto familiar". Inició un trabajo terapéutico que provocó un apego muy fuerte entre el niño y la familia.

Le habían informado que como guardadora tendría al menor entre tres y seis meses, hasta que le consiguieran padres adoptivos. Ahí comenzó a darse cuenta de que nadie movía un papel, no hacían trámites que movilizaran esta búsqueda rumbo a la adopción. "El sistema era y sigue siendo muy burocrático. Nosotros siempre esperamos que el Sename hiciera algo por él". Pero no ocurrió.

"Ignacio era un niño feliz, muy alegre y muy querido. Pasó a ser nuestro hijo". Pero la opción de ellos no había sido adoptar, sino guardar.

La discapacidad de Ignacio confabulaba contra la adopción. Después de tres años llegaron unos padres italianos a buscarlo.

A la familia de Sandra le costó mucho reponerse. Lo habían incorporado como un miembro más de la familia.

En recuerdo del niño al que adoraban, crearon, junto con otros matrimonios, el Hogar Ignazio Sibillo. Ignazio con zeta, porque así es el nombre en Italia. Y Sibillo, porque ese es hoy su apellido; el de la familia que lo convirtió en su hijo. El centro tiene 20 niños derivados por medidas de protección. Van desde recién nacidos hasta los seis años.

Las tres hijas de Sandra siguieron carreras motivadas por el caso: dos son psicólogas y una estudió Educación Diferencial.

El Hogar Ignazio Sibillo es colaborador del Sename.

"Es bien doloroso cuando tienes que hablar del Sename por dentro", dice Sandra Román. "Hay mucho dolor, mucho abandono. Ver a los niños como aturdidos... Todos sabemos la realidad del Sename. Estamos cosechando lo que hemos sembrado. El 80 por ciento de menores en residencia (con medidas de protección) viene del 20% más pobre del país. La pobreza es un indicador clave en el maltrato infantil: padres de baja escolaridad, con trabajos muy precarios, con problemas conductuales. Con esa realidad, les pedimos a esos padres habilidades parentales (competencias que permiten a los padres ser capaces de cuidar, criar, proteger, educar y socializar a los hijos). El modelo es solo una réplica de lo que ellos tuvieron. Es un círculo de familias disfuncionales intergeneracional", comenta.

Sandra Román es cientista familiar. Sabe que hoy el objetivo, como política pública, es desinstitucionalizar a estos menores. "Pero si yo no trabajo con esta familia, difícilmente voy a poder sacarlos de este círculo reproductor de niños vulnerados. La violencia es la defensa de estos menores vulnerados. No les podemos pedir a esos padres habilidades parentales cuando no las conocen y no las han desarrollado".

En cuanto a los menores, afirma que en muchos casos ellos no desarrollan habilidades sociales porque están insertos en un mundo que los excluye.

Y sobre la política pública, sabe que atiende a la familia, pero estima que "de manera desarticulada". Pone como ejemplo lo que ocurre en salud mental. "Existe una política de salud integral para la infancia y la adolescencia, pero estos menores no tienen acceso. Los menores con problemas de salud mental están sobremedicamentados. Los niños tienen movimientos involuntarios, retraídos. ¿Cómo van a tener un desarrollo cognitivo normal con una sobremedicación? A niños con intentos suicidas, cuando los llevan al hospital les ponen un tranquilizante y los mandan de vuelta. Pese a que el tribunal ordena la hospitalización, no hay camas".

-Pero se supone que eso ya está coordinado con el Ministerio de Salud para que los atiendan...

-Eso no ha cambiado. Existe la política pública de coordinación con Salud, pero en la realidad eso no se cumple, porque no están los especialistas o están dando hora para tres meses más. Si el niño está intentando suicidarse, ¡no puedes dar hora para tres meses más!

LEGADO

Las tres hijas de Sandra siguieron carreras vinculadas al área: dos son psicólogas y una estudió Educación Diferencial.

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